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Uno de los momentos más desesperantes que puedo vivir es durante aquellos diálogos durante los cuales, después de presentar en forma contundente e irrefutable una serie de datos que en forma evidente sustentan la afirmación de que el grupo A es mejor que el grupo B en el gobierno, los que te escuchan y tú escuchas te dicen que "na", hoy es el B.
Has explicado con todo detalle cómo el grupo A administra el dinero de los ciudadanos con todo cuidado, tanto que hace que ese dinero rinda. Este rendimiento se demuestra en obras concretas que, súbitamente, cuando los del grupo A están en el poder, ¡todo se puede hacer, hay dinero! Esas mismas cosas, cuando el grupo B está en el poder, ¡no se podían hacer, porque no tenían dinero!
Demuestras que, como los del grupo A aplican la ley a la letra, el rendimiento del dinero se traduce, por ejemplo, en una mayor construcción de casas a derechohabientes del Infonavit o del Fovisste. Cuando los del grupo A han tenido a su cargo esta responsabilidad, cosa que ha sido por mucho menos tiempo que lo ha sido para los del grupo B, han logrado que mucha más gente llegue a contar con su casa.
Cada dato duro, cada estadística concreta, demuestra que los gobiernos del grupo A generan mejores resultados en todos sentidos —incluyendo la atención y solución de problemas concretos— que cuando gobiernan los del grupo B.
La gran pregunta en nuestro país es por qué, a final de cuentas, cuando los votantes van a las urnas, ¡eligen con mayor facilidad a los del grupo B!