1431 palabras
Los derechos de las audiencias es un término muy poco usado en México y prácticamente ignorado en la legislación relativa al derecho a la información y al contenido de medios. Cuando mencionamos los derechos de las audiencias, hablamos de los derechos de la parte más vulnerable, con menos recursos y nulo acceso a los medios de difusión: los ciudadanos.
Al transformarse en audiencias masivas de los medios electrónicos, los ciudadanos han sido reducidos a una operación mercadológica muy perversa, a simples puntos de rating. Las audiencias cuentan no como sujetos activos e interactivos sino como un índice cuantitativo que sirve para comercializar los espacios en pantalla.
Esta operación es posible gracias al modelo de televisión concesionada, de orientación comercial que busca la explotación intensiva y voraz de la pantalla. Este modelo fue el que se impuso en México desde la época de Miguel Alemán, cuando se entregaron las primeras concesiones comerciales. Se abandonó la posibilidad de un modelo de televisión de servicio público, semejante al anglosajón o al alemán, que buscaba calidad en los contenidos y no solamente audiencias masivas.
Esta visión de los ciudadanos como audiencias pasivas se ha trasminado. Partidos, candidatos, concesionarios, incluyendo a no pocos periodistas y no a pocos grupos de interés y de presión, han reducido a los ciudadanos a audiencias medibles y vendibles sólo en términos de rating. Por eso la dictadura del spot que se ha impuesto en las contiendas electorales. Por eso la enorme soberbia de algunos directivos de Televisa al imponer una ley en 2006 que utilizó el chantaje con los partidos políticos: si no aprobaban su ley, no tendrían acceso a spots y a espacios con alto rating. Por eso las bonificaciones de Enrique Peña Nieto a Televisa para transformarse en un gobernador y precandidato con presencia constante en la pantalla, gracias a la compra de infomerciales. Por eso el mito de la popularidad telegénica que se impone a partir de puntos de rating.
Lo peor es tratar a los ciudadanos como meros consumidores de popularidad efímera y de productos vendibles. Lo principal para introducir el concepto de derechos de audiencia es dejar de concebir a éstas como uniformes, homogéneas y absolutamente pasivas.
Los derechos de las audiencias son los derechos elementales que todo medio de comunicación debe incorporar en sus contenidos y sus mensajes. Una simple enunciación, señala los siguientes derechos: El derecho al sano esparcimiento, el derecho a la cultura, el derecho a la información veraz, ponderada y plural; el derecho a la ecología audiovisual, el derecho a la educación, a la no discriminación, parecen proclamas de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, pero si nosotros especificamos y hacemos una observación de los medios -lo que no se hace normalmente-, hay un campo de trabajo enorme para los comunicólogos, incluso para los periodistas.
Ninguno de estos derechos ha sido considerado de forma explícita en la legislación de medios de comunicación. Cuando mucho, se ha llegado a hablar del derecho de réplica, constreñido al derecho de los candidatos y políticos -no de los ciudadanos en general- a defender su punto de vista en la pantalla.
Nuevo esquema
El triple play está conformando un nuevo tipo de audiencias. Los propios medios no hemos estado a la altura de lo que se está generando en tal sentido. Para algunos, renovar el periodismo o hacer un periodismo convergente es transformar los periódicos en blogs, o transformar los blogs en agencias informativas y eliminar toda la información que deben tener y contener los medios impresos.
La convergencia planteará un desafío fundamental para los medios, para los periodistas y para las audiencias. Vamos a tener que cambiar la idea de las audiencias masivas-homogéneas para transformar y lograr las audiencias deliberativas-convergentes, las audiencias especializadas, las audiencias que incluso implican nichos de publicidad y de consumo muy importantes.
En este esquema, sin embargo, nada garantiza que las posibilidades de la convergencia en México permitan un incremento de la calidad y la diversidad de los contenidos, porque no se está modificando el modelo monopólico en la televisión abierta ni en la telefonía. Lo que vamos a ver son dos grandes monopolios peleando por la precarización de las audiencias.
Éste será uno de los grandes desafíos para los próximos años en el periodismo que queramos hacer, ya sea a través de medios electrónicos, cibernéticos o impresos.
Los periodistas olvidamos con mucha frecuencia que la noticia no solamente es una mercancía sino también un bien público.
La mercantilización de la información es un resultado directo de la dictadura del rating. Los propios periodistas de televisión tienen que enfrentar como una auténtica epidemia el infoentretenimiento o la infopublicidad, para reducirse ellos no sólo a conductores o lectores de telepromters, sino hasta convertirse en reencarnaciones de Raúl Velasco o de Patricia Chapoy. "Ventanear" es sinónimo de "informar".
Los propios periodistas se vuelven opinólogos y celebridades del chacoteo analítico. La deliberación no es un talk shows, aunque Tercer Grado lo parezca.
Las Amenazas
En otras palabras: la primera amenaza es la mercantilización de la información y reducir a los lectores, radioescuchas o televidentes en meros puntajes cuantitativos. Nadie duda que los medios sean un negocio, pero no todo el contenido, mucho menos el informativo, puede reducirse a la búsqueda intensiva del rating para comercializar.
La segunda amenaza es la resurrección del dinosaurio priísta. El neoautoritarismo de una generación gobernante no sería tan grave, porque ya hay una ciudadanía crítica, pero lo grave es la pretensión homogenizadora de los medios electrónicos.
Más preocupante aún resulta que algunos colegas periodistas justifiquen el cierre de espacios informativos y nieguen tajantemente que se trate de casos de censura. Actúan, en muchos casos, como guardias pretorianas del poder.
La tercer amenaza creciente, peligrosa, son ahora los poderes oscuros. Manuel Buendía tuvo una obsesión informativa por los dos grandes poderes oscuros que ahora están ya muy visibles: la ultraderecha y la narcopolítica. Esta última lo llevó a la tumba. Desde el crimen de Buendía a la fecha ha habido más de 200 periodistas asesinados o desaparecidos en México. Nuestro país se ha convertido en la segunda nación más violenta para el ejercicio periodístico. Ahora hemos entrado a la pesadilla del narcopoder, y de un fenómeno muy especial que podríamos denominar la narco-información o los narco-medios que se pretenden vender o presentar como narcoperiodismo en Youtube, en segmentos radiofónicos, en espacios impresos, en las mantas en la vía pública, en no pocas revistas y periódicos de provincia o de los estados.
Lo más preocupante es que hemos pasado de la guerra sucia electoral de 2006 a la guerra sucia permanente, y ya no sólo de tinte político. La amenaza para el periodismo es que ese culto que estamos haciendo a la mano dura y a la militarización a toda costa, no ha mejorado la situación social, no le ha ganado ninguna plaza al narcotráfico, y ha contaminado el ámbito informativo.
La guerra sucia permanente de los carteles, de sus sicarios, de quienes son los lavadores de dinero, no sólo se hace contra los cuerpos policíacos sino también contra el periodismo.
Para enfrentar estas amenazas el periodismo debe hacer una alianza con las propias audiencias. Es necesario voltear a ver a los ciudadanos y a sus derechos de audiencia. Esta es una buena manera de enfrentar los vicios y los peligros del ejercicio informativo en los próximos años.