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Domingo 5 de agosto.- El Curiosity aterrizará a primera hora de este lunes en Marte. El centro de control de la NASA es un auténtico hervidero de actividad y preparativos de último minuto. Lo importante es garantizar que la aproximación final de la misión al planeta rojo se lleve a cabo dentro de los parámetros previstos. Cualquier desviación, por pequeña que fuera, podría resultar fatal para un viaje de nueve meses y más de 500 millones de km. Por ejemplo, incluso la menor variación en el ángulo de entrada en la atmósfera podría hacer que el rover aterrizara a mucha distancia del lugar previsto, o en una zona demasiado rocosa y en la que resultara gravemente dañado.
Si el Curiosity supera la prueba del aterrizaje, empezará la misión más ambiciosa de todas cuantas se han enviado a Marte. Abajo, la secuencia que debe darse para un amartizaje exitoso.(NASA / ABC)
El área seleccionada para el aterrizaje no deja margen alguno al error. Se trata de un antiguo cráter, llamado Gale, en cuyo centro se alza una colina rocosa de grandes proporciones. El Curiosity deberá aterrizar justo a los pies de esta colina, cuyas faldas parecen ser aluviales y donde las sondas orbitales han detectado arenas arcillosas, que solo se forman en presencia de agua. Y si en ese lugar hubo agua, también podría haber habido vida.
Mucho se ha hablado ya de los «7 minutos de terror» el tiempo que durará la maniobra final de aterrizaje del Curiosity, desde su entrada en la atmósfera hasta que toque el suelo. En ese escaso tiempo la nave tendrá que desacelerar desde más de 21,000 km/h hasta cero. Para ello, cambiará hasta seis veces de configuración y efectuará una cadena de maniobras que nunca habían sido ensayadas. Durante esos minutos interminables el centro de control no sabrá, debido al tiempo que tardan las señales de radio en llegar hasta la Tierra, si todo ha ido según lo previsto o si el Curiosity, igual que el 60% de las misiones que han intentado aterrizar en Marte, se ha perdido para siempre. En efecto, sólo siete de las diecisiete naves que lo han intentado han logrado su objetivo. Una estadística que no invita al optimismo.
Pero si el Curiosity supera la dura prueba del aterrizaje, empezará la misión más ambiciosa de todas cuantas se han enviado al planeta rojo. Diez instrumentos científicos, una tonelada de peso en total y el tamaño de un coche pequeño. El Curiosity es tres veces mayor que sus dos predecesores, Spirit y Opportunity.
En cuanto a su misión, y aunque en el trasfondo siempre está la búsqueda de vida, presente o pasada, no será esta vez uno de los objetivos principales de esta misión.
El Curiosity está diseñado para averiguar las condiciones de habitabilidad de Marte, esto es, si los seres humanos podemos aspirar a vivir alguna vez allí, y no a buscar restos de algún microorganismo vivo o fosilizado. Para ello, el rover está equipado con sensores meteorológicos y de radiación que medirán, hora a hora, la intensidad de los rayos cósmicos y fenómenos atmosféricos como las tormentas de arena.
Durante los próximos dos años, el vehículo robótico más sofisticado jamás enviado a otro mundo recorrerá el cráter Gale a una velocidad máxima de 90 metros por hora. Si todo sale como está previsto, el Curiosity enviará a la Tierra más datos que todas las misiones anteriores juntas e inaugurará una auténtica «revolución» en nuestro conocimiento de Marte. Un planeta que algún día se convertirá en la segunda cuna de la humanidad. (JOSÉ MANUEL NIEVES)