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BUENOS AIRES, 15 de marzo.- Casi una década antes de empezar el largo camino que lo conduciría finalmente a Roma, Jorge Bergoglio se enamoró. Fue un amor pre adolescente, casi platónico, y por lo tanto cargado de candidez e ingenuidad. Pero algo quedó flotando que Amalia, la mujer en cuestión, la vecinita de la cuadra, nunca lo olvidó. Se conocían del barrio de Flores, los dos tenían alrededor de 12 años y se gustaban.
Amalia, que ayer contó esta breve historia de amor juvenil a la prensa, relató la inocencia de aquellos encuentros y recordó una carta que el ahora Papa Francisco le mandó, en la que imaginaba un futuro junto a ella para toda la vida: “Me acuerdo de esa cartita, tenía una casita dibujada, de techo rojo, blanca abajo. Y decía ‘esta casita es la que te voy a comprar cuando nos casemos’”.
"Bergoglio me dijo: si no nos casamos, me hago cura". Enlace al vídeo.
La mujer, casada y con hijos, aclaró que eran demasiado chicos para que lo que pasó entre ellos fuera un noviazgo. Pero la actitud de Bergoglio más de 60 años atrás marcó a esta señora: “No fuimos novios, me queda la ilusión de que fui la primera persona que le inspiró a él tener un hogar, una familia. El no me propuso cosas malas, me propuso un hogar y para mi vale mucho”, dijo conmovida.
Seguramente en el contexto de la época y por la edad de Jorge y Amalia, aquella carta tuvo un rechazo contundente de los padres de esta mujer. “Mi papá me dio una paliza, cómo me atrevía a recibir una carta de un muchacho. Mi mamá me vino a buscar a la escuela y me retó: ‘¿Así que vos recibís cartas de muchachos?’. Yo le dije ‘no, mamá, es Jorge’. Y ella me respondió ‘qué me importa, usted es una señorita de bien, qué le hemos enseñado”.
Así que después de ese reto, Amalia le pidió a él que dejaran de verse o de mandarse cartas porque ella temía otra represalia. “Le dije: mirá, por favor, Jorge, no te acerques más, si aparecés y se entera mi papá, te mato”, ríe ahora esta mujer, que sigue en el barrio.
“Era una maravilla, un chico correcto, muy amigo. La mamá era una Virgen María”, contó Amalia.
El miércoles --junto al resto del planeta-- Amalia quedó sorprendida por la noticia de que Jorge iba a ser el Papa Francisco. “Me puse de pie cuando lo eligieron. Le dije: Jorge, te abrazo, con el cariño de toda una vida”, se emociona.
Toda esa vida, todos los recuerdos de la infancia, reaparecieron fuerte en la mente de Amalia en estos días. No hay nostalgia del pasado ni lamentos por un amor frustrado. Lo que muestra esta señora es respeto y un gran recuerdo por la calidad de persona que, dice, siempre fue Bergoglio. “El corazón de él lo pidió de esta manera; ser cura, brindarse a los demás, es así que iba a las villas, le daba comida los pobres, repartía ropa, eso es lo que vale”, dice convencida.
Y sabe Amalia que será difícil volver a verlo para recordar ese pasado común, o para corporeizar ese abrazo al televisor del miércoles: “Él está en un sitio muy alto, yo soy muy humilde y él no va a perder la humildad. Pero el entorno nos obliga a vivir de otra manera, yo soy el pasado. El pasado lindo, limpio, humilde”. (Clarín)