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WASHINGTON D.C., 11 de noviembre.- El General Petraeus, de 60 años, tiene esposa, amante y amiga. Los celos de una mujer, en su disputa con otra (no su esposa) por sus atenciones fueron los que acabaron con la brillante carrera del director de la CIA y uno de los más consagrados héroes del estamento militar estadounidense, símbolo de las campañas de Irak y Afganistán.
Amenazas en correos electrónicos de la biógrafa oficial de Petraeus, Paula Broadwell, denunciadas por la mujer que los recibió (Jill Kelley), motivaron la investigación del FBI que destapó el affaire del general. «Comenzó con dos mujeres, y en el curso de la investigación llegamos a él. Nos quedamos sorprendidos», han confesado agentes implicados en las pesquisas al New York Times.
El General Petraeus.
El caso llevó a la dimisión el viernes pasado de Petraeus al frente de la Agencia Central de Inteligencia, al quedar de manifiesto que su relación extramarital había puesto en hipotético riesgo la seguridad nacional, tanto porque podía ser objeto de chantaje como porque su amante había tenido acceso a información confidencial.
La investigación del FBI parece concluir que no hubo ninguna violación notable de la seguridad, aunque Broadwell estaba en posesión de cierto material clasificado, por lo que, al menos de momento, no se han presentado cargos contra ninguna de las personas afectadas. Tampoco las amenazas y el acoso de Broadwell contra Jill Kelley fueron suficientemente explícitos como para adquirir categoría de delito.
Desde la derecha: Jill Kelley, su marido el cirujano Scott Kelley y la esposa de Petraeus, Holly, en la casa del médico en Tampa, Florida.
La reducción del caso a un asunto de faldas explicaría que el FBI y el Fiscal General retuvieran las revelaciones durante la campaña electoral, sin informar ni al Congreso ni a la Casa Blanca, que recibieron la comunicación solo una vez completada la jornada electoral. La posibilidad de una gestión política del tiempo de algo que podría haber trastocado las elecciones está generando gran controversia en Washington.
Broadwell, autora de una biografía sobre Petraeus publicada a comienzos de año, cuya elaboración le llevó a establecer una estrecha vinculación con el General que devino en relación amorosa, comenzó a tener celos de Jill Kelley (oficial del departamento de Estado), quien suponía que le disputaba las atenciones del susodicho.
Kelley y su familia gozan de la amistad de Petraeus, de 60 años. Sólo de laamistad. Las fuentes solo se refieren a relación extramatrimonial en el caso de Broadwell, de 40 años, casada y con dos hijos.
Sintiéndose rivalizada, Broadwell envió a su supuesta contrincante correos electrónicos acosándola y lanzándole amenazas, al parecer utilizando una cuenta personal de correo electrónico de Petraeus. Asustada notablemente por las misivas, la persona molestada buscó la protección del FBI. Eso ocurrió meses atrás, y durante este tiempo la investigación descubrió que las comunicaciones habían salido de un ordenador usado por Petraeus.
El General fue contactado por el FBI hace dos semanas. El martes electoral por la noche, Petraeus se puso en contacto con su inmediato superior, James Clapper, director de Seguridad Nacional, quien le aconsejó dimitir, algo que se materializó el viernes.
Paula Broadwell, reconcomida por los celos, envió emails amenazadores a Jill; ésta, con nexos en el gobierno, avisó al FBI del acoso informático de la biógrafa y a partir de esos datos salió a la luz el romance Petraeus-Broadwell.
Aunque rumores de que relaciones de Petraeus fuera de su matrimonio habían circulado anteriormente, en realidad se debían más a suposiciones por tratarse de un militar de algo rango de gran éxito, quien por razones del servicio pasaba largas temporadas apartado de su esposa y podía verse sujeto a flirteos de mujeres.
Pero la evidencia era la contraria. Según testimonios de compañeros de armas recogidos por el Washington Post, Petraeus y su mujer Holly pasaban por ser ejemplo de matrimonio perdurable en las complicadas circunstancias de la vida militar. «He pasado mucho tiempo con él. Nunca le he oído decir, ¡guau, qué buena que está! Nunca decía nada grosero o referente a la apariencia de una persona», afirma uno de sus antiguos ayudantes.
Casados durante 38 años, Petraeus y su esposa mostraron una vez más su supuesta idílica relación el mes pasado cuando asistieron a la boda de su hija, de 30 años. El matrimonio cuenta con otro hijo, Stephen, que ha seguido también la carrera militar.
Al perder su atractivo por ser director de la CIA, es probable que el General vuelva a la paz hogareña que le ofrece la paciente Holly. (ABC / Huffington / Daily Mail)