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Vamos a llegar a la triste conclusión de que no se pudo. No se pudo hacer el cambio que México necesitaba. Estuvimos en el borde del cambio, pudimos oler el cambio; pero, a final de cuentas, el cambio no se pudo dar.
Todo se ha mediatizado en forma negativa. Los que llegaron al poder, por desgracia, tampoco son “raza pura”. Entre ellos hubo mezcla. Y por desgracia esa mezcla estuvo llena de genes de los que solo entienden el México en que la ley es un punto de referencia pero no un pacto que todos habrán de obedecer. La ley, al estilo histórico del siglo 20, es solo un instrumento al servicio del estado, del poder totalitario: se aplica a quien no se ajusta a los dictados del único estado que el mexicano parece entender.
El estado no es el gobierno que emana de la sociedad, sino un grupo que existe para evitar que la sociedad tenga poder real. La sociedad es una suma de corporativismos políticos, de intereses encontrados que un “coordinador” de la política se encarga de equilibrar. La democracia es incomprensible, porque requeriría la aceptación de lo que la mayoría o la minoría mayor decida. Y cuando la mayoría o la minoría mayor decide una ley, salen a la calle los que son afectados por esa ley, rompen edificios, queman vehículos y viven en una eterna protesta porque se aprobó lo que a ellos no les convenía.
En un país en donde los grupos en desacuerdo con alguna forma de ley solo entienden una oposición descalificadora, con grupos corporativos que solo entienden la búsqueda irrestricta de sus intereses de gremio, la democracia es imposible.
Las alianzas planeadas entre 2 partidos que buscan la manera de que el partido que en 2006 quedó en tercer lugar no vuelva a estar en posición de poder absoluto en México, no han podido consolidarse porque no existe el sentido de la democracia. Este sentido exige la renuncia a los intereses personales o de grupo. El político que creyó ganar en 2006 —pero que no fue soportado ni por los votos contados por 1.2 millones de mexicanos ni por los magistrados del máximo órgano legal electoral de la nación— ahora actúa a favor de ese partido que en 2006 quedó en tercer lugar. En ese partido comenzó a militar, allí aprendió a hacer lo que en México se llama “política” y a eso mismo regresará. Pertenece al conjunto de personas que solo conocen el método de hacer “política mexicana” que ese partido del tercer lugar de 2006 entiende.
Pero el tercer lugar de 2006 no está solo. Lo acompañan millones de mexicanos que solo entienden el tipo de politica que en forma sabia el partido 3-2006 ha adoptado y ha promovido a lo largo y ancho del territorio nacional. Las derrotas del partido 1-2006 han sido tanto a nivel de poder logrado como a nivel de intento de victorias. Han perdido uno a uno los lugares en donde alguna vez ganaron. Y la principal razón de perder radica en el hecho de que muchos de los miembros de ese partido, el 1-2006, están totalmente contaminados por el gene del partido 3-2006: llevan un autócrata en su interior y solo ese tipo de política entienden.
El partido 3-2006 se caracterizó siempre por utilizar las leyes mexicanas según sus necesidades de poder se lo exigieran. Así, metió a la cárcel a personajes que merecían un escarmiento por su actitud de rebeldía en contra del autoritarismo que solo puede tener éxito en medio de una disciplina férrea, que no admite un solo parpadeo.
Los que parpadearon hoy están fuera: son los del partido 2-2006. Todos ellos provienen del 3-2006. Se fueron porque buscaban un ambiente democrático y por ello su partido lleva ese concepto como parte de su nombre. Por desgracia es eso precisamente lo que no entienden ni remotamente. Los peores espectáculos nacionales que en forma evidente violan cualquier principio democrático, han sido perpetrados por los del partido 2-2006.
En la ciudad más rica, populosa y de mayor clase media del país, el partido de la izquierda lleva la delantera casi “natural” desde 1994. El partido 1-2006 lleva el segundo lugar en esa gran ciudad. El partido que entiende mejor la idiosincracia del mexicano, el partido 3-2006, nos demuestra que sus políticas son rechazadas por la sociedad educacionalmente más alta del país cuando vemos que en el centro urbano más grande el país, es la última “fuerza” electoral.
