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Con la certeza de que no volverá a asistir a algún otro congreso del Partido Comunista Cubano y en su último acto de transferencia de mando a su hermano Raúl, Fidel Castro volvió a romper récords como imagen de un periodo histórico que cierra su ciclo: el video de Youtube donde aparece entrando al Palacio de Convenciones a clausurar el sexto congreso del Partido Comunista Cubano tuvo más de 8 mil visitas en menos de 24 horas.
Por primera vez, la cadena norteamericana CNN dedicó cuatro días a una cobertura especial, bajo el título Cuba en la Encrucijada y coincidió con su antípoda, la venezolana Telesur, en la transmisión de esa imagen donde se ve a Fidel Castro ingresando al VI Congreso, con el rostro cansando y levanta la mano de su hermano, en el último gesto de transferencia interna del poder que aún plantea más dudas que certezas.
Castro es un sobreviviente no sólo de sus enemigos históricos, sino de su propia leyenda y quizá el último gobernante socialista que supo explorar y aprovechar la galaxia mediática para defender su régimen.
“Nunca pensé vivir tantos años; el enemigo hizo todo lo posible por impedirlo; incalculable el número de veces que intentó eliminarme y yo muchas veces ‘colaboré’ con ellos”, escribió Fidel Castro en su comentario del martes 19 de abril.
El pasado 11 de marzo de 2011 Castro reapareció en la televisión cubana, después de 4 años de ausencia ante su dolencia física que lo recluyó desde 2006, para comentar sobre los acontecimientos en el mundo árabe. Sin perder su espíritu polémico y su tradicional discurso antimperialista, Castro alcanzó a declarar que lo vivido en el Magreb era un conflicto no entre ideologías sino entre generaciones.
Las imágenes vistas en el VI Congreso cubano documentaron que ese mismo conflicto se vuelve a presentar en la Cuba que vive ya la plena etapa del posfidelismo.
A pesar de los mensajes y acuerdos de una perestroika a la cubana, lo cierto es que el envejecimiento de la dirigencia gobernante es un hecho incontrastable. Los integrantes “más jóvenes” del Politburó son políticos de 50 años (Miguel Díaz Canel-Bermúdez y Marino Murillo Jorge) para un país que tiene el 70 por ciento de su población menor a esa edad.
No deja de impresionar en esta historia imagológica que el derrocamiento de Castro nunca llegó por la vía de la intervención militar, ni por la asfixia económica (el bloqueo de Estados Unidos es tan anquilosado como el discurso que lo acompaña), ni por ninguno de los más de 60 intentos para asesinarlo ni por una disidencia que desde Miami simplemente se acomodó a un modelo que no tenía nada qué ver con la realidad de la isla.
Más que un derrocamiento lo que se observa es un sutil desplazamiento, como en una técnica cinematográfica que comienza a ponerle sombras al personaje que, para bien o para mal, ha representado al Estado cubano y a la mayoría de la izquierda latinoamericana en estas cinco décadas.
Castro parece ser consciente de este fenómeno. Lo que no queda claro es hasta dónde una clase política que quizá envejeció más rápido que su comandante será capaz de protagonizar la auténtica transición dentro de un régimen que aún mantiene un férreo control en la isla.