700 palabras
Dos estrellas
Me entusiasmaba la idea de que Ridley Scott regresara sus orígenes dirigiendo Prometeo, precuela de la emblemática Alien. El octavo pasajero (1979). Sobretodo al ver, en el trailer, que Scott había recreado la estética fotográfica de la cinta original.
Sin embargo, después de verla, me queda claro que a este director le ha ocurrido lo mismo que a muchos otros: se integraron tanto a la industria que terminaron perdieron todo el ingenio de sus primeros años. Verbigracia: Steven Spielberg, George Lucas y James Cameron.
Prometheus es una cinta mediocre que se sostiene del recuerdo de glorias pasadas. El planteamiento es el mismo, un grupo de investigadores espaciales llegan a un misterioso planeta deseando investigar rastros de una civilización antigua.
El argumento trata de entrar a temas metafísicos y religiosos, pero Scott se niega a sacrificar el espectáculo. Por eso todo queda en meras pretensiones, desde el título de la cinta —que hace referencia al mito de querer dominar lo divino—, hasta ver a Michael Fassbender homenajeando a Peter O'Toole en Lawrence de Arabia. Al final, Prometeo se haya más cercana a Resident evil que a Solaris de Tarkovski.
Si bien las primeras entregas de Alien presumen de guiones sagaces, esta cinta no consigue estar a la altura y parece escrita a medias. La primera hora funciona porque Riddley apuesta más por la atmósfera que por la acción. Pero una vez que el suspenso se dispara, todo el trabajo previo se va al traste. Los personajes se contradicen y las situaciones giran, giran y giran, retorciéndose tanto que se vuelven inverosímiles.
Por citar un ejemplo: un par de investigadores, que acompañan a los protagonistas en la expedición, están asustados porque sus compañeros intentan abrir una misteriosa puerta. Por miedo y precaución a lo que hay adentro, deciden abandonar a sus colegas y volver a la nave, pero terminan extraviándose. Minutos más tarde vemos a los mismos personajes platicando muy a gusto dentro del lugar que temían. Y lo peor, cuando ven a una criatura alienígena se acercan para hacerle cariñitos.
Esta es una clara muestra de la gran falla de Prometeo: su guión cae en tremendas contradicciones. Primero plantea personajes cobardes y precavidos, y en la escena siguiente se vuelven tan valientes que rayan en la estupidez.
La acción intenta justificarse de forma pueril y su deseo de sorprender al espectador es tan inocente que comienza a introducir demasiados giros narrativos. La trama es forzada, absurda y desmesurada. En sus últimos minutos, incurre en demasiados excesos. Sorprende que un director tan experimentado como Riddley Scott sea capaz de entregarnos una película como ésta.
A su favor está su estética ochentera, evidente en su fotografía y dirección artística. Y un par de escenas brillantes donde Scott recupera su antigua chispa. Quizá la más lúcida sea cuando Noomi Rapace activa la máquina de cirugía.
A pesar de mi gusto por Charlize Theron, he de reconocer que su personaje sale sobrando, como muchas otras cosas en Prometheus. El director olvida que cuando se tiene una historia compleja, la narración no debe ser enredada ni con subtramas enmarañadas. Es un asunto de mero equilibrio narrativo.
Lo mejor: Michael Fassbender y el haber recreado la estética del primer Alien.
Lo peor: después de la primera hora el guión comienza a desvariar y termina extraviándose.