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Diego Fernández de Cevallos apareció. Sus secuestradores lo dejaron libre después de haber pagado un rescate que lo dejó endeudado para el resto de su vida.
Por lo menos, eso es lo que Diego Fernández De Cevallos nos informa y algunos, como este servidor, creemos en sus palabras, en su versión de los hechos. La creencia en sus palabras tiene un doble fundamento: la congruencia de lo que nos informa y su razonamiento de lo que él llama “la dualidad” de su cautiverio.
Don Diego es una persona atípica en México. Acostumbra llamarle al pan, pan y al vino, vino. Lo hace en privado y en público. Tiene el grave problema de que muchos no creen lo que dice. Piensan que miente. Él afirma categóricamente que es un hombre que no miente. ¿Por qué tantos no le creen?
Ése era el plan: que no le creas. No el plan de Diego, sino el plan de los enemigos de lo que Diego representa realmente.
Lo que representa tiene enemigos porque hay personas que se consideran dueños de la patente de declarar que se luchará para mitigar la pobreza. Diego tiene la idea de que eso debe hacerse en forma integral y no con caridad, aunque no descarta ésta como un medicamento paliativo y momentáneo.
Entrevemos que sus captores son gente peligrosa. El secuestro se realiza en Querétaro. Sus captores parecen ser personas involucradas con el movimiento bélico de Chiapas. No es gente indecente, mala. Es gente, en todo caso, vengativa histórica. De que son delincuentes, ni duda alguna. De que son humanos, tampoco. De que saben cocinar para los secuestrados, don Diego nos lo ha atestiguado con gran claridad.
¿Es la explotación del hombre por el hombre un asunto “a voluntad”? ¿Está la solución en movimientos políticos? No lo creo. Ve la entrevista completa aquí: http://goo.gl/6eA6r. Debemos aprender a no dudar de la verdad cuando ésta nos aplasta.