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Qué complicadas se han puesto las cosasen el panorama político. Nunca han sido sencillas y estoy convencida deque buena parte de su encanto radica precisamente en ello. Sin embargo,no termino de entender en qué momento todo se desdibujó y nos metimos–o nos metieron- en este embrollo partidista/legislativo/electoral que,no sólo no nos permite avanzar, sino que ni siquiera nos dejavislumbrar el rumbo hacia dónde hacerlo.
Son muchos los factores involucrados.El presidente Calderón, antes de que terminara el 2009, nos dio unavance de lo que venía al enviar su propuesta de reforma política alSenado. Ese fue el punto de partida de una discusión que, suponíamos,cursaría la ruta tradicional: acuerdos, negociación, debate,reacciones, contrapropuestas, deliberación y aprobación; si no de toda,sí de buena parte de la propuesta con los agregados que los demáslograran colocar... O rechazo, en el peor de los casos.
Pero no... Nada puede darse por sentadoen la vida y mucho menos en política. No contábamos con que un asuntollegaría a dinamitar los equilibrios y pactos gracias a los cuales segobierna en este país. Me refiero desde luego al tema de las alianzas.Por las mismas fechas que el Presidente pulía los detalles de supropuesta de reforma, su partido –el PAN- afinaba –con el PRD- tambiénla estrategia para ganar, o al menos dar la batalla, en algunas de lasentidades que este año estarán en juego, buena parte de las cuales sondominadas total y contundentemente desde hace varias décadas por el PRI.
Los motivos que mueven a dos oponentesnaturales e históricos a aliarse pueden responder a diferentes causas.Vamos en primera instancia con Acción Nacional. Hay que recordar qué hapasado a recientes fechas en ese instituto político y que hoy lo colocaen esta posición que, al menos a primera vista, denota desesperaciónabsoluta. Después de la victoria en 2006 y el efecto Calderón, quellevó a las Cámaras una considerable cantidad de legisladoresblanquiazules, todo ha sido derrota. Ha perdido lugares en congresosestatales, presidencias municipales, gubernaturas y, tras laselecciones del año pasado, también esa mayoría legislativa que permitiótransitar con mayor soltura el primer trienio del sexenio calderonista.
Estas derrotas ocasionaron que GermánMartínez dejara la presidencia del partido, posición a la que llegó enbuena medida por su cercanía con el Primer Mandatario. Ignorando estaexperiencia, nuevamente se colocó en ese puesto a un incondicional delPresidente Calderón, que no enfrentó competencia alguna y despertóvoces que alertaban sobre el peligro de esa designación. El periodo degestión sería corto pero tenía frente a sí la responsabilidad de dar labatalla en las elecciones de este 2010, en las que se disputan 10gubernaturas y, sobre todo, se perfilará a los partidos rumbo a lacontienda presidencial de 2012. Tomando en cuenta que en varios de esosestados el PRI pareciera no tener ningún obstáculo para ganar y que elPAN es el único de los tres partidos "grandes" que no cuenta con unprecandidato presidencial sólido, ¿quién podría no estar desesperado?
El PRD, por otra parte, no tienepresencia significativa en una buena porción del territorio nacional,contrario a lo que ocurre en el DF y entidades como Zacatecas. Vienetambién de un proceso de desgaste interno, evidenciado, en primerlugar, por la gran cantidad de corrientes internas y por la divergenciade opiniones, ideologías y lealtades; y en segundo, por laradicalización de algunas de esas expresiones y la inminente ruptura.
Es aquí donde entra en el juego laimaginación y la pericia. Había que buscar alternativas que colocaranal PAN y al PRD en una situación de competencia real. Y de ahísurgieron las alianzas.
Tengo que decir que estoy a favor deellas. Creo profundamente que un escenario en el que caben variasexpresiones y más de una tiene posibilidad de ganar siempre serábenéfico para la democracia; creo también que hay figuras, líderesvisibles, capaces de aglutinar varias corrientes de pensamiento enbusca de un bien mayor, en este caso la alternancia; y no sólo creo,sino que estoy convencida de que es posible gobernar, de hecho es laúnica manera de hacerlo, en función de las coincidencias que seencuentran con las diferentes corrientes políticas. Está claro quetemas como el del aborto o el de los matrimonios entre homosexuales noserán parte de las agendas de estos gobiernos en el caso de ganar, peroseguramente sí lo serán el combate a la pobreza, el empleo, la salud yel bienestar de los habitantes de aquellas entidades.
Todo suena lógico hasta este momento,al menos para mí. El problema es que hay aquí un afectado con estaimaginativa solución: el PRI; el partido que, nada más y nada menos,tiene el control de la Cámara de Diputados y que, paradójicamentealiados con el Partido Verde, conforman una mayoría sin la cual esimposible aprobar algo. Y vaya que estamos en un momento en el quenecesitamos aprobar cosas.
Vivimos bajo un régimen políticoanacrónico, obsoleto, que a todas luces ha quedado rebasado por lasnuevas realidades. Desde hace varios años, no pocas voces se hanpronunciado por recomponer el sistema con el que se gobierna este país,que pasa por la representación popular, la participación ciudadana, laintegración de los Poderes de la Unión y su interacción entre sí. Urgetambién hacer reformas en materia fiscal, que permitan sanear lasfinanzas del país, encaminarnos hacia una recuperación económica sóliday una recaudación justa y generalizada. Urgen muchas cosas pero, alparecer, en el ánimo del gobierno, urge más ganar elecciones.
Las alianzas llegaron a enrarecer elambiente, nuestro ambiente, puesto que en otros países es un temacotidiano. No podemos olvidar que la alternancia democrática llegóapenas hace algunos años, que venimos de un régimen unipartidista y quetodo esto para nosotros es nuevo. Y como en todo, lo nuevo siempregenera desconfianza.
Reitero, estoy a favor de las alianzas.Sin embargo, el manejo que se les ha dado dista mucho de ser eladecuado. De entrada, todo indica que nuevamente las reformas pasarán asegundo plano y deberán esperar un mejor momento para concretarse.Además, lo que ha pasado en los últimos días obligadamente nos pone areflexionar: ¿de qué calidad son estas alianzas? ¿En qué casos llevancomo abanderado a un líder indiscutible, fuerte, que cuenta con elrespaldo de las diferentes corrientes políticas? ¿En qué medidaafectará que los militantes que no alcanzaron la nominación retiren suapoyo al candidato aliancista? ¿Vale la pena aliarse con otras fuerzasa costa de la ruptura interna? En resumidas cuentas: ¿cuál es el precioreal que tendremos que pagar por derrotar al PRI?
Si se caen las negociaciones en torno ala reforma política y la fiscal creo que habrá sido un precio demasiadoalto. El gobierno del Presidente Calderón habrá preferido algún triunfoestatal a costa de su legado, ese que lo pudo colocar como elmandatario que tuvo la suficiente visión para entender que los triunfosno sólo se miden en las urnas y a algunos les toma tiempo llegar. Quizásu valoración sea diferente, quizá las hipotéticas victoriasrecompongan a su partido y su gobierno y los metan de lleno en lacarrera presidencial, pero quizá también una derrota en la estrategiarepresente una de las más severas catástrofes para el PAN. Es unaapuesta demasiado alta pero, sin duda, pagamos por ver.