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Por Wendy Wright / Traducido por Luciana María Palazzo de Castellano / C-FAM
WASHINGTON D.C., 8 de febrero.- El sentido homenaje que el senador Tom Coburn ofreció en honor de Michael Schwartz en el recinto del Senado, en diciembre, centró la atención en un humilde y a la vez acérrimo protector del débil. Defensor de la vida desde el fallo Roe vs. Wade, Michael dedicó su existencia, intelecto e influencia a la pasión que lo impulsaba: la defensa de los niños por nacer y de los indefensos.
Para muchos, Michael no era jefe de personal de Coburn, sino un amigo y un modelo de lo que significa amar la justicia y la misericordia.
A través de «la bondad que demostró hacia todos los que se encontraba, ya sea una persona sin hogar, en la calle, o un senador destacado, en los pasillos», Michael recordaba a Coburn «que somos todos iguales, independientemente de nuestro cargo, a los ojos de Dios».
El fin de semana pasado, Michael sucumbió tras una batalla de casi dos años contra la enfermedad de Lou Gehrig.
Nieto de un boxeador profesional irlandés, Michael nació en la zona minera carbonífera de Pensilvania. «Mi padre era borracho, adúltero y maltrataba a su mujer. Se convirtió para mí en la imagen permanente de lo que yo no quería ser». Jamás anduvo con miramientos cuando una descripción colorida podía convertir lo abstracto en concreto, y calificó la infame decisión Roe vs. Wade de la Corte Suprema de «Delitos contra la raza humana motivados por el odio».
En 1969, las protestas en contra de la guerra lo inspiraron a iniciar un movimiento provida llamado «Hijos del trueno», en honor a los apóstoles Juan y Santiago. Su primera acción fue una «ocupación devota» de Planned Parenthood en Dallas, que trasladaba mujeres jóvenes en avión fuera del Estado para practicar abortos.
Enciclopedia viviente y ávido lector, Michael relató cómo antes de Roe, los estados que legalizaban el aborto pensaban que sería poco común y seguro. En cambio, se convirtieron en «santuarios del aborto».
Tres días después de aquel fallo, Michael ayudó a formar el grupo que organizó la Marcha por la Vida. Se ofreció activamente como voluntario en todos los niveles del quehacer provida, con especial interés en teléfonos de asistencia para embarazadas que socorren a las mujeres.
Pronto se convirtió en un estratega del movimiento conservador, coordinando políticas profamilia, confeccionando leyes, ayudando a fundar agrupaciones, presentando programas de televisión, capacitando a líderes internacionales provida y prestando servicios para Coburn tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado. Nadie cuestionó su actuación al mando del departamento de políticas Concerned Women for America (su reputada pasión por proteger la vida y la familia hicieron de este hombre la mejor opción para una organización promujer).
Se ganó la admiración de obispos, pero la puso en riesgo para encarar los abusos sexuales dentro de su amada Iglesia Católica. Tras intentar lograr que líderes eclesiásticos hicieran frente a los abusos sexuales de niños por sacerdotes y su posterior encubrimiento, en 1989 llevó a tres personas a los medios para que contaran sus casos.
Al inicio de la conferencia de prensa, Michael, estremecido, susurró: «Señor, tenemos miedo. Pedimos valor para hacer lo que es necesario y enfrentar las consecuencias que deberemos sufrir». Su temprana labor condujo a la reforma.
En 2005, el Washington Post distinguió a Michael como figura influyente capaz de aprovechar sus numerosos contactos para incidir en el programa político republicano. No se menciona cómo él, demócrata, consiguió formar este círculo de personas leales ofreciendo su amistad e ideas a cualquiera que las solicitara.
Pero reconoció los límites de la ley. En uno de sus últimos discursos, dijo: «El principal objetivo de nuestras actuaciones legislativas debería ser movilizar a la opinión pública en dirección provida planteando asuntos» que contrapongan «el bienestar de la mujer a las ganancias de los abortistas... De ese modo, incluso si esas iniciativas no son sancionadas, se saca a las personas de la facción en conflicto y se las conduce a la facción provida. Y cuando sean aprobadas, debilitarán financieramente la industria del aborto y darán pie a que más proveedores de aborto cierren».
La principal estrategia para poner fin al aborto, recomendó, es la oración (por las madres en riesgo de aborto y por la conversión de los abortistas).
La mejor parte del movimiento, consideraba, son los centros para embarazadas: «Quizás el motivo por el que Dios permitió que el mal del aborto cayera sobre nosotros fue abrir nuestros ojos a la necesidad» de ayudar a las mujeres con embarazos inesperados.
Michael conoció a su mujer, Rose Ann, en la universidad. Tienen tres hijos, una hija y un número creciente de nietos. Su legado perdurará a través de ellos y de los muchos que jamás lo conocieron y que fueron alcanzados por la onda expansiva de su amor y buenas obras.