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WASHINGTON D.C., 19 de octubre.- Aunque ninguno de los dos destaca especialmente por su sentido del humor, el Presidente estadounidense, Barack Obama, y el candidato republicano, Mitt Romney, sacaron a relucir su parte más divertida en la cena organizada en la noche del jueves por organizaciones católicas para recaudar fondos.
En la cena el anfitrión fue el cardenal Dolan, arzobispo de Nueva York.
Esta vez, el duelo entre ambos en Nueva York no aburrió a nadie. En el evento de caridad, organizado en el lujoso hotel Waldorf Astoria, Obama no dejó de hacer mención a los dos recientes debates "serios" que tuvo con Romney, aseguró DPA.
Ni la política es tan seria como dicen los políticos ni los políticos se llevan tan mal como aparentan ante el público. En el fondo, nada es tan trascendental como aparece en los periódicos, ni en las elecciones están en juego asuntos de vida o muerte. La política, en realidad, es algo mucho más sencillo y trivial, y, como se han encargado de recordar Barack Obama y Mitt Romney, debería también poder llegar a ser mucho más cordial. (Fotos Reuters)
"En el segundo debate estuve muy activo porque la siestecita que me dormí en el primero me dejó descansado", dijo el Presidente entre las risas de los asistentes sobre el primer encuentro, en el que resultó perdedor debido a su falta de reacción.
También Romney, considerado normalmente más bien seco, derrochó humor en el encuentro, al que convoca cada cuatro años el obispo católico de Nueva York durante la parte más dura de la campaña presidencial, con lo que introduce un poco de distensión en medio del estrés.
Obama no dejó de aprovechar el momento para lanzar algunos dardos contra el perfil de Romney como multimillonario, razón por la que sus críticos lo acusan de no tener en cuenta al "hombre común". "Hoy estuve de tiendas por el centro de Nueva York, mientras que el gobernador (Romney) estuvo comprando algunas tiendas", dijo.
El presidente hizo alusión también a las metidas de pata de su contrincante durante su gira por Europa. Obama recordó que cuando viajó al Viejo Continente antes de asumir el cargo fue recibido como una estrella, y eso le granjeó críticas en Estados Unidos. "Estoy impresionado de lo bien que ha evitado eso el gobernador Romney", aseguró.
Por su parte, el republicano recordó el discurso de apoyo que dio Bill Clinton a Obama en el congreso demócrata. Todo político necesita a alguien en quien pueda confiar y que le dé apoyo. "Yo tengo a mi hermosa mujer Ann, él tiene a Bill Clinton".
Después de dos debates en los que pelearon por un cargo y, se supone, por la ideas en las que creen, Obama y Romney se juntaron el jueves por la noche en Nueva York en una cena en el que el propósito es relajar los músculos, reírse de lo que hacen y, de paso, comunicarle a los ciudadanos que, aunque lo parezca, las elecciones no son tan importantes como para impedir que dos personas conversen amigablemente y pasen un buen rato juntas. A nadie le gusta perder unas elecciones, pero tampoco es el fin del mundo.
También él recordó las críticas que recibe por su fortuna, y bromeó diciendo que la cena en el Waldorf Astoria por fin le daba a él y a su esposa la oportunidad de "vestirse como en casa", señalando su esmoquin.
Para terminar, se despidió con un chiste con el Papa. Obama se encuentra con Benedicto XVI y le dice: "¿Sabe usted, Santo Padre? Lo que tiene que hacer cada vez que tenga un problema es decir que es culpa de Juan Pablo II".
Con ello, Romney se burlaba de la táctica de Obama de atribuir a menudo las dificultades de su mandato a una crisis heredada de su antecesor republicano, George W. Bush.
En la cena estuvieron presentes entre otros el exsecretario de Estado Henry Kissinger y el abogado Cyrus Vance, hijo el exsecretario de Estado fallecido en 2002. Según trascendió, la Iglesia habría recaudado unos cinco millones de dólares en donaciones.
La ocasión es un evento clásico de la política norteamericana, la llamada gala Al Smith, que se celebra desde hace 67 años en honor de un gobernador de Nueva York que fue el primer candidato católico a la presidencia de Estados Unidos. El propósito es el de reunir dinero para obras de caridad de la Iglesia Católica. Pero, por la costumbre desde 1960 de invitar a los dos candidatos presidenciales, se ha convertido en un acontecimiento de relevancia social y política. Los oradores recurren a sus mejores chistes para ridiculizarse a sí mismos y sus contrincantes.
En la gala Al Smith comenzó a perfilarse la victoria de John Kennedy sobre Richard Nixon, a quien no le fue muy difícil batir en el terreno del humor. En esa cena pronunció John McCain hace cuatro años el mejor discurso de toda su campaña, el más sentido, el más tierno. Las mesas están ocupadas por millonarios y gente que cuenta en Nueva York. Como dijo George W. Bush en una de sus intervenciones, “esta audiencia está dividida entre los que tienen y los que tienen más, algunos les llaman la élite, yo les llamo mi base”.