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Artículo de Ann Gibbons publicado el 22-X-12 en la revista Science
Consumir una dieta de alimentos crudos (alimentación crudista) es una receta para el desastre si usted está tratando de aumentar la capacidad intelectual de nuestra especie. Eso se debe a que los seres humanos tendríamos que pasarnos comiendo más de 9 horas diarias para obtener suficiente energía de los alimentos crudos para nutrir nuestros grandes cerebros, según un nuevo estudio que calcula los costes energéticos del crecimiento de un cerebro o cuerpo más grandes que el de los primates. Pero nuestros antepasados lograron obtener energía suficiente para desarrollar cerebros con el triple de neuronas que los de los grandes simios como gorilas, chimpancés y orangutanes. ¿Cómo lo hicieron? Se pusieron a cocinar, de acuerdo con un estudio publicado hoy en línea en Proceedings, revista de la Academia Nacional de Ciencias (PNAS).
Los gorilas no pueden obtener suficientes calorías con su dieta cruda, por lo cual no su cerebro ya no evoluciona, según estos estudios.
Si usted come sólo alimentos crudos, no hay suficientes horas en el día para obtener calorías que basten para construir un cerebro tan grande, dice Suzana Herculano-Houzel, neurocientífica de la Universidad Federal de Río de Janeiro, Brasil, co-autora de la investigación. “Si tenemos más neuronas, es gracias a que el hombre aprendió a cocinar”.
Los seres humanos tienen más neuronas que cualquier otro primate -cerca de 86 mil millones en promedio, en comparación con cerca de 33 mil millones en los gorilas y los 28 mil millones en los chimpancés. Si bien estas neuronas adicionales funcionan en nuestro provecho, esto tiene un precio. Nuestro cerebro consume el 20% de la energía de nuestro cuerpo en reposo, en comparación con el 9% en otros primates. Así, un enigma de larga data ha sido de dónde sacaron nuestros antepasados esa energía extra para ampliar sus mentes a medida que evolucionaron a partir de animales con cerebro y cuerpo del tamaño de un chimpancé
Una respuesta llegó en la década de 1990 cuando en la Universidad de Harvard el primatólogo Richard Wrangham propuso que el cerebro de nuestro antepasado, el Homo erectus, comenzó a expandirse rápidamente hace uno 1.6 millones a 1.8 millones de años porque aprendió a asar carne y tubérculos. Lo cocido, argumentaba Wrangham, queda predigerido, lo que lo vuelve de más fácil y eficiente absorción para nuestros intestinos. Desde entonces, Wrangham y colegas han demostrado en estudios de laboratorio de roedores y serpientes pitón que estos animales crecen más, y más rápido, cuando comen carne cocida en vez de cruda, y que se necesita menos energía para digerir la carne cocida.
En una nueva prueba de esta hipótesis, Herculano-Houzel y su alumna, Karina Fonseca-Azevedo, ahora ya neurocientífica graduada del Instituto Nacional de Neurociencia en São Paulo, Brasil, decidieron investigar si una dieta de alimentos crudos limita el tamaño del cerebro o del cuerpo de un primate. En primer lugar, se contó el número de neuronas en los cerebros de 13 especies de primates (y en más de 30 especies de mamíferos). Encontraron dos cosas: una, que el tamaño del cerebro está directamente relacionada con el número de neuronas, y dos, que el número de neuronas se correlaciona directamente con la cantidad de energía (calorías) necesaria para alimentar un cerebro.
Después de ajustar la masa corporal, se calcula el número de horas por día que tardarían varios primates para obtener suficientes calorías de la comida cruda para alimentar sus cerebros. Encontraron que tomaría 8.8 horas para los gorilas; orangutanes, 7.8 horas; 7.3 horas para los chimpancés y 9.3 horas para nuestra especie, Homo sapiens.
Salvo manipulación humana, todos los animales irracionales son crudívoros, como este jaguar en un zoológico de Bogor, Indonesia, captado ayer por Beawiharta para Reuters.
Estas cifras muestran que existe un límite superior para la cantidad de energía que los primates pueden obtener de una dieta cruda sin procesar, asevera Herculano-Houzel. La dieta de un mono en estado salvaje se diferencia de la “dieta cruda” actual con la que los seres humanos obtienen suficientes calorías de alimentos crudos procesados en licuadoras y mediante la adición de proteínas y otros nutrientes. En la naturaleza, los cerebros de los simios no pueden evolucionar a menos que reduzcan el tamaño de su cuerpo, porque no pueden superar la cantidad de calorías que consumen en 7 u 8 horas de alimentación por día. Pero los seres humanos pueden superar ese límite gracias a la cocción. “La razón por la que tenemos más neuronas que cualquier otro animal vivo es que la cocción ha permitido este cambio cualitativo en el tamaño del cerebro,” afirma la investigadora. “Al cocinar, nos las arreglamos para eludir la limitación de cuánto se puede comer en un día.”
Este estudio muestra “que un mono no puede llegar a tener un cerebro tan grande como el de los seres humanos mientras siga la dieta común de un mono”, arguye Wrangham.
El paleoantropólogo Robert Martin, del Museo Field de Chicago, Illinois, está de acuerdo en que el nuevo documento “provee la primera evidencia de que las limitaciones metabólicas” de una dieta de alimentos crudos imponen un tope al tamaño cerebral o corporal entre los primates. “Esto podría explicar el cerebro pequeño de los grandes simios a pesar de su gran tamaño corporal”, argumenta. Sin embargo, “el jurado aún está deliberando” sobre si la cocción causó la primera explosión dramática del crecimiento del cerebro en nuestro linaje de Homo erectus, matiza Martin, o si nuestros antepasados comenzaron a cocinar más tarde, cuando el tamaño del cerebro volvió a aumentar significativamente, hará unos 600,000 años. En los registros arqueológicos constan fogatas desde hace 800,000 años, pero el uso generalizado del fuego para cocinar es más reciente.
Para Herculano-Houzel, nuestros cerebros todavía tendría el tamaño del de un simio selvático si el Homo erectus no hubiese jugado con fuego: “Los gorilas están atrapados con la limitación de lo que pueden comer en un día, los orangutanes también; el Homo erectus se hubiera quedado atascado ahí si no aprendía a cocinar”, dice ella. “Cuanto más lo pienso, más aprecio mi cocina. Es la razón por la que estamos aquí.”