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Una vez más, la estamos regando como nación. Encontramos la manera de pudrir, de echar a perder, de convertir en un problema y elevar nuestros costos con algo que debió haber servido para todo lo contrario.
Cuando el SAT lanzó la invitación para que las empresas adoptaran la facturación electrónica, la respuesta fue lenta, engorrosa, perezosa. Todos dejaron todo para el último momento. El SAT puso su regla: Si facturas electrónicamente en 2010, puedes continuar haciéndolo en 2011. Muchos fueron los llamados, pero muy pocos los que acudieron.
Hoy la oferta se fue del lado de los típicos oportunistas. Gente que sabe hacer “negocios” cuando se presenta una oportunidad como esta.
La facturación electrónica contenía el elemento necesario para disminuir costos de operación de las empresas, no para aumentar esos costos. Con la facturación electrónica el emisor del documento fiscal solo tenía que enviar un correo con un archivo de texto tipo XML. Con este XML, tanto el emisor como el receptor estarían en la posibilidad —y lo están— de ver en sus pantallas (por favor, ¡no imprimir!) esa factura que ahora no tendría por qué imprimirse.
Pero todo eso se echó a perder, se “pudrió”, se mexicanizó —qué triste. El SAT, al notar la baja adopción de la facturación electrónica o CFD —Comprobante Fiscal Digital— lanzó el CFDI —Comprobante Fiscal Digital por Internet. La diferencia entre uno y otro es abismal: el CFD era factible de ser producido por la misma empresa; el CFDI requiere a fuerzas de un agente externo, con un costo extra innecesario.
México, como nación, estaba a punto de disminuir costos: del papel, la tinta y sobre todo el movimiento de esos comprobantes impresos. Pero ¡no, qué va! ¡Somos expertos en echar las cosas a perder! Se introdujo el concepto del CFDI para cubrir ese vacío —esa falta de atención— del empresario de cualquier tamaño en adoptar el CFD a tiempo. Se dieron 4 años para irse preparando. Una vez más, los mexicanos actuaron tarde, dejaron todo “a la última hora”.
¿Quiénes fallaron? Para hoy no debería existir un solo negocio que no esté demandando un sistema informático integral para su administración y contabilidad. En estos sistema informáticos integrales —se les llama ERPs— la operación genera la contabilidad y, por ende, cuando se factura, se contabilizan todas las cuentas afectadas.
Fallaron los empresarios que no exigieron a sus contadores eficiencia en la operación. El costo-país, nuevamente, ¡se va para arriba! (Libro de todos estos artículos en: http://goo.gl/duw9P).