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CIUDAD DE MÉXICO, 1 de febrero.- Un hijo de la Revolución; un hombre entregado a su país, al conocimiento, a la UNAM, a los jóvenes; un gran poeta y traductor, pero, sobre todo, un trabajador incansable de las letras. Así define la investigadora Liliana Álvarez al escritor Rubén Bonifaz Nuño (1923-2013), quien murió ayer en su casa de la Ciudad de México, a los 89 años de edad.
La estudiosa que siguió de cerca al doctor en Arte y Cultura Clásica desde hace 25 años, cuando se integró al Seminario de Estudios para la Descolonización de México, que él fundó “para que los mexicanos nos sintiéramos orgullosos de serlo y lucháramos contra las fuerzas que nos hacen sentir todo lo contrario”, destacó su “memoria prodigiosa y su eterna disponibilidad a escuchar y ayudar” a quien se le acercara.
“Trabajó verdaderamente de tiempo completo. Las puertas de su oficina siempre estuvieron abiertas para escritores, rectores y estudiantes. A pesar de que había perdido la vista, seguía asesorando tesis, publicando un libro por año y traduciendo del griego y el latín”, comentó.
Álvarez estaba anoche en la casa del autor de los poemarios La muerte del ángel (1945) y Calacas (2003), el primero y el último que publicó, acompañando a Dolores Chapoy, sobrina del también ensayista, y a Paloma Guardia, su secretaria desde hace 32 años.
Chapoy detalló que el traductor de los escritores clásicos latinos y griegos Catulo, Propercio, Lucrecio, Píndaro, Ovidio, Lucano, Virgilio y Cicerón, entre otros, falleció hacia las 18:20 horas de la tarde, debido al deterioro que sufrió en su salud tras la neumonía que le aquejó en septiembre pasado y de la cual ya no se pudo recuperar.
“Murió tranquilo. Estaba con él su secretaría, con la que tenía una relación de padre-hija, siempre lo acompañaba. Tenía todos los servicios de salud y espirituales que necesitaba. La muerte siempre es triste, pero a la vez es una bendición, un tránsito alegre hacia el creador”, agregó.
Chapoy informó que los restos mortales del veracruzano que estudió Derecho en la UNAM, entre 1940 y 1947, serán velados hoy en la funeraria Gayosso de la colonia Del Valle y que mañana serán incinerados. “Sí habrá un homenaje nacional, pero un poco más adelante. Me hablaron las autoridades culturales, pero está muy reciente lo de la explosión de la Torre de Pemex”, añadió.
Paloma Guardia evocó el “carácter maravilloso” que tenía el Premio Nacional de Ciencias y Artes en la rama de Lingüística y Literatura (1974), quien “nunca se dio por vencido a pesar de su ceguera”, dijo.
Por su parte, en un comunicado, la UNAM y el Conaculta, tras lamentar la muerte del académico de la lengua, confirmaron que, “por acuerdo de Rafael Tovar y de Teresa, titular de Conaculta, y de José Narro Robles, rector de la UNAM, se anunciará en breve un homenaje nacional organizado y convocado por ambas instituciones”.
Ante el deceso, Tovar y de Teresa expresó que “Bonifaz Nuño nos abrió el camino a los clásicos en la colección Graecorum et Romanorum, Homero, Sófocles, Aristóteles y muchos autores clásicos más estuvieron a nuestro alcance gracias a su generosidad. Hoy, México pierde a uno de sus grandes poetas y humanistas”.
El autor de La flama en el espejo (1971) y Del templo de su cuerpo (1992), quien cumpliría 90 años el próximo 12 de noviembre, confesó en una entrevista con Excélsior, en noviembre de 2011, que “la UNAM es todo, mi manera de vivir, mi manera de pensar, mi manera de recordar lo que es el mundo, significa lo bueno”.
Desde el cubículo sencillo que tenía como oficina en la Biblioteca Central, en el que tenía sólo un escritorio, una repisa con figuras del Quijote, un librero y una ventana hacia Rectoría, el poeta reconoció que “la literatura me sirve como base para la enseñanza, sin literatura yo no podría enseñar nada, amistad, lealtad y amor”.
Y, ya para esa fecha, el investigador del Instituto de Historia consideraba que, tras cumplir “demasiados años” y debido a su ceguera, “la muerte en este momento me es algo muy deseable”.
Poeta mayor, sabio, traductor “impresionante”, ser “luminoso lleno de bondad”, gran enamorado y maestro generoso. Así recuerdan sus colegas y amigos a Rubén Bonifaz Nuño.
“Un gran poeta, un sabio, un traductor impresionante, uno de los hombres más importantes de la literatura y uno de los más grandes poetas de México”, dijo Eduardo Lizalde al enterarse del fallecimiento del poeta. “Fuimos íntimos amigos, uno de mis más estimados, admirados poetas y en parte mi maestro porque lo conocí muy joven aunque no tuve relación con él como catedrático pero la convivencia con él fue más que una cátedra”, agregó.
Lizalde recordó que Bonifaz Nuño vivió una etapa de depresión al final de su vida, a causa de la ceguera que le afectó, “pero era un hombre admirable, de una disciplina y de un talento excepcional. Uno de los grande poetas ha muerto”, señaló.
Para Hugo Gutiérrez Vega, el legado del poeta incluye “una de las más bellas y originales obras de la poesía mexicana de todos los tiempos, su labor de traductor, de textos clásicos grecolatinos, la colección que fundó (Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana), pero queda fundamentalmente el valor de su lírica, yo pienso, y lo digo sin énfasis, sino de una manera llana y clara, que con él muere el poeta mayor de la poesía mexicana de los últimos años”.
Gutiérrez Vega dijo que con la partida del traductor “se pierde también una parte de la risa del país, eso es una pena en este país con tan pocas sonrisas, con tanta solemnidad, tan hueco, tan violento, tan sangriento. Era un poeta con una sonrisa y con un amor por la carne y por la belleza del amor en sí”.
María Luisa La China Mendoza, dijo que fue un “gran señor, gran mexicano, ciudadano de primera, lo conocí mucho y muy cercanamente, un gran traductor de la poesía griega, un poeta de primera, era como una llama encendida, la oscuridad de sus ojos siempre tuvo la luminosidad de su alma, era un ser luminoso, lleno de bondad, un gran enamorado, un gran señor del amor y un hombre fiel por antonomasia”.
Para René Avilés Fabila, “Rubén fue un grande como (Alfonso) Reyes y (Octavio) Paz. Yo lo vi como un maestro, como un amigo”.
Por su parte, su alumno Sandro Cohen afirmó que con la muerte de Bonifaz Nuño se pierde a uno de los “grandes poetas de todos los tiempos (…) México ha perdido a uno de los mejores poetas. La poesía de Rubén es un ejemplo para todos, un ejemplo de complicidad, de arrojo, de verdad para todos”. (EXCELSIOR)