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Madagascar nunca ha sido una fórmula brillante. Alex, el león; Melman, la girafa; Gloria, la hipopótama; y Marty, la cebra, siempre han estado opacados por la gracia de los pingüinos, los lémures y hasta por los monos.
Los protagonistas de la franquicia carecen de encanto, con excepción de Marty que juega al estereotipo del afroamericano cómico. Y los productores han insistido en darle mayor peso a Alex, el león megalómano. ¿Se han dado cuenta de su exacerbado egocentrismo y su obsesión por la fama?
Quienes se han robado el protagonismo de la serie son la banda de pingüinos comandada por Skipper y los lémures dirigidos por el Rey Julien —otro personaje con problemas de egolatría.
Pero "Madagascar 3" es la mejor entrega de esta franquicia, aunque eso no la pone en la lista de las mejores cintas animadas. Destaca porque las dos primeras son bastante flojas, más no porque sea brillante.
En esta ocasión, los animales desean regresar al zoológico en Nueva York y se embarcan en una aventura por Europa. Una insistente y salvaje oficial francesa intenta cazarles para colgar la cabeza de Alex en su oficina. Escapando de ella, los protagonistas suben de polizontes a un tren que en realidad es una caravana de animales de circo.
Lo que tiene a su favor "Madagascar 3" es su ritmo vertiginoso y un conjunto de chistes divertidos. Nuevamente, el producto se mantiene a flote gracias a los monos y los pingüinos. Pero son los lémures quienes tienen las mejores intervenciones. Desde las graciosas muecas de Mort, hasta el hilarante romance entre el rey Julien y la osa Sonia.
Pero es precisamente en su acelerado guión donde se haya sus mayores debilidades. La trama avanza de manera tan rápida que vamos saltando de una acción a otra y los cambios temporales y espaciales no logran justificarse. Nos da la sensación de que los personajes se teletransportan.
A nivel personal hay algo que nunca me ha gustado de la franquicia "Madagascar": hacer ver que el cautiverio de animales —ya sea en un zoológico y ahora en un circo— se plantee como algo normal, idóneo y hasta divertido.
Los animales se muestran aburridos viviendo en su ambiente natural, porque extrañan vivir entre rejas. Pero, en su trayecto de regreso, encuentran una nueva forma de esclavitud: el circo. En ambos, los protagonistas son felices.
Que me disculpen los señores de Dreamworks pero dudo mucho que un león sea feliz viviendo dentro de una jaula o siendo golpeado con un látigo para obligarlo a saltar. Los zoológicos y los circos con animales son conceptos de entretenimiento retrógrado y es inentendible que aún existan en el siglo XXI. Y peor aún que se construyan nuevos.
Entiendo que esto es una película y un simple divertimento. Que todo es una fantasía para hacernos reír. Pero sería bueno que, posteriormente, los padres de familia hagan saber a sus hijos que los animales no nacieron para vivir encerrados y que necesitan crecer libres en el ambiente que les corresponde.
Lo mejor: el romance entre el rey Julien y la osa Sonia.
Lo peor: el guión es tan acelerado que cae en muchas de imprecisiones.