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Hay cosas que no pueden dejarse así, nada más. Es necesario tomarlas con la importancia que tienen —o pretenden tener— y colocar cada detalle en su lugar. Este artículo de Jenaro Villamil es una de esas cosas que obligan a la reflexión y al comentario reflexivo. Lea la nota primero. Regrese aquí después.
Desde mi punto de vista "guerra sucia" es un término usado por quienes no pueden aceptar que algunas verdades se digan en público de tal manera que demasiadas personas se enteren de esas verdades o las recuerden cuando el tiempo había hecho a los perpetradores de esas verdades que se olvidaran. La guerra sucia como término es hoy algo que usa el PRI con creciente frecuencia para referirse a los comerciales políticos panistas que les hacen recordar a los ciudadanos verdades incontrovertibles que, a menos que se tomen en cuenta, existe el peligro de que la decisión masiva más importante —la elección— se haga sobre bases falsas.
La izquierda mexicana jamás aceptará que lo que se dijo públicamente contra López Obrador en 2006 no fue sino "guerra sucia". Aquel spot —el del niño con el billete de 20 pesos con quien se razona que ese mismo billete podría valer menos si el gobierno hiciera las cosas como todo apuntaba a que López Obrador, de ser presidente, así lo haría— resultó imperdonable por la izquierda. Tampoco habría sido aceptable para el priismo, dado que haría que el mexicano de hoy tomara en cuenta que el PRI cometió graves errores cuando gobernó México en el siglo 20; errores que hasta hoy continúan siendo una carga para el gobierno federal —y la sociedad mexicana en general— difíciles de sacudirse por los intereses gremiales muy delicados que afectan: sindicatos impregnados de conquistas laborales, concesiones que en su momento se dieron sin jamás sopesar el costo histórico en contra de la sociedad mexicana global que finalmente generarían.
Esa "guerra sucia" no tiene importancia cuando todos los días algunos mexicanos analizamos las cosas y, a la luz de los números que vemos, escribimos en nuestros medios, muy escasos de audiencia, ideas que en forma exacta sustentan lo que, si se hace a nivel masivo, se llamará "guerra sucia".
En otras palabras, la "guerra sucia" solo lo es si la comunicación es efectiva, si es masiva. En tanto solo las palabritas escritas solo serán leídas por unos cuantos trasnochados en páginas perdidas de Internet, entonces ¡ya no son problema! El problema se presenta cuando lo que se dice puede llegarle a mucha gente, puede hacerle pensar a mucha gente. López Obrador, sin embargo, sí puede hablar horas enteras en la televisión de alcance nacional y pintar un cuadro totalmente irrealista, sin fundamento estadístico alguno y eso ¡no es "ningún" peligro! La realidad es que históricamente están de acuerdo. ¿Quién es el más fiel promotor de la victoria del PRI en el estado de México hoy?
El populismo de entretenimiento de Raúl Velasco en su momento fue exactamente igual de nocivo para que el mexicano medio se entere de la realidad del país en que vive, que lo sería el discurso populista, totalmente irreal, sin ninguna base estadística ni remotamente sólida. Los mensajes que causaron tanta molestia a la "reacción" izquierdista nacional —como los empresarios de 2006 hablando de la economía populista del pasado reciente— contribuirían a ubicar al mexicano medio en una realidad comprobable, sostenida por datos duros. No les gustó y, al parecer, continúa siendo un disgusto para articulistas que coquetean en forma constante con eso que llamamos "izquierda" en México.
Si por izquierda le llamáramos a lo que combate los errores culturales tradicionales, la izquierda más recalcitrante sería todo movimiento político que promueva: transparencia, acuerdo de obedecer la ley, educación de calidad, régimen de cero privilegios, pago equitativo de impuestos y contribuciones, premio a la productividad y a la generación de empleos productivos, democracia efectiva en todos los procesos, cancelación de priviegios corporativistas o sindicalistas, respeto irrestricto a la libertad de cultos y al ateísmo, respeto irrestricto a la libertad de expresión y respeto sin pretextos a los derechos individuales fundamentales universalmente reconocidos.
Esa sería la verdadera izquierda mexicana. Lo demás sería cuento infantil que solo estaría apelando a la debilidad informativa del ciudadano. ¿Creen que el problema de los programas populistas y de las novelas masivamente vistas son el contenido nimio, superficial, a veces de plano idiota? ¡No, para nada! Denle esas novelas y esa diversión superflua y, para algunos, estúpida, para que la vea quien así lo desee. Pero mezclen, entre la basura masivamente atractiva, datos duros, datos reales, datos que no hagan necesaria la llamada "guerra sucia" para recordarles a los mexicanos cuál es la realidad hoy, de dónde venimos y qué debemos evitar.
¡Ah, claro! Aquí surge de nuevo el debate, la polémica de lo que no se les debe decir.
Hace falta un Comité Nacional de Información Masiva Obligatoria, formado por gente de todos los colores "ideológicos" pero sin agenda política personal y sí con un gran sentido de la realidad neutra, pero realidad a fin de cuentas. El CNIMO será la única solución efectiva. Sería la entidad legalmente sancionada que tendría como objeto dictaminar los comerciales públicos de tipo social, elaborados con gran inteligencia, que apelen al sentido honesto de la población, al sentido realista, que premien la productividad, que comparen lo que sucede cuando no se es una sociedad productiva, que cancelen el sentido de valor que pueda tener la aceptación de privilegios gremiales.
El más grave problema en México continuaría siendo que el CNIMO, a final de cuentas, no tendría la confianza de la ciudadanía total porque pronto saldrían los especuladores de la teoría del complot y acusarían a los miembros del CNIMO de responder solo a "intereses ocultos" y cosas de ese tipo. Por algo una sociedad sin confianza es una sociedad difícil de avanzar. Japón tiene fama de ser una sociedad con gran confianza entre sus miembros. Los acontecimientos recientes nos muestran la evidencia en que se sustenta esa gran confianza: solo observemos los millones de billetes encontrados que han sido entregados a autoridades por quienes los recogieron.
La "izquierda" fue la sección de la sociedad que rompía paradigmas. Eso es exactamente lo que debería llamarse en México izquierda: aquella sección de la sociedad y la política que rompa paradigmas. Es tonto pensar que haciendo lo mismo siempre finalmente las cosas cambiarán. Lo que hoy se llama "izquierda política" en México, por desgracia, no es sino todo lo contrario de romper paradigmas: es una verdadera reacción al grupo social que se atreve a enfrentarse a tabús culturales para establecer en México una nueva sociedad con una visión productiva, cooperativa y capaz de generar confianza entre sus miembros.