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“Si nuestra sociedad fuera democrática, ese no sería un problema”, me espetó con energía un colaborador. “Pero ellos no son demócratas; son autoritarios…”, me dijo en tono ilustrativo.
¿Por qué son así las cosas? Este es el año 2011; los monárquicos, amigables con la inquisición, ya están muy atrás en nuestra historia. Yucatán fue vanguardista en más de una ocasión a lo largo de estos 520 años. Entonces ¿por qué están las cosas así hoy?
El acto criminal de redactar, imprimir, almacenar, meter en sobres y distribuir un libelo calumniador de individuos que manifestamos no estar de acuerdo con el actual régimen y sus actos —muchos, no todos— de gobierno y decisiones financieras, ¿se habrá de quedar impune? Hay saña, hay crueldad: hay espíritu inquisitivo. Los que hoy gobiernan Yucatán, qué habrían hecho en la era de La Inquisición? ¿Son herederos ideológicos de esas mismas tendencias?
Los ataques calumniadores en contra de gente del nivel de “pecador promedio” pero que lucha por mantener una sociedad que premie y solo vea como aceptable la decencia, la honestidad, la transparencia, la democracia y el respeto a los derechos humanos básicos, solo pueden quedar catalogados como actos criminales de intimidación con consecuencias muy difíciles de contrarrestar a nivel social: la calumnia difamatoria, al extenderse es prácticamente imposible de borrar, igual que es imposible reparar un homicidio.
Es grave, de gran gravedad, que el delito es cometido en pandilla por personas ligadas a puestos de poder público, personas que reciben sueldos que provienen de dineros de impuestos y contribuciones. Esto, es obvio, no puede quedarse impune.
La confusión que reina en México es producto de mentiras y calumnias. Todo parece indicar que el ancient régime solo conoce ese método para buscar su reinstalación. Estamos, amables lectores, ante un grave problema y algo definitivo debe hacerse para restaurar la legalidad. A eso nos estamos dirigiendo.