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Sábado 9 de junio.- Un roce con la nariz en el cuello, un arrumaco suave en la rodilla, un dedo que se desliza alrededor del lóbulo de la oreja Son caricias que podemos percibir como agradables y placenteras muestras de amor o como un verdadero ataque, según de quién procedan. Neurocientíficos del Instituto Caltech de California han descubierto que de establecer esta diferencia se ocupan neuronas presentes en el córtex primario somatosensorial del cerebro, que no sólo evalúa el contacto físico "objetivamente", sino también la carga emocional. Los resultados se publican hoy en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
Utilizando un escáner de resonancia magnética funcional, los investigadores observaron el cerebro de hombres heterosexuales que eran acariciados en la pierna a la vez que veían un vídeo de una mujer atractiva acariciando la piel, en unos casos, y el mismo vídeo protagonizado por un hombre, en otros. La primera experiencia les produjo placer, mientras que en el segundo caso los sujetos declararon sentir un rechazo visceral. Esa diferencia coincidió con la actividad registrada en la corteza primaria somatosensorial.
"Por primera vez hemos demostrado que esta zona del cerebro, que percibe si un objeto es liso o rugoso, también es sensible al significado social del contacto físico", aclara Michael Spezio, coautor del estudio, que añade que no procesamos por separado las características físicas y las emocionales de una caricia. "La emoción está presente desde el principio", concluye.
Su compañero de investigación, el holandés Christian Keysers, asegura que "nada en nuestro cerebro es totalmente objetivo". "Nuestra percepción está profundamente marcada por lo que sentimos hacia las cosas y las personas", añade. El hallazgo podría ayudar a modelar las respuestas sociales al contacto físico en las personas que padecen autismo desde edades muy tempranas.