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JORDANIA.- Dos días después del linchamiento y muerte de Muamar Gadafi, el primer ministro libio, Mahmud Jibril, ha anunciado la celebración de elecciones en un plazo de ocho meses para componer un 'consejo nacional' que se encargue de la redacción de una nueva Constitución y organice la formación de un gobierno provisional.
'Las primeras elecciones deberían tener lugar en un plazo de ocho meses, como máximo, para constituir un consejo nacional de Libia, una especie de Parlamento', declaró Jibril desde Jordania. Este consejo tendría dos misiones: la redacción de un borrador constitucional sobre el que se desarrollará un referéndum, y la formación de un Gobierno interino que duraría hasta la celebración de las primeras elecciones presidenciales'.
El primer ministro libio, Mahmud Jibril, este sábado en un acto de Foro Económico Mundial en el Mar Muerto. (EFE)
Colas para ver el cadáver
LIBIA.- Tirado sobre una manta. Desnudo de cintura para arriba. Despojado de sus túnicas extravagantes y con el pecho ensangrentado, Muamar Gadafi yace en el mercado central de Misrata.
Cuatro décadas en el poder, mansiones y millones derrochados no sirvieron para distinguir al dictador de los miles de caídos en la revuelta en el momento de su muerte. Sus palabras amenazantes, mudas frente a los insultos que le profieren los civiles que durante todo el día han hecho cola a las puertas de este lugar para ver su cuerpo.
No vienen en señal de duelo, vienen para mostrar su odio. Acuden en familia, como Fuad que trae a su hijo Alí 'que se llama igual que mi padre, al que nunca conoció porque le mató este canalla: quiero que el niño le vea la cara de cerca y no olvide nunca quién mató a su abuelo', asegura mientras levanta los dedos al cielo al grito de '¡Dios es grande!', auténtico salvoconducto en la nueva Libia. 'Huele como todos los muertos y está amarillo como todos. ¿Qué tenía de superhombre? Nada, absolutamente nada', piensa Rafah, ex veterano del ejército libio, que se acuerda en estos momentos de los 'miles de jóvenes que ha perdido Misrata por su culpa'.
El cadáver de Moamar Gadafi sobre un colchón en el cuarto frío de un mercado de vegetales cerca de una mezquita en las afueras de Misrata, el viernes 21. (Foto Philippe Desmazaes / AFP / Getty)
Regocijo del público El mercado central es también la base de la Brigada Faslum, una de las más de cien que hay en Misrata y a la que le ha correspondido la responsabilidad de cuidar el tesoro más preciado desde que estallara la revolución. Uno de los mandos de este grupo que durante 24 horas custodia el lugar piensa que 'lo mejor sería hacer como los estadounidenses hicieron con Osama bin Laden: tirarlo al mar y olvidarnos para siempre. ¿Acaso merece algo mejor?'. El coronel Bashir Alí es más diplomático y responde que 'nuestro trabajo es tener el cuerpo a buen recaudo. Lo que se haga con el mismo ya no es decisión nuestra. Además, somos musulmanes y por eso creo que debemos enterrarle como cualquier musulmán se merece'.
El debate sobre qué hacer con el cuerpo ha silenciado la polémica suscitada por la posible ejecución del dictador a manos de sus captores. '¿Ejecución? No hay nada que reprochar. Tenía que morir para pagar por todo lo que hizo. Y ha muerto', considera Fuad, un estudiante de Farmacia que ha venido desde Trípoli exclusivamente para ver el cuerpo. Después de salir de la enorme cámara frigorífica repasa las fotos capturadas con su teléfono móvil y niega con la cabeza: 'No puede ser él, no puede ser él... está muerto de verdad'.
Al pueblo libio le costará quitar de sus mentes cuatro décadas de omnipresencia de Gadafi y por eso estos primeros días son de shock para la mayoría que ve en la televisión las imágenes de la captura una y otra vez, una programación en bucle que los medios locales emiten sin parar y que en Libia, por su impacto, son el equivalente del impacto de los aviones en las Torres Gemelas de Nueva York el 11-S.
Ya forman parte del subconsciente colectivo. 'Hoy es el día más feliz de mi vida y he venido aquí para celebrarlo, sin más', declara Mohamed, joven miliciano que, ayudado de una muleta, hace cola con paciencia a que llegue su turno: 'Y es la segunda vez que hago cola. No me pienso mover de este lugar'. Junto a él, un grupo de amigos que la víspera estuvo en Sirte y asistió en directo al histórico momento de la captura. 'Era a las afueras de la ciudad', recuerdan, 'los mandos ya nos habían avisado de que podía haber alguien importante en la zona debido a la dureza de la respuesta que estábamos encontrando. Uno soñaba con cazar a Gadafi, pero parecía solo eso, un sueño', afirman orgullosos.