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En 48 días tendremos ese día —único en 3 años— para contribuir con un voto a decidir, colectivamente, quiénes van a tener el privilegio de gobernar nuestra nación, estado y municipio, además de quiénes nos representarán en los procesos para hacer leyes nuevas o modificar las existentes, tanto nacionales como estatales.
Cada día hay más gente que no cree en lo que se ha dado por llamar La Clase Política. La pérdida de fe en el político mexicano tiene su origen en la nefasta percepción generalizada en torno a la situación del país.
Al perder esa “fe”, se antoja inútil la erogación monetaria que hacemos para decidir colectivamente a quiénes vamos a colocar, en esta nueva ocasión en los encargos correspondientes. Si hemos perdido confianza en la clase política, ¿para qué tanto esfuerzo en elegirlos?
Una importante parte del problema radica en la poca capacidad que existe entre la población mexicana de entender y pensar en función de las proporciones. Tendemos a generalizar características de unos políticos y achacárselas a todos. Al hacer esto perdemos el sentido de la proporción y omitimos un simple análisis de la realidad.
Las encuestas electorales nacionales no concuerdan con lo que un observador externo concluiría que se esperaría del elector mexicano. A nivel del estado de Yucatán, esa discordancia de lo que se esperaría es aún peor. La falta de análisis no tiene pretexto aceptable: la información está allá, sobre todo en Internet (ver http://a7.com.mx y otros cientos de portales similares.) Es cierto, no es fácil distinguir entre información veraz e información de pacotilla.
La carencia de sentido de la proporción es un asunto muy grave. En forma perversa se ha promovido la falsa idea de que todos los políticos son iguales: cínicos, carentes de ética, ladrones, mentirosos, manipuladores, deshonestos, y otros adjetivos semejantes.
Por ejemplo, en Yucatán, una simple comparación entre el sexenio 2001-2007 (Patrón) con el sexenio 2007-2012 (Ortega), daría al traste con cualquier posibilidad de que el electorado escoja a los políticos del grupo del 2007-2012 (Ortega) por encima de los del grupo 2001-2007 (Patrón). Los resultados en obra, nivel de endeudamiento, cumplimiento de obligaciones y avance en general entre uno y otro sexenio son absolutamente diferentes.
¿Por qué eso no se refleja en las intenciones de voto? La respuesta es muy sencilla: en su gran mayoría, el electorado no entiende lo que realmente nos conviene como sociedad, una “enfermedad” que solo puede curarse con información de calidad. ¿Hay tiempo de “curarnos” en 48 días?