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Artículo de Philip Ottermann publicado en The Guardian el sábado 13 de octubre.
Una de las críticas a la decisión del Comité del Premio Nobel de conceder el premio a la Unión Europea (UE) que he escuchado es que es un poco como el Oscar a la Trayectoria: al menos con 20 años de retraso y ante la muerte inminente del recipiendario. Otra, que la prensa británica de centro-derecha piensa que la decisión del Comité "va más allá de la parodia" y "es una broma de Santos Inocentes adelantada", que es la línea en la mayoría de los principales medios de comunicación europeos.
Estudiantes en Granada, España... Umberto Eco dijo el año pasado que "Erasmus ha creado la primera generación de jóvenes europeos." (Foto Nick White/Getty Images)
Esa crítica suena razonable, pero personalmente creo que es una tontería. El consenso hasta ahora es ver el Nobel como un galardón a los logros, al pasado, pero hay razones mucho más fuertes para verlo -igual que con Obama en 2009 - como un premio al potencial, hacia el futuro. Si tuviera que explicarlo en una palabra, sería la siguiente: Erasmus.
Erasmus es un programa de intercambio de la Unión Europea, establecido en 1987, que es muy popular en el continente, pero apenas se menciona en las secciones de negocios en el Reino Unido. Más de 2.5 millones de estudiantes de toda Europa han participado en el programa desde sus comienzos. El Reino Unido es uno de los destinos más populares, pero uno de los participantes menos activos, teniendo en cuenta su tamaño: en el año académico 2009-2010, el Reino Unido recibió a 22,650 estudiantes extranjeros, mientras que salieron al extranjero sólo 11,723.
Hay montones de personas que han entrado al intercambio de Erasmus y nunca regresan. Alemanes que se enamoran de españolas, griegas que se casan con franceses, polacos que tienen hijos con portuguesas. El novelista italiano Umberto Eco dijo el año pasado que "Erasmus ha creado la primera generación de jóvenes europeos." Lo describe como "una revolución sexual: un joven catalán conoce a una chica en Flandes -se enamoran, se casan y se convierten en europeos, al igual que sus hijos."
Personalmente, no puedo imaginar que estos padres y sus hijos fueran capaces de escuchar a un demagogo nacionalista pidiendo ir a la guerra y se quedaran impasibles. Protestarían. Y lo que es más importante: algunos de ellos probablemente lleguen a ser figuras destacadas en los medios de comunicación, en los negocios y en la política en los próximos 20 años, y cada vez van a pensar más allá de las fronteras nacionales. Si la crisis de la Eurozona se puede superar -y es un 'si' difícil- entonces hay una buena probabilidad de que siga un período de paz tan prolongada que los últimos 67 años se verán breves en comparación.
Británicos escépticos hacia la UE dirán que todos esos amoríos internacionales no se deben a aburridos burócratas de la UE, sino al libre comercio entre los Estados-nación. Pero, ¿quién se ha enamorado nunca en una reunión de negocios? La belleza de un proyecto como Erasmus es que ha permitido que se den reuniones entre jóvenes antes de que empiecen a pensar en el intercambio de capital, antes de que se pongan la máscara fría de comercio. Y de todos modos, ¿quién puede decir que un premio no debe ser romántico? Si de verdad creemos que nada garantiza la armonía intercultural tan eficazmente como el libre comercio, entonces se debería entregar el Premio Nobel de la Paz a Ronald McDonald. Eso sí que inspiraría al continente.
Manuel Barroso, presidente de la Comisión Europea, ha declinado hasta ahora decir a qué se destinarará el dinero del premio. Para España, que está recortando su contribución al programa Erasmus por falta de fondos, utilizar los 923,680 euros para extender el proyecto -no sólo para estudiantes, sino incluir a "taxistas, plomeros y otros trabajadores", como ha sugerido la Organización de Cooperación Económica (OCE)- sería una señal alentadora de Bruselas, sede de las instituciones de la UE.
Un premio Nobel de la Paz para la Unión Sexual Europea -eso es algo por lo que podríamos en verdad excitarnos.