762 palabras
WASHINGTON D.C., 14 de noviembre.- Mitt Romney parece empeñado en que se le recuerde más por sus incendiarias conversaciones privadas que por sus logros en la esfera pública. Sólo una semana después de perder las elecciones presidenciales de Estados Unidos, el exgobernador de Massachusetts dijo que Barack Obama ganó prometiendo “grandes regalos” a sus bases, y sobre todo a los electores jóvenes, hispanos y afroamericanos.
“Por ejemplo, con respecto a los jóvenes, perdonarles los intereses de los préstamos educativos fue un gran regalo”, dijo Romney. “Y los anticonceptivos gratuitos fueron muy populares con las mujeres en edad universitaria. Y por último, la reforma sanitaria fue también importante para ellos, porque cualquiera que tenga 26 años o menos puede formar parte de la póliza de seguro de sus padres, y eso es un gran regalo para ellos”.
De algún modo, a Romney le está costando enfrentarse a su derrota, y antes que hacer acto de contrición, ha preferido acusar veladamente a Obama de comprar la presidencia, con copiosos regalos a sus bases. Hasta ahora Romney no se había permitido ninguna valoración pública sobre el resultado de las elecciones, más allá del intrascendente discurso de derrota de la noche electoral.
Como ya tiene acostumbrados a los electores, Romney se significó finalmente en una conversación privada, filtrada por alguno de los participantes. El miércoles por la tarde convocó a los miembros de su comité financiero a una última conferencia telefónica. Allí se permitió ser honesto, y no se calló la que parece ser su principal conclusión tras concederse una semana para reflexionar sobre la derrota.
Algún motivo debía encontrar. Al fin y al cabo, ganó el 59% del voto blanco, según las encuestas a pie de urna. Pero las minorías apoyaron a Obama con un empuje formidable. Los afroamericanos optaron por el presidente en un 93%. Los asiáticos, en un 73%. Los hispanos, en un 71%. También, de forma mayoritaria, las personas con ingresos menores a 50,000 dólares anuales.
“Pueden imaginarse que a alguien que gane 25,000, 30,000 o 35,000 dólares al año, si le dicen que va a tener un seguro médico gratuito, sobre todo si no lo tienen ya, y se va a ahorrar unos 10,000 dólares por familia de forma permanente, van a considerar que es algo enorme”, añadió Romney. “Lo mismo para los votantes hispanos. La reforma sanitaria fue un extra. Pero sobre todo, con los hispanos, la amnistía para los hijos de los ilegales, los llamados hijos del Dream Act, fue un gran extra para ese grupo”.
Es una forma de operar típica de Romney, que forjó su carrera en el mundo de los negocios y las inversiones especulativas. Su candidatura aspiraba a gestionar el país como si de una empresa se tratara. Y en su campaña tendió a compartimentar al electorado como si fuera una masa de compradores a los que venderles un producto, en este caso, él mismo y su ideario político.
Ya en mayo acudió a la mansión de un donante en Florida y dijo que un 47% del electorado no votaría por él ya que “es dependiente del Estado, se sienten víctimas, creen que el Estado tiene la responsabilidad de cuidar de ellos. Mi trabajo no es preocuparme de esa gente. Nunca los voy a convencer de que tienen que asumir sus propias responsabilidades”. El vídeo se filtró en septiembre, y le arruinó la campaña.
Tal y como dijo este miércoles en un artículo de opinión en el diario The Wall Street Journal Andrew Kohut, presidente del prestigioso Centro de Estudios Pew, Romney perdió “porque era un candidato débil”. Sólo un 47% de electores tenía una imagen positiva de él, frente al 53% de Obama. Muchos votantes opinaban que no era honesto, y que, de forma oportunista, cambiaba de opinión dependiendo del momento político.
Lo cierto es que los únicos momentos de candidez se los permitió Romney en esas dos conversaciones privadas que luego han trascendido con filtraciones. La primera importó, porque aún era candidato. La segunda se entenderá sólo como la pataleta del perdedor.(EL PAÍS)