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Artículo de Iñaki Urdanibia publicado en kaosenlared.net
El día 8 de agosto de 1962, al pasar junto a una acacia de su jardín que tenía una rama seca, intentó una vez más arrancarla, sin conseguirlo…'¡Ésta aguanta todavía!', comenta. Al atardecer, su mujer, Ninon, vio en la mesa de trabajo del escritor una poesía sobre tal rama seca. A la noche oye una sonata de Mozart, la encarnación en su opinión de la armonía. A la mañana siguiente, extrañada de que la puerta de la habitación de Hermann siguiese cerrada a las ocho, entró y halló a su marido muerto. Fue un derrame cerebral el que puso fin a aquella vida que había visto la luz el 2 de julio de 1877.
Si su vida no aguantó más allá de su recién estrenado ochenta y cinco aniversario, su obra indudablemente aguanta con vigor todavía, como aquella terca rama nombrada al principio. Varios son a mi juicio los motivos que hacen que la escritura del autor de 'El lobo estepario' siga gozando de una buenísima salud. Él lo había dicho una vez: 'Los libros de los poetas no necesitan explicación, ni defensa; son sumamente pacientes y pueden esperar. Y si son de algún valor, tienen casi siempre una vida más larga que aquellos que los impugnan'.
Hermann Hesse, a 50 años de su muerte, sigue leyéndose en todo el mundo y es en su patria, Alemania, donde menos se le entiende. Esta semana, los germanos se dedican a reivindicar su obra.
Diré, en primer lugar, que el que fuera premio Nobel de literatura en 1946, viene a resultar un desencadenante de la autorreflexión para quien se acerque a sus obras. Recuerdo, en este orden de cosas, un par de frases significativas en lo que respecta a su quehacer: por una parte, está su afirmación de que los humanos son como las cebollas, es decir compuestos de innumerables capas, difíciles de discernir con claridad, superpuestas, de diferentes grosores; por otra, venía a decir que la inseguridad produce neurosis, para añadir a continuación que el exceso de seguridad la provoca en mayor medida. Lo señalado apunta al hilo conductor de su actividad literaria: una continua peregrinación por lograr conocerse a sí mismo. Esto hace que, como indicaba, los lectores de sus obras se vean impulsados a enfrentarse a sus propias 'neuras', con las de cada cual, a vérselas con la búsqueda de sentido que otorgue cierto porqué a su existencia.
Hesse fue el que empezó a pelar cebollas.
Hesse podría ser considerado, en este sentido, como un existencialista avant la lettre; ya que es en esa preminencia otorgada a la existencia, y en esa preocupación por ella se encaminan sus principales libros, los cuales responden en paralelo fiel a la preocupación del escritor por su propia vida, por su propio yo, etc. En esa exploración de las interioridades del alma, el escritor va a hallar una estructura bipolar entre la naturaleza y la cultura, entre lo demoníaco y lo angelical, lo consciente y lo inconsciente, lo burgués y acomodado y lo vagabundo y aventurero. Podría decirse, utilizando el lenguaje nietzscheano, que se da una tensión entre lo apolíneo y lo dionisíaco (apuntaré de paso que el filósofo alemán era uno de los santos de su devoción). El conocimiento de uno mismo suele ser fácil a nivel superficial, mas bajo tales aguas visibles hay otras que ocupan mayor espacio y profundidad y que permanecen en la oscuridad, lo que las convierte en opacas a nuestro análisis.
Este espacio del inconsciente, de lo desconocido, de lo incontrolable origina temor en nosotros, al considerar que estas facetas oscuras del alma son siniestras, malvadas, peligrosas, animales... estos territorios que se sitúan más allá de la moral y la razón son, en opinión del escritor, traspasables de la experiencia individual a lo colectivo; y, así, al igual que uno tiene en sí mismo las semillas del propio caos y no ha de buscar culpables fuera de él, en el seno de los propios países se hallan igualmente las raíces de los males que asuelan -téngase en cuenta que a nuestro hombre le tocó vivir las dos guerras mundiales- su geografía: la desconfianza, el odio, el afán de poder ...la sombra de Carl Jung es alargada.
Pues bien, si tanto los valores morales, económicos e ideológicos de Europa habían hecho que el desastre se mascara cada vez de manera más creciente, haciendo que el mundo occidental con su inagotable productivismo convirtiese a los humanos en seres totalmente alienados, escindidos (ejemplar en este orden de cosas es 'El lobo estepario'), preparados para adaptarse sin chistar al gregarismo (véanse sus 'Demian' o 'Bajo las ruedas', o todavía su 'Peter Camenzind'), como él mismo sufrió en propia carne, y lo explicó por medio de uno de sus personajes: 'sus padres cariñosos, pero muy estrictos y piadosos, así como sus maestros, le educaron en esa línea que tiene como base de toda educación “el doblegar la propia voluntad” ...pero en vez de aniquilar su personalidad, sólo habían logrado enseñarle a odiarse a sí mismo…siendo su vida entera un buen ejemplo de que, sin estimarse a sí mismo, tampoco es posible amar al prójimo'.
