1624 palabras
Artículo de Robert D. Kaplan publicado en Stratfor
A medida que el mundo entra en la segunda década del siglo XXI, una nueva lucha por el poder toma forma entre India y China, los dos gigantes asiáticos por extensión territorial, población y riqueza cultural. El reciente lanzamiento de un misil indio de largo alcance (puede llegar a Pekín y a Shanghái) con capacidad nuclear es la última señal del desarrollo de un conflicto potencial.
Esta rivalidad deriva por completo de la geopolítica determinada por la alta tecnología, creando una dicotomía entre dos poderes cuyas estrategias de expansión geográfica a lo largo de la historia rara vez han interactuado o se han traslapado. Pese a la guerra limitada en su frontera en el Himalaya hace 50 años, la competencia es muy reciente y no conlleva animosidad étnica.
Mapa de la frontera India-China. Raya roja: fronteras discutidas. Los territorios en disputa, en color mostaza.
El hecho geográfico más importante entre los indios y los chinos es su frontera natural: la cordillera impasable del Himalaya. El budismo se extendió desde la India vía Sri Lanka y Birmania hasta llegar a Yunnan, en el sur de China, en el siglo III antes de Cristo, pero esta interacción cultural profunda es la excepción.
Además, la disputa acerca de la frontera en el Himalaya, en Cachemira del lado occidental a Arunachal Pradesh en el oriental, si es en sí misma una fuente de tensión, no origina la nueva rivalidad. La causa de ésta es el colapso de la distancia causado por el avance en la tecnología militar.
Una familia india duerme bajo un paso a desnivel. (AP)
De hecho, el arco de operaciones de los aviones de combate chinos incluye por fuerza espacio aéreo indio. Los satélites indios pueden vigilar China. Además, India tiene la capacidad de desplegar barcos de guerra al sur del Mar de China, aun cuando China esté ayudando a desarrollar modernos puertos en el Océano Índico. Así, India y China se observan con cautela. El mapa completo de Asia está en la mira de los estrategas de Nueva Delhi y Pekín, al quedar claro que las dos naciones con mayor población en el mundo y de considerable poderío militar se inmiscuyen en sus mutuas esferas de influencia -esferas de influencia que existen ahora en términos concretos de una manera imposible en tiempos sin nuestra tecnología.
Niños chinos.
Y esto, para no hablar de la expansión económica de China, que proyecta su influencia a los países del Océano Índico, como revela la intensificación de los proyectos portuarios en Kenia, Pakistán, Sri Lanka, Bangladesh y Birmania (Burma). Estos desarrollos ponen nerviosa a la India.
Ya que esta rivalidad es geopolítica -esto es, basada en las posiciones de India y China, con sus enormes poblaciones, en el mapa de Eurasia- genera poca emoción. En este sentido, es comparable al enfrentamiento ideológico entre Estados Unidos y la Unión Soviética en la Guerra Fría, que no tenían especial proximidad geográfica y sólo estaban divididos por una carga emocional pequeña.
La mejor medida de la rivalidad moderada entre China e India es compararla con la relación India-Pakistán, que son países contiguos. El muy poblado valle del río Ganges está a sólo 480 km del valle del río Indo. La tensión íntima entre Pakistán y la India simplemente no se puede aplicar a la relación de India y China. El resentimiento entre Pakistán y la India es de origen religioso: Pakistán es, para los indios del nooeste, la encarnación de todas las invasiones musulmanas a lo largo de los tiempos. Y está la historia de la partición del subcontinente, en 1947, que se puede considerar como un nacimiento sangriento de Pakistán y una mutilación para la India.
En cierta medida, el que la rivalidad India-China no conlleve este grado de pasión enraizada sirve a los intereses de la élite política de Nueva Delhi. La rivalidad con China eleva el estatus de la India por ser China una gran potencia a la cual India empieza a poder compararse. Las élites indias odian que se les equipare con Pakistán, un Estado pobre y semi-caótico. Prefieren la comparación India-China. Las élites indias están obsesionadas con China; las sino-élites se preocupan muy poco por la India. Esto es normal. En una rivalidad desigual, la potencia menor es la más obsesionada. Por ejemplo, los griegos siempre se han preocupado mucho por los turcos; no sucede lo inverso.
La fuerza inherente de China no es sólo por el tamaño de su economía o por la eficacia de su autoridad. También es geográfica. Es cierto que en las tierras altas la etnia Han está rodeada de minorías (mongoles, uigures, turcos y tibetanos). Sin embargo, Pekín ha incorporado estas minorías en el Estado chino hasta el grado de hacerlas manejables. Al mismo tiempo, China ha ido resolviendo sus disputas de frontera con los países vecinos, pocos de los cuales representan una amenaza. Asimismo, India comparte fronteras no sólo con Pakistán sino con Nepal y Bangladesh, países ambos exportadores de refugiados. También está la insurgencia maoísta naxalita, en el centro y el oriente de la India. El resultado es que mientras la Armada india puede desplegarse en el Océano Índico -y acosar a China-, el Ejército indio se ve constreñido a controlar problemas internos del subcontinente.
India y China compiten en una partida de póker por lograr influencia económica y militar en Nepal, Bangladesh, Birmania y Sri Lanka. Pero esos lugares quedan en su mayor parte dentro del subcontinente, así que China lleva los conflictos a su 'patio trasero', India.
Ubicación de Afganistán.
Así como el futuro de Afganistán es una prueba crucial para la India, el destino de Corea del Norte es un desafío para China. Tanto Afganistán como Corea del Norte pueden drenar recursos de India y China, pero aquí India parece tener una mejor 'mano', pues no tiene frontera con Afganistán, mientras que China sí la tiene con Corea del Norte. Así, un caótico Afganistán posestadounidense es menos problemático para la India de lo que un impredictible régimen norcoreano sería para China, que enfrentaría millones de refugiados en Manchuria.
Corea del Norte tiene frontera con China.
Aun considerando que la población India sobrepasará a la de China en 2030 y envejecerá más lentamente que la de su vecino, en términos relativos el futuro de la India puede ser más brillante. Por ineficaz que el sistema democrático indio sea, no tiene la falta de legitimidad del sistema autoritario chino.
Además está el Tíbet.El Tíbet, políticamente parte de China, colinda con el subcontinente indio en las fronteras del Himalaya. Mientras menos control ejerza China sobre el Tíbet, mayores ventajas geopolíticas tiene la India. Los indios han brindado refugio al Dalai Lama. Las manifestaciones de protesta de los tibetanos molestan a Pekín y convienen a Nueva Delhi. Si China llega a verse ante una insurrección tibetana, la zona de influencia de la India aumentará. En conclusión: si bien China es claramente la potencia más fuerte, hay posibilidades positivas para la India.
En rayas rojas diagonales, el Tíbet, perteneciente a China.
India y EE. UU. no son aliados formalmente. El establishment indio, nacionalista de izquierda, no lo permitiría. Mas simplemente por su posición saliente en el Océano Índico, en el corazón marítimo de Eurasia, el crecimiento militar y económico de la India beneficia a EE. UU., pues sirve de contrapeso a la cada vez más poderosa China. EE. UU. no quiere una potencia en el Hemisferio Oriental que sea tan fuerte como ellos mismos en el Hemisferio Occidental.
Así que, desde el punto de vista estadounidense, no hay mal que por bien no venga. India equilibra la balanza del poder chino, quitándole a EE. UU. parte de la carga que conlleva ser la potencia que domina el mundo.