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CIUDAD DEL VATICANO, 26 de abril.- En vista de la gravedad de las filtraciones de documentos en el Vaticano, Benedicto XVI ha encargado, al cardenal Julián Herranz, la presidencia de una comisión de tres cardenales con «mandato pontificio a todos los niveles», para «investigar con autoridad y esclarecer plenamente esos episodios» según una nota oficial de la Secretaría de Estado.
El Papa con su turíbulo.
El cardenal español, de 82 años, fue durante largo tiempo el máximo jurista del Vaticano como presidente del Pontificio Consejo de Textos legislativos y responsable también de la comisión disciplinaria interna.
En su primera reunión, celebrada el martes, la comisión cardenalicia estableció su método operativo y el calendario de trabajo para descubrir a los responsables de filtrar cartas confidenciales dirigidas al Papa como la del arzobispo Carlo María Viganó, actual nuncio en Washington, sobre corrupción en la adjudicación de contratos de la Ciudad del Vaticano y en la comisión de banqueros que asesora al Vaticano, «preocupados más de sus intereses que de los nuestros».
Los otros dos miembros de la «comisión Herranz» son el cardenal eslovaco Josef Tomko, prefecto emérito de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, y el cardenal italiano Salvatore De Giorgi, arzobispo emérito de Palermo. Son tres purpurados con gran experiencia de Curia y de resolver problemas.
El «mandato pontificio a todos los niveles» significa que la comisión presidida por el cardenal Herranz no sólo investiga por su cuenta sino que integra y supervisa las otras tres investigaciones emprendidas por la secretaria de Estado, el fiscal del Tribunal Vaticano y la Gendarmería Vaticana. A su vez, responde directamente ante el Papa.
La filtración de documentos confidenciales -entre los cuales hay muchos importantes pero también otros anecdóticos, como el informe sobre un supuesto control para asesinar al Papa-, creó un clima interno de sospecha y de ajuste de cuentas que necesita pleno esclarecimiento para restablecer «la base de nuestro trabajo, que es la confianza reciproca», según el arzobispo sardo Ángelo Becciu, «numero tres» del Vaticano.
El problema es que probablemente están ya fuera del Vaticano otros documentos confidenciales, además de los publicados en febrero y marzo por un diario y una cadena de televisión italianas de baja audiencia, que los daban a conocer sin análisis o visión del conjunto del problema tratado.
A diferencia de «Wikileaks», en este caso los medios eran instrumentos de los filtradores, que no entregaban un dossier completo sino permitían ver en cada caso sólo una parte del mosaico, la que les interesaba divulgar, probablemente como maniobra contra el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado.
El problema fue abordado el pasado 17 de febrero en el encuentro de todos los cardenales del mundo para la creación de nuevos purpurados –entre ellos el español Santos Abril-, ya que el «estruendo» originado por el caso en la prensa italiana se saldaba a nivel internacional en un grave descrédito del Vaticano.