La decadencia occidental reflejada en la deshumanización, que hace individuos castrados y alejados del mundo, a no ser que sea para dominarlo y sacarle provecho, el cada vez mayor alejamiento de cualquier valor cultural y/o espiritual, minusvalorados siempre en la jerarquía coronada por la técnica, la ciencia y la producción, van a hacer-todos esos factores- que Hesse nos traslade con él al lejano oriente en su 'Sidharta', proponiendo los principios de la mística budista como posible panacea a los males que enturbian la vida occidental. Es la salida del reencuentro del individuo consigo mismo, a la fusión con el todo universal, con el alma universal... y tales posturas van a significar también otro de los motivos de su rotundo éxito en los medios de la generación beat, o posteriormente entre los hippies.
La obra de Hesse, como se puede seguir de todo lo dicho, contiene brillantes y sagaces embestidas contra las distintas formas de gregarismo, contra los métodos de domesticación humana (familia, instituciones religiosas y otras), mas junto a ello asoman ciertas dosis de misantropía y la reivindicación de un cierto tipo de individualismo radical que me atrevería a calificar de 'al vacío', y lo digo ya que se mantiene prácticamente ajeno a los condicionamientos sociales, históricos y políticos... como si se tratase de una estructura universal independiente; aspecto este último que se ve reflejado igualmente en su comportamiento ambiguo, donde los haya, en el campo de la política, reivindicando un pacifismo humanista teñido de un abstracto misticismo.
Si en líneas anteriores hablaba del autor de 'El juego de los abalorios' como un existencialista avant la lettre, podría calificársele también sin exageración de hippie avant la lettre, y quizá en esta vertiente resida otro de los motivos de su éxito. Podría afirmarse que en Hesse se percibe un romanticismo naturalista sin ambages, y así resulta acertada a todas luces la valoración que de él hiciese Walter Benjamín: 'Hesse es muy hábil, aunque quizá en un solo punto: dar cuenta de un paisaje sin ponerle alma y sin embargo convertirlo en el centro, no es una esquina. Su mirada está en medio, a medio camino, según una manera que le es muy propia, entre la contemplación del místico y la clarividencia de un americano'.
El absoluto amor a la naturaleza no es cosa exclusiva de su escritura, sino que define su auténtica manera de estar en el mundo. Revisando su vida pueden verse sus andanzas naturalistas, sus paseos, la pesca, el nudismo... sus distintas residencias campestres, siempre huyendo del bullicio urbano, editorial, publicitario, etc. Los paisajes paradisíacos como telón de fondo de sus labores jardineras y sus gustos frugales: pan, queso y una buena botella de vino eran muchas veces su comida. Las ceremonias le espantaban y buscaba cualquier excusa para escaquearse (a la ceremonia de entrega del premio Nobel no asistió -'reasons of health have prevented the poet from making the journey to Stockholm'). Se ha solido emparentar la obra de Hesse con la de Francisco de Asís, y sin lugar a dudas sí que es cierto que podría ponerse en boca del escritor germano aquella frase de Il Poverello en la que venía a decir que para vivir él necesitaba muy poco y de ese poco necesitaba igualmente muy poco. Costumbres sencillas , gusto por los placeres gratuitos, amor a la naturaleza... al tiempo que serias dificultades para extender tal amor a los seres humanos, y más en especial a las mujeres -aspecto que queda patente en algunas de sus obras en las que ellas son seres sin perfil psicológico, cumpliendo el papel de meras funciones- , y ello a pesar de sus tres matrimonios.
Esta casi exclusividad de dirigir el amor a la naturaleza queda nítidamente plasmado en las palabras de Peter Camenzind: 'siempre me fue más gozosa la contemplación de las nubes y de las aguas, al estudio de los hombres. Por eso fue grande mi sorpresa al darme cuenta de que el hombre se diferencia del resto de la Naturaleza por una capa de mentiras y falsedades que le cubre y le protege.'
El santo de Asís –de quien por cierto escribió una biografía- fue precisamente el que le ayudó a extender el sentimiento amoroso hacia sus semejantes.
Hesse escribía de lo que sabía, y lo que sabía lo lograba por medio de su propia vida. En muchos de sus libros se reflejan los aspectos que señalo: en los 'Cuentos' se ven retratos autobiográficos y muchos materiales que luego le servirían como andamiaje para sus novelas; en lo que hace al amor, ahí están sus relatos reunidos bajo el explícito título de 'Nuevos cuentos de amor' que retratan amores primeros, pasionales, llevados al límite... en una amplia gama de episodios, poéticamente tratados.
Un verdadero breviario del gusto por los sencillos placeres de la pura existencia supone 'El arte del ocio' en el que se elogia il dolce far niente, se embiste contra el productivismo, los costes de la industrialización, la masificación, la alienación y la pérdida del gusto por los placeres sencillos y gratuitos (pasear, mirar, oír...), por la senda transitada por Paul Lafargue, Robert Louis Stevenson, Bertrand Russell o Kasimir Malévitch. Se elogia la distinta relación de los orientales con el tiempo, que se refleja en la paciencia de la que hacen gala en el arte de contar-tanto los emisores como los receptores-. Certero manual para revalorizar el amor a la vida. ¿Ecologista avant la lettre, también ?
Para concluir, diré que podría ponerse en boca del escritor lo que alguien puso en la del pintor Cézanne: 'Lo que trato de traducirles es más misterioso, se encabalga con las raíces mismas del ser, en la fuente impalpable de las sensaciones'. ¡ Así Hermann Hesse!