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LOS ÁNGELES, California, EE.UU., 14 de agosto.- Es probable que Elon Musk tenga una especial debilidad por el término revolucionario, y no porque sea un malogrado agitador de masas. Es el traje en el que está a gusto, la imagen que a juzgar por su trayectoria, sus proyectos, sus discursos y sus entrevistas le gusta proyectar.
"Un viaje a Marte, billete de ida y vuelta, medio millón de dólares: se puede hacer", dijo una vez, metido ya en el negocio de los vuelos suborbitales, con el estilo telegráfico de los que presumen de clarividencia.
El inicio de esa trayectoria sus devotos biógrafos de internet la sitúan a la edad de 12 años, cuando puso a prueba sus dotes de programador y creó un videojuego que luego vendió por 500 dólares. Desde entonces, la mayor parte de los pasos que ha dado tienen en común que son pomposos, rimbombantes, los de un hombre que no se contenta con simplemente hacer. Musk quiere cambiar el mundo.
Elon Musk.
Tesla Motors.
Su nombre y su apellido suelen figurar en la lista de magnates excéntricos que invierten sus fortunas en proyectos que a primera vista suenan descabellados, como Richard Branson y sus aviones galácticos o Jeff Bezos y su sueño de recuperar del mar los motores del Apolo XI. Luego, suelen demostrar que no era tan descabellados. La senda que ha recorrido Musk en sus 42 años de vida es un sostenido se puede hacer, desde la venta de aquel videojuego a una edad a la que otros niños tienen problemas con la tabla de multiplicar hasta, por ejemplo, la creación de un automóvil eléctrico susceptible de ser producido en serie. "Dentro de 30 años, la mayoría de los automóviles producidos en Estados Unidos serán eléctricos -dijo hace unos años, con su cada vez más marcada tendencia a hablar en términos mesiánicos-. Y no digo híbridos, digo totalmente eléctricos".
Musk nació en Pretoria pero huyó a Estados Unidos para no prestar el servicio militar en la Sudáfrica del Apartheid, así que probablemente se le puede incluir en el amplio grupo de los beneficiarios del sueño americano.
Allí, en su patria adoptiva, ha hecho de todo y a lo grande, como parece que le gusta: su primera empresa, Zip2, diseñada para gestionar las páginas web de medios de comunicación, la vendió a los 28 años por 22 millones de dólares. Luego cofundó PayPal, el principal portal de transferencias monetarias por internet, cuya venta (Musk no se está quieto, siempre tiene un nuevo proyecto en mente) le reportó 1,500 millones.
Después se pasó al negocio espacial: SpaceX, fundada hace una década, tiene por objetivo, entre otros, llevar turistas al espacio, incluso a Marte, y con ella construyó los primeros transbordadores comerciales que han llevado y traído carga de la Estación Espacial Internacional (ISS).
Tesla Motors es la materialización de su sueño de fabricar coches eléctricos... y baratos, aunque eso no lo ha conseguido.
Todo esto lo ha convertido en un personaje. En las listas de Forbes su fortuna figura como la 181 de Estados Unidos y la 634 del mundo. Se ha casado y divorciado dos veces y tiene cinco hijos, y hace poco, gracias o por culpa de los rumores que apuntan a que sale con Cameron Díaz, entró en la liga de los multimillonarios que flirtean con el jet set. Es decir, que no es sólo una máquina de trabajar. ¿Por qué no se retira?, le preguntaron una vez. Es joven, es rico, se puede dar el lujo de no madrugar cada día. "Porque me aburriría", dijo él. (Agencias)