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Lunes 10 de diciembre.- La ahora desaparecida República Democrática de Alemania (1949-1990) sufría de una crónica falta de divisas occidentales, una enfermedad que se reflejaba, por ejemplo, en la pobreza de los hospitales, que carecían de instrumentales médicos modernos. Para subsanar la falta de los codiciados marcos de la Alemania occidental (RFA), el régimen dirigido por Erich Honecker (1971-1989) no tuvo reparos en vender a Bonn varios miles de prisioneros, una transacción que se realizó al más alto nivel en los dos países.
Según los periodistas Stefan Hoge y Carsten Opizt, autores del documental Test und Tote (Test y muerte) emitido la última semana por la primera cadena de televisión pública, ARD, el régimen de Honecker también alentó a su élite médica para que traficara con seres humanos, que eran ofrecidos como conejillos de Indias humanos a empresas farmacéuticas de la RFA y de Suiza. Desde 1983, varios cientos de enfermos crónicos fueron utilizados por empresas como Sandoz y Hoechst para probar fármacos que aún no habían recibido una autorización para su comercialización.
El matrimonio Lehrer. El laboratorio farmacéutico de la Universidad de Leipzig analizó las píldoras recetadas a Lehrer, quev resultaron ser un placebo.
Honecker, después de escuchar las quejas de los médicos de su país sobre las carencias en los centros médicos, ordenó a los miembros del Comité Central que diseñaran un programa que hiciera posible captar divisas para modernizar los centros médicos.
Según el historiador de la universidad de Marburg Christoph Friedrich, en 1983 un grupo de médicos de clínicas escogidas recibieron la autorización para utilizar a sus pacientes para realizar pruebas con medicamentos no autorizados. Las clínicas ofrecían a las víctimas por unos 2200 euros actuales.
Una de las víctimas fue Gerhard Lehrer, que estaba hospitalizado en Dresden a causa de un ataque al corazón. Después de ser dado de alta, el estado de salud de Lehrer empeoró y su médico personal le exigió que devolviera el medicamento que había recibido. El enfermo se negó. Lehrer murió un año después, pero su viuda conservó la cajita roja que contenía las cápsulas de color rojiblanco que le habían administrado.
Hace dos años, una cadena regional de TV informó por primera vez sobre el comercio de seres humanos en esa época. La viuda contactó con la emisora y entregó las cápsulas, que fueron analizadas por un laboratorio. El resultado alertó a la comunidad científica: las pastillas no contenían un fármaco apropiado para combatir las enfermedades del corazón, sino un placebo.
El paciente cardiaco Gerhard Lehrer guardó las píldoras que le recetaron en 1989 y se las dio a su mujer porque, pensó, tal vez las necesitaría algún día. (MDR/ NEO productions)
Un número de serie en la cajita roja sirvió de pista para los dos periodistas que no tardaron en descubrir en los archivos del Ministerio de Salud de la RDA sendas carpetas que contenían información sobre los test con medicamentos. Gerhard Lehrer, por ejemplo, había recibido supuestamente el fármaco Ramipril, utilizado para bajar la presión sanguínea y fabricado por Hoechst.
El negocio entre las clínicas de la ex RDA y los consorcios farmacéuticos estuvo reglamentado a través del Ministerio de Comercio de la Alemania comunista y según la documentación obtenida por los dos autores del documental, fue floreciente. “Creemos que unas 1500 personas fueron utilizadas por consorcios occidentales para probar sus nuevos fármacos”, declaró Stefan Hoge, uno de los dos autores del documental.
Un “paciente” fue Hubert Bruchmüller, a quien le descubrieron una insuficiencia cardíaca que puso fin a sus aspiraciones de convertirse en atleta. El enfermo recibió el medicamento Spirapril, de Sandoz. Durante su permanencia en un hospital en Lostau, cerca de Magdeburgo, seis de los 17 afectados que fueron tratados murieron, un balance que convenció a Sandoz de suspender los tests. Bruchmüller sobrevivió gracias a la caída del Muro, que obligó a las autoridades de salud de la RDA a poner fin al programa.
Los autores del documental lograron localizar al médico Johannes Schweizer, quien recetó a Gerhard Lehrer las cápsulas que contenían Ramipril y que actualmente trabaja como catedrático en la Universidad de Chemnitz. “Es cierto. Tratamos a estos pacientes y siempre se trataba de vida o muerte”, confesó Schweizer.
Tras la emisión del documental, Hoge señaló que ya está recibiendo comentarios de gente anónima que cree haber sido utilizada por el régimen. (latercera.com)