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Es común encontrar en las noticias, arrestos, denuncias y relatos dolorosos causados por la explotación sexual, fenómeno complejo multifacético a veces imperceptible pero que lastima a nuestra sociedad.
La trata de personas produce millonarias ganancias para un reducido grupo que conforman esas redes delictivas, a la vez que generan un profundo dolor en las miles de víctimas que por ignorancia, necesidad o ambición caen en manos de sus victimarios.
Todos los días miles de mujeres son trasladadas de un lugar a otro en nuestro estado, país y el mundo, para ser explotadas en condiciones de prostitución; son sometidas a las más crueles vejaciones por hombres que alquilan sus cuerpos y son varios los mecanismos que utilizan los delincuentes para "enganchar" a jóvenes que, en su afán por mejorar sus condiciones de vida laboral, afectiva y económica, acceden a hacer lo que les dicen. Todo empieza con un enamoramiento que pareciera sincero, posteriormente la seducción, el rapto y la venta.
Son horrendos y desgarradores los testimonios de quienes han sido víctimas de trata; no sólo pierden la fe y la esperanza, sino que desean la muerte y se avergüenzan de sí mismas, hablan de los hombres con el más cruel desprecio e intentan sobrevivir a una sociedad que pareciera ignorar el problema.
En el ámbito internacional, las redes han ido creciendo; así también se han implementado mecanismos legales para castigar este delito. México y Yucatán ya tienen una legislación vigente que permite la persecución de oficio y el castigo severo no sólo a quienes comercien con las personas, sino a quienes "compren" o funjan como clientes; asimismo, hace unas semanas se aprobó en la Cámara de Diputados castigo económico y corporal a quienes publiquen y anuncien pornografía y servicios sexuales.
Es triste pero real que Yucatán no está exento de las redes de trata; muestra de ello se dio hace unas semanas cuando nueve lenones fueron detenidos y remitidos al Cereso tras descubrirse, gracias a la denuncia de una madre de familia, que estudiantes de 15 años de edad estaban siendo utilizadas y vendidas en 2,000 pesos, de los cuales $400 eran para la menor y el resto para los delincuentes, y que sus servicios sexuales eran contratados vía telefónica y por internet.
Tales hechos deben ser un llamado de atención para nuestras familias: tenemos que estar atentos de lo que ocurre a nuestro alrededor y estar pendientes de la actuación de nuestros hijos, saber en todo momento quiénes son sus amigos y qué es lo que miran en internet. Así también, si detectamos una posible explotación, debemos denunciar sin temor, ya que de nuestras acciones vendrá la libertad de miles de esclavas que en pleno siglo XXI sueñan con la paz en sus cuerpos y almas. adrianadiazbuctzotz@hotmail.com