Pero, ¿qué sucede en estados como Nuevo León y Chihuahua? ¿Por qué en las urnas decidieron regresar al partido que en la gran urbe es el tercero? A nivel puramente especulativo debemos decir que son estados en donde el poder real radica en los grupos empresariales de las PYMES; representan grandes volúmenes de gente y fuerte influencia en los impuestos. Estos grupos han preferido un sistema de gobierno con el que se pueda negociar suave y pacíficamente la ley, en vez de sujetarse en forma estricta a la letra de la misma.
Es allí que el presidente 2006-12 arriesga todo su capital político cuando decide combatir en forma estricta a los grupos de lo que se ha llamado “crimen organizado”. En realidad se trata de grupos de gente fuertemente armada principalmente relacionada con la producción, comercio, tráfico y defensa de drogas prohibidas industrialmente, aunque permitidas en la ley mexicana a nivel de consumo personal.
Se trata de gente que usa en forma constante armas de calibre tan potente como las que según la ley solo el ejército mexicano debería tener permiso de usar. Se trata de armas que entran a México principalmente en forma ilegal desde los Estados Unidos, en donde la enmienda 2 les da a los ciudadanos de ese país un derecho casi sagrado de poseer cuanta arma les plazca. En México todo lo contrario es lo que la ley permite. La producción de armas en los Estados Unidos es a tal grado elevada que deben encontrar salidas para todo el excedente que generan. México ha sido una excelente opción, sobre todo considerando la poca eficiencia del mexicano para vigilar su frontera.
Además de enfrentarse al gobierno federal, esos grupos fuertemente armados se enfrentan entre sí. Cuando eso hacen se producen escandolosos estallidos de violencia, con grandes cantidades de personas no relacionadas con los pleitos que mueren en el “fuego cruzado”.
Las fuerzas mexicanas dirigidas por el gobierno federal han provocado alrededor de 1200 muertes en enfrentamientos directos con los grupos fuertemente armados. Alrededor de 50 de esos 1200 han sido civiles neutros, jóvenes, niños, mujeres, todos ellos sin relación alguna con quienes han muerto. Se trata de alrededor de 50 que han muerto en las acciones en que han intervenido las fuerzas federals como el ejército o la marina.
Pero la lucha entre grupos armados de los carteles ha generado unos 38,000 muertos pertenecientes a diferentes bandos. ¿De qué se habla en México? De que el gobierno ha generado 39,000 muertos por la guerra del presidente. No se manejan, jamás, los números reales involucrados en el problema.
Lo más interesante es que la mediatización de una lucha que debería ser aplaudida todos los días por todos los sectores de la sociedad mexicana, ha hecho que la lucha sea la la duda máxima entre millones de mexicanos que hoy no saben lo correcto. Es muy difícil saber qué es lo “correcto” cuando el bombardeo mediático todos los días insinúa que lo que está sucediendo, a final de cuentas, “está mal”, es “incorrecto”, no es lo que “debería hacerse”, viola “derechos humanos” y cosas similares.
El partido 3-2006 tuvo el poder en México durante casi 100 años. Jamás combatió ni la ilegalidad ni el crimen —organizado o desorganizado— ni las roturas de la ley. Solo negoció y utilizó a todo tipo de criminal —de cualquier color de cuello— para que pudiera mantenerse aferrado al poder. Por algo ese discutible personaje mexicano de finales del siglo 20 exclamó —amén de haber dicho que “no se hicieran bolas”— que los mexicanos, en 2000, no votaron por un cambio de partido, sino por un cambio de régimen. Cierto: eso creíamos muchos. Y, sí, es correcto, eso es lo que se pretendía.
Pero el nuevo grupo pronto se vio efectivamente acosado por los representantes de la transa, la imposición, la oscuridad, el autoritarismo y el populismo cuidadosamente dirigido para mantener un grupo de muchos en turno que solo tienen un objetivo: eventualmente, ocupar ese poder total que les permite ascender en forma definitiva en la escala económica e, incluso, en un descuido, en la escala histórica.
El acoso se dio, en primera instancia, a nivel mediático. Ellos, los del siglo 20, habían gozado de un poder total; una sociedad en la que los medios de todos los niveles estaban efectivamente controlados. Solo se podía decir aquello que el sistema permitía. Los programas de radio y televisión eran celosamente monitoreados por la todopoderosa secretaría de gobernación. Una palabra bastaba para que, sin derecho alguno a apelar, un locutor, editor o director de programa o noticiero, fuera removido de su cargo.
