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La de Hosni Mubarak es una fortuna personal estimada en 1,700 millones de dólares. De sus 83 años de edad, 65 dice haberlos destinado al servicio público, y dentro de éstos, 30 años los lleva en el ejercicio pleno del poder Egipcio, desde que arribó a la Presidencia de la República tras el asesinato de Anuar el Sadat, a manos de radicales musulmanes que se opusieron a la firma de paz con Israel. Ascendió al poder bajo una estela heroica, tras su participación en varias guerras, al frente de la fuerza aérea.
Esa inexplicable fortuna para un hombre del servicio público que pasó de héroe a dictador, es una de las mejores figuras que sintetiza y explica el motivo esencial que tiene volcados en las calles y apostados en la Plaza de Tahrir (la plaza de la liberación) en El Cairo, a cientos de miles de egipcios que claman por el cambio democrático y repudian la corrupción de una clase política que combinó negocios con gobierno, y está a punto de lograr la caída del último faraón.
Los jóvenes son los actores centrales de las manifestaciones y han hecho del uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (la telefonía móvil y el Internet) principalmente de las redes sociales como Facebook, uno de los instrumentos de ese movimiento democratizador que no necesariamente responde a los supuestos ideológicos o religiosos que se dan por sentados cuando del Islam se trata, sobre todo, si se produce cualquier signo de Intifada. Una juventud que ha sido capaz de tomar la plaza principal y resistir con piedras y palos a los matones de Mubarak, y simultáneamente la vemos por televisión resguardando el museo egipcio de El Cairo donde se conservan los tesoros de las dinastías faraónicas y la tumba de Tutankamon.
Que así esté sucediendo es una verdadera esperanza no sólo para el mundo árabe, sino para Occidente en general que necesita de ese enfoque como reforzamiento del sistema democrático y el estado de derecho en el que la corrupción no puede quedar impune, y el derecho a la información debe garantizarse plenamente como una de las posibilidades materiales más importantes que concretan estos valores.
Lo más significativo es que se trata de un oleaje que empezó en Túnez, tiene fuerte impulso en Egipto, despierta en Yemen y se asoma en Marruecos. Cuatro países donde los gobiernos han hecho esfuerzos gigantescos por controlar el Internet y restringir el acceso a páginas y redes sociales, no obstante que en el primero de éstos tuvo su sede hace seis años la cumbre mundial de la sociedad de la información. Con ese motivo tuve la oportunidad de estar en esa región del norte de Africa en el 2005 -eje esencial del mundo árabe-, y comprobar, al mismo tiempo que participaba en las discusiones sobre la expansión y gobernanza de Internet, las dificultades de acceso a la red en el perímetro más inmediato a la sede de la cumbre.
De ahí que me parezca sensacional escuchar y leer que la nueva Intifada tiene como su más fuerte base social a "los hijos del Facebook", como los ha llamado el premio Nobel de Química del año 1999, Ahmed Hassan Zewail, profesor universitario estadounidense de origen Egipcio, que ha publicado en su página de Internet una asombrosa interpretación de lo que allá sucede:
"En estos momentos difíciles, el Ejército se ha granjeado el respeto de las masas por actuar con profesionalidad a la hora de mantener la seguridad y la estabilidad, como guardián del pueblo. Con su voluntad de ser dueños del futuro y, al mismo tiempo, mantener la estabilidad, estas dos fuerzas, los jóvenes y el Ejército, están ofreciéndonos esperanzas de que pueda haber una transición ordenada. Es evidente que ha llegado la hora de que en Egipto se produzcan cambios fundamentales, no meras alteraciones superficiales. Existen varias razones para la rebelión actual que es preciso analizar para saber qué hacer ahora. El pueblo egipcio ha perdido la paciencia, después de mucho tiempo, con los juegos de poder entre los miembros del entorno del presidente a propósito de la sucesión y el nombramiento de su hijo, Gamal Mubarak, la falta de transparencia entre quienes ocupan los puestos de poder, y las elecciones fraudulentas que hicieron que en el último Parlamento hubiera una mayoría del partido de Mubarak y prácticamente nada de oposición".
Así como los jóvenes de Túnez, apoyándose en Facebook, Twitter y las revelaciones hechas por Wikileaks sobre la corrupción en ese país, consiguieron la caída del dictador, Zine al Abidine Ben Ali, los de Marruecos también toman la delantera y través de Facebook lanzan un movimiento para pedirle al Rey Mohamed VI, hacer cambios en su gabinete y derogar la Constitución y se convoca a manifestaciones para este próximo 20 de febrero. Según su principal organizador, Oussama el Khlifi, un marroquí de 23 años, la iniciativa tiene el apoyo de 12 mil internautas. Entre las principales demandas está que tome medidas para luchar contra la corrupción y que libere a los presos de conciencia. La red se convirtió en la principal arena de la disputa entre seguidores y detractores del Rey.
