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'¡Ah!', debió ser la expresión de varios radioescuchas. "Tenemos un servidor público de primer nivel". Mientras escuchaban las respuestas del nuevo jefe del Servicio de Administración Tributaria, Aristóteles Núñez, respondiéndole a Carmen Aristegui preguntas acerca de la condonación de 3,334 millones de pesos de parte del SAT a Televisa.
El jefe Aristóteles.
Carmen hizo su trabajo, y lo hizo bien: cuestionó a Aristóteles si la condonación de ese dinero a la televisora enviaba una 'señal' de incentivos perversos a la ciudadanía. Pero el jefe fue magistral. Aristóteles parecía una enciclopedia tributaria mental: con una velocidad destacada, recitaba artículos y apartados bajos los cuales se amparaba esa condonación, haciendo ver que ése contribuyente -Televisa- sólo había sido uno de muchos que se habían amparado a los beneficios de un programa para ponerse al corriente de adeudos fiscales.
Recuérdese el origen de la bomba mediática: la publicación de parte de un periódico de esa información, queriendo hacer ver que, como el contribuyente era Televisa, el trato que recibía era diferente. ¿Cuáles son las premisas con las que se arma una historia así? Fáciles: la idea gravitante en la mente de la gente de que Televisa está aliada al Gobierno, y de que los favores recibidos por el equipo actual en el poder están finalmente siendo pagados. Un complot: la trama favorita de los mexicanos (hay bastantes guionistas experimentados en buena parte del espectro periodístico nacional).
Pero lo que sí es de llamar la atención es la altísima calidad técnica del jefe Aristóteles. Aplausos de pie. Tenemos en él a un individuo capaz de instrumentar programas fiscales de amplio alcance, disertar públicamente ante la ciudadanía para explicarlos a cabalidad sus políticas, y aceitar el sistema tributario para que genere frutos constantemente en beneficio del aparato público.
Cuánto contraste se empieza a ver entre quienes nos gobiernan. Por un lado, el señor de la PROFECO, desfachatado, aferrado a su silla, sin que consumidor alguno le piense como su defensor legítimo. Y, por otro lado, Aristóteles, un jefe duro, pero a la vez afable, que con la ley en la mano tira por la borda a unos moros que traían tranchetes. (Carlos Mota/El Financiero)