Los que les habían dado el “permiso de ser” a los medios que existían en 2000 se quedaron sin el poder. Los que ascendieron al poder en ese “cambio de régimen” no tenían ni la más remota idea de cómo controlar esos medios. De hecho, traían la democrática convicción de que la libertad de expresión era un asunto serio y venían con la intención sagrada de respetar esa libertad hasta sus últimas consecuencias.
Y las últimas consecuencias de ese respeto absoluto han sido las que vemos hoy en las encuestas de la intención de voto para el año 2012: ellos sabían muy bien qué es lo que sucedería con los que ocupan el poder público cuando no tienen los medios a su favor. Sabían muy bien que así podrían destruir a los que en 2000 entraron a generar ese nuevo régimen que apunta a desaparecer en 2012.
¿Cuándo tendrán los mexicanos una nueva oportunidad para darse un nuevo régimen? Los que tomarán el poder en 2012, realmente, jamás lo han dejado de tener. Algún pacto con la Virgen de Guadalupe u otro extraño fenómeno del universo ha hecho que, en forma constante los que tomaron el poder ejecutivo en 2000 jamás tuvieron la concesión del votante mexicano de entregarles un congreso con mayoría. El final de esa década se da con los que tuvieron el tercer lugar en 2006, estando, desde 2009, en un total primer lugar. Ellos gobiernan; se hacen las leyes que ellos permiten.
Finalmente, están buscando la manera de que el poder del Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas —el presidente del país— ya tenga limitaciones en cuanto al uso del ejército. En otras palabras, le quitarán eso de “Comandante en Jefe” que aparece, tal cual, en la misma Constitución.
¿Qué buscan? Regresar al modo de vida en el que la ley es una referencia y un instrumento que se usará para aplicar a esos agentes rebeldes que impiden un autoritarismo suave en todas las acciones de gobierno. Buscan que los grupos de poder vayan tomando sus turnos por tiempos, aferrados en forma total a una disciplina de partido que ellos llaman “unión”.
Es muy difícil que los mexicanos se den cuenta de lo que fue bueno, de lo que significó un verdadero avance durante esta década de cambio de régimen. La simple aplicación de las leyes existentes —en vez de usarlas para negociar políticamente— ha hecho que el país no quiebre —hoy tiene la reserva más alta de la historia, elevada 9 veces por encima de lo que fue recibida en 2000—, ha hecho que más mexicanos cuenten con una casa propia —1 de cada 4 casas existentes en el país fueron hechas durante esta década—, ha impedido la quiebra de PEMEX, ha incrementado la seguridad médica social a casi 100% de los mexicanos, aumentando el número de asegurados y con derecho a atención médica hospitalaria a 3 veces el número que tenían ese mismo derecho al comenzar la década, ha desaparecido la deuda pública externa como un elemento de importancia, ha mantenido el déficit público en niveles que le han dado a México un nivel de inflación más bajo que el de la misma Inglaterra —haciendo posible la navegación entre la crisis de 2008-09 en forma imperceptible para la economía del país, en tanto que economías aparentemente más sólidas han colapsado prácticamente.
¿Cuántos entienden que lo que no se logró fue precisamente porque los protegidos de la Virgen De Guadalupe, con su mayoría en el congreso, jamás permitieron reformas legales significativas?
¿Cuándo, después del 2012, volverán los mexicanos a tomar la decisión de darse en forma definitiva un nuevo régimen que no le destruyan los medios? Quizás esta vez los responsables de los medios ya habrán aprendido a vivir en un ambiente de libertad de expresión sagrada. ¿Cómo se enfrentarán a los del siglo 20 que jamás toleraron esa libertad?
Muchos quisiéramos vivir para ver el desenlace. Lo cierto al caso es que todo apunta a que a partir de 2012 México comenzará a retroceder. ¿Qué tanto permitiremos? Hoy podemos aún detener esa catástrofe; sin embargo, cabe preguntarse si no es necesario este “cambio” hacia atrás para que se reconozca finalmente lo que realmente sucedió en la docena de años que empezó en 2000.