En el caso de Egipto, antes de que el gobierno restringiera el acceso a la red, el movimiento juvenil 6 de abril, tenía decenas de miles de seguidores. "Mañana revolución y libertad", colgó el movimiento antes del apagón. Los seguidores colgaban frases de aliento en árabe desde distintos países. "Yo ayer me apunté a su página de Facebook y he empezado a seguirles en Twitter", explicaba un joven beirutí.
Según el periódico español El País, "otras páginas de Facebook, como la de un grupo de jóvenes palestinos que promueven el cambio político en Gaza, se llenaban de mensajes animándoles a emular a los egipcios". "Ahora le toca a Gaza empezar la revolución juvenil. Egipto no es mejor que nosotros", dejaba colgado un internauta en el muro. "La gente está harta de regímenes corruptos y hereditarios", indica Bilal Daqmaq, un conocido clérigo salafista libanés. "Túnez, Marruecos o Siria tendrán que caer tarde o temprano y entonces Occidente se dará cuenta de que los regímenes que había apoyado ahora son inservibles".
Conozco algunas de las opiniones que restan importancia al papel tan determinante que las redes sociales están jugando, y han jugado, en el cambio que se produce en Medio Oriente. Pero hay hechos significativos que demuestran que esa instrumentalización ha resultado estratégica, por supuesto la más importante, es ver cómo los medios tradicionales se nutren de los contenidos de esas páginas, la televisión abrevando del reportaje ciudadano, del periodismo civil que se coloca en los muros de Facebook y de la cantidad de textos que merecen retweet entre los universitarios árabes del mundo.
Quizá el que mejor nos da cuenta de esa importancia, porque siente pasos en la azotea toda vez que cayó su vecino más querido, es el Presidente de Libia, Muamar el Gadafi, que, utilizando la televisión para hablarle a sus jóvenes, dijo: "También vosotros, hermanos tunecinos, estáis leyendo quizá los kleenex y esa palabrería en Internet" (Kleenex es como llama Gadafi a Wikileaks). "Cualquier inútil, cualquier mentiroso, cualquier borracho, cualquier drogado, puede decir lo que quiera en Internet, y vosotros lo leéis y os lo creéis. Son palabras que salen gratis. ¿Vamos a convertirnos en víctimas de Facebook, y el Kleenex, y YouTube?".
Obviamente muchas de estas cosas no es posible detectarlas en la televisión mexicana, carente no sólo de un sentido internacionalista para explicar el impacto que tendrán esas revueltas árabes en el mundo y en nuestro país, sino más bien conscientes de que la red, libertaria en los rincones más dogmáticos del planeta, es la competencia más próxima a su política de adormecimiento y distracción.
Posdata.- "Italia no es un burdel", bajo este lema miles de italianos salieron ayer a la calle para protestar contra el primer ministro de Italia, Silvio Berlusconi -también magnate de la Televisión privada que acapara el 46% de las frecuencias- quien enfrenta una creciente indignación ciudadana por sus excesos de carácter sexual con modelos y prostitutas, así como el abuso de una menor.
Ya la revista Proceso había adelantado esta semana, en un excelente trabajo periodístico firmado por Cinthia Rodríguez, la tormenta que se le vendría al ministro Italiano, al ser acusado formalmente por un tribunal de Milán.
La protesta estuvo encabezada por dos de los más destacados intelectuales de Italia, los escritores Umberto Eco (En el Nombre de la Rosa) y Roberto Saviano (Sodoma y Gomorra). Aunque se ha reconocido de entrada como un movimiento quizá minoritario para lograr la dimisión del mandatario, Eco ha puesto énfasis en que se trata de una afirmación de dignidad ciudadana para salvar el honor de Italia, "hemos venido para recordar al mundo que no somos un país de proxenetas". No hay duda que la fuerza moral de una denuncia como ésta se expandirá rápidamente y puede obligar a la celebración anticipada de elecciones.
Y he ahí, en el ejemplo de este caso la muestra más grotesca y dolorosa a la vez, de entregarle al frívolo poder de la Televisión el poder político de una nación (¡en dos ocasiones¡) para manejar al gobierno como manejan la pantalla chica. Sostengo que entre otros riesgos, ese es el que se juega en el futuro mexicano de la sucesión presidencial, pues no representa otra cosa el proyecto de Enrique Peña Nieto, invento de Televisa, que la intención de una transferencia de poder político a la voracidad insaciable de ese grupo televisivo.