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MIAMI, 22 de marzo.- El pianista cubano Bebo Valdés falleció hoy viernes 22 en Estocolmo, Suecia, adonde fue llevado por sus hijos después de vivir los últimos años en Málaga, España. Valdés tenía 94 años y padecía de Alzheimer.
Nacido el 9 de octubre de 1918 en el pueblo de Quivicán, en las cercanías de La Habana, Valdés fue uno de los exponentes más destacados de la época de oro de la música cubana en los años 1930, 1940 y 1950. Integró varias orquestas, entre ellas la de Armando Romeu. Tocó en los centros nocturnos más importantes de la capital como Tropicana, y fue creador de un ritmo, el batanga.
Son memorables también en su larga carrera las jam sessions en Tropicana con estrellas norteamericanas como Stan Getz y Nat “King” Cole y las grabaciones en vivo en Radio Cadena Azul con su orquesta Sabor de Cuba.
En 1960, el pianista, cuyo nombre completo era Ramón Emilio Valdés Amaro, salió de Cuba rumbo a México junto a Rolando Laserie y decidió emprender el camino del exilio.
Valdés vivió durante 40 años en Estocolmo, donde tocó en bares y hoteles. Allí también encontró un gran amor, su segunda esposa, la sueca Rose Marie, a quien conoció cuando él tenía 44 años y ella 18, y fue un gran motivo para que decidiera permanecer tan lejos del ambiente cubano.
“De Cuba extraño la gente y la comida”, dijo en entrevista con El Nuevo Herald en el 2006. “Recuerdo que en un viaje a Uruguay, Paquito D’Rivera me invitó a un restaurante donde me comí medio kilo de tasajo, ¡me sentía como en La Habana”, dijo con motivo de un concierto en Miami. Valdés grabó con D’Rivera Bebo Rides Again en 1994, considerado uno de sus mejores discos.
En esa misma entrevista Valdés recordó: “Tuve una niñez muy dura, cuando tenía 12 años no pude ir a la escuela superior, éramos muy pobres. Comencé a estudiar piano con Moraima González, una amiga de mi madre, durante tres anos; nunca me cobro. Después nos mudamos de Bejucal para la capital y en el 1937 entré al Conservatorio de La Habana”.
El pianista, que llevó su gran arte y elegancia para tocar el instrumento a su vida personal tratando a todos con afecto y humildad, fue un músico disciplinado que solía pasar diariamente una hora frente al piano repitiendo las escalas aprendidas hacía más de 70 años.
En el 2000, el documental Calle 54 del director español Fernando Trueba fue determinante para rescatar a una gloria olvidada de la música cubana. A partir de ahí comenzó una segunda etapa en su carrera que incluyó el gran éxito del disco Lágrimas negras con Diego el Cigala, por el que consiguió tres discos de platino en España y recibió uno de sus cinco Grammys. Los restantes son por El arte del sabor (2002), por el que recibió dos premios, y Bebo de Cuba (2006).
En el 2008, el joven cineasta cubanoamericano Carlos Carcas realizó el documental Old Man Bebo, que ganó el premio al mejor documental nuevo en el Festival de Cine de Tribeca, en Nueva York. Este tributo a la vida del músico lo sitúa, según los recuerdos de importantes colegas cubanos, en una casa del barrio habanero de Santa Amalia, donde entonces el joven Bebo ocupaba una habitación amueblada con un piano y hacía arreglos para Celia Cruz y Esther Borja. También se recogen imágenes de archivo de las presentaciones de Valdés y su orquesta en Radio Cadena Azul, donde una multitud de bailadores esperaba en las afueras de la emisora para aclamar al músico.
En el 2011 Berklee College of Music le otorgó a Valdés un Doctorado honoris causa.
Bebo y su hijo Chucho el 7 de mayo de 200, confirmación del Doctorado Honoris Causa otorgado por el Berklee College of Music de Boston.
“Como Celia Cruz y Cachao, Bebo Valdés es una de las grandes leyendas de la música cubana”, expresó el productor Emilio Estefan desde sus oficinas en Miami. “Su muerte es una gran pérdida para la música mundial. Bebo nos abrió el camino y nos inspiró a seguir adelante. Lo bueno fue que pudimos aplaudirlos”.
Para el musicógrafo cubano Cristóbal Díaz Ayala la muerte de la esposa de Valdés aceleró su partida. “Es cierto que Bebo ya tenía el Alzheimer’s, pero la muerte de Rose Marie, hace unos meses, precipitó su final”, dijo desde San Juan Puerto Rico, tras recordar que el verano pasado lo visitó en su casa de Marbella, España, y apenas lo reconoció. “Aunque al principio no me reconoció, sin dudas que le recordé a ‘alguien’. Entonces se sentó al piano y estuvo tocando por una hora”.
Díaz Ayala considera que Valdés era un compendio de todos los pianistas cubanos. “Tenía la elegancia de Ernesto Lecuona, el sabor de Antonio María Romeu y la creatividad de Anselmo Sacasas”, afirmó.
Medio retirado, en el transcurso de una enfermedad, el médico le dijo que ya no volvería a tocar el piano, a lo que él contestó: "Únicamente muerto".
“También era un arreglista de primera línea”, precisó sobre Valdés que trabajó en la emisora Mil Diez precisamente como arreglista, junto a Adolfo Guzmán.
“En lo personal Bebo era un caballero que sabía comunicarse con los músicos”, añadió Díaz Ayala.
La experiencia de Valdés en el ambiente bohemio en la Cuba de los años 1950 imprimió una chispa especial a la banda sonora de la película de animación Chico & Rita, dirigida por Fernando Trueba y con dibujos de Javier Mariscal. El tortuoso romance de un músico y una diva cubana del canto, que viajó tres décadas por ciudades como La Habana, Nueva York y por último Las Vegas, fue nominado al Oscar en el 2012.
En el 2008, el último disco de Valdés lo reunió con su hijo Chucho, uno de los pianistas más importantes del jazz y la música popular cubana: Bebo y Chucho Valdés, Juntos para siempre es un paseo por el cancionero cubano con temas como Son de la loma, Sabor a mí, Lágrimas Negras y La Gloria eres Tú, y especialmente, el bolero Tres palabras, de Osvaldo Farrés.
“Hemos perdido una de las glorias de nuestra música de todos los tiempos”, expresó el productor musical Nat Chediak, quien además mantuvo amistad con Valdés.
“Aunque dejó a Cuba al comienzo de los 1960, nunca dejó de quererla. Así lo demuestra su música. Los que lo conocimos de cerca hemos perdido un entrañable amigo, de los que puedes contar con los dedos de una mano. Si grande fue su música, así fue en persona; enternecedor en su simpleza y dedicación a su música, dotado de un inagotable sentido de humor. No recuerdo un sólo día que haya pasado sin acercarse a un piano”, añadió Chediak, que fue productor junto con Trueba de Calle 54 y de Juntos para siempre…
Por su parte, Willy Chirino destacó la importancia de Valdés para aquellos que crecieron lejos de Cuba. “Su música ha sido el sonido de nuestro Exilio y vivirá en las generaciones por venir”, afirmó.
Valdés tuvo cinco hijos, y además de Chucho, han hecho carrera en la música la cantante Mayra Caridad Valdés y Rickard, percusionista. (Nota de elnuevoherald.com)