531 palabras
Qué difícil es la vida en pareja. Qué difícil es amar a alguien y encontrarse con que el otro, igual que uno, es un universo lleno de contradicciones formado de experiencias, creencias, prejuicios, fantasmas, deseos, ilusiones y miedos muchas veces incomunicables a través de las palabras. Y sumemos además otras variables como la profesión, que en algunos casos es particularmente absorbente y deja poco margen para la vida del corazón, los amigos y las exparejas que causan celos y territorialidad, los fracasos amorosos del pasado que nos hacen dudar del presente o incluso pasar facturas a la pareja actual por lo sufrido con alguien más. Todo en un crisol complicado que a veces genera el impulso de claudicar y huir.
Como terapeuta de pareja, me enfrento a esta complejidad todos los días. También mis vivencias personales me sirven para comprender con mayor profundidad los dilemas que traen las parejas al consultorio.
La costumbre, el aburrimiento, el desencuentro sexual, la falta de tiempo para construir y compartir buenos momentos, los agobios por el futuro de los hijos, las preocupaciones por el dinero, las diferencias en los niveles de energía de unos y otros, las crisis internas que se proyectan en la pareja y el manejo de los conflictos generan miedo, suspicacia, rencor, distancia, desconfianza, desamor e incluso circuitos sado-masoquistas muy difíciles de romper.
Silenciosamente, las relaciones se van desgastando con el paso del tiempo de manera irremediable. Cada quién reacciona ante esta realidad como puede y a veces de la peor manera: poniéndole más lejanía a la lejanía, es decir, distanciándose emocionalmente, enterrándose en el silencio y dejando de abrir el corazón para compartirle al otro lo que le pasa, lo que le duele o lo que no se atreve a decir; dándole así rienda suelta al hambre de novedad, creyendo que el aburrimiento o la rutina se verá mitigado por la presencia de otr@s, ya sean reales o fantaseados con los cuales distraerse de la realidad lo cual indica que una vez que la habituación se ha apoderado de una relación, el reto de mantener el fuego vivo es más una decisión voluntaria y mucho menos efecto de una pasión avasalladora.
A veces, cuando se es muy dependiente emocionalmente, vivir las dificultades del amor desanima. Darse cuenta de que ya no se es ni la niña de los ojos para el otro ni el hombre maravilloso para la otra, genera miedo al abandono; merma el amor por uno mismo y de manera paradójica, nos hace asumir actitudes que nos vuelven insufribles y detestables para quien nos ama y amamos. En un intento desesperado por recuperar el lugar del amante idealizado, nos podemos volver necesitados, desesperados, agobiantes, demandantes y alejar más a quien sentimos ya no nos ama "como antes".