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Juan Bosco Martín Algarra para La Información
Sábado 5 de enero.- La fiesta de los Reyes Magos se lleva celebrando al menos desde el siglo IV. Refleja una tradición no sólo religiosa sino también cultural. Sin embargo, algunas de sus manifestaciones, tan celebradas como asumidas, no han sido acreditadas nunca ni por los estudios históricos ni por la propia Iglesia. El mismo Papa Benedicto XVI lo ha explicado recientemente en un libro. ¿Por qué han sobrevivido entonces a lo largo de los siglos? Sin duda, por el mensaje que transmiten.
He aquí algunos ejemplos de los detalles inciertos que rodean a esta fiesta y del sentido que se se oculta detrás:
1. Que eran Reyes.
La Biblia no lo afirma ni tampoco otras fuentes historiográficas. La supuesta nobleza de los "Magos" se añadió con el paso de los siglos para remarcar la superioridad del Niño Dios sobre todos los poderes de la Tierra, en sintonía con lo que dice el Salmo 72, en su versículo 10: “Que los reyes de Tarsis y de las costas lejanas le paguen tributo. Que los reyes de Arabia y de Sebá le traigan regalos”. O el profeta Isaías: “ Y andarán las gentes a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento.”
2. Que eran magos
Los niños suelen preguntar "¿cómo pueden repartir tantos regalos en una sola noche?" Y los padres responden “porque son magos”. La palabra mago se justifica por el versículo 1 del capítulo 2 de San Mateo: “llegaron a Jerusalén unos magos diciendo: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?". Sin embargo, el plural “magos”, que del persa antiguo "magus" pasó al griego “magói” y de éste al latín “magi” alude mas a la sabiduría de estas personas que a su capacidad para realizar prodigios. "Magi" podría traducirse también como “maestros” o “sabios”. Lo que quiere indicar el Evangelio es que se trataba de personas de cierto nivel intelectual, versadas en astronomía.
3. Que llegaron al portal once días después del nacimiento de Jesús.
Ninguna fuente precisa el tiempo exacto que transcurrió desde el nacimiento de Jesús hasta la visita de los Sabios. Se sabe, eso sí, que a mediados del siglo IV ya se celebraba el 6 de enero la Epifanía del Señor en Egipto y Arabia. Esta fiesta procedía de otra, de carácter pagano, vinculada al solsticio de invierno: “el aumento de la luz”. Los antiguos cristianos de la parte oriental del Imperio Romano conmemoraron entonces el nacimiento del Niño Dios, que hacía presente en el mundo una luz superior a la del mismo Sol: la luz de la Verdad. Cuando esta fiesta llegó a la parte occidental, que ya celebraba la Navidad el 25 de diciembre, recibió un sentido disinto: la revelación de Dios al mundo pagano, en este caso representado por los Magos.
4. Que eran de Oriente.
El libro escrito por Benedicto XVI sobre la infancia de Jesús ha levantado cierta polémica al afirmar que los Magos podían haber venido del sur de España (Tarsis). De cualquier manera, la procedencia se usa para expresar el contenido de la Epifanía, palabra griega que quiere decir “revelación de Dios al mundo”. De modo que el Niño Jesús no sólo es adorado por judíos, sino también por extranjeros.
5. Que eran tres: uno blanco, otro moreno y otro negro.
Para divulgar de manera visual que Cristo nació y murió por todos los hombres sin distinción de razas, los magos fueron adquiriendo en sus representaciones artísticas las características faciales de los pobladores de los tres continentes conocidos en aquella época: la piel blanca de Europa, la piel morena del medio oriente asiático y la negra de África.
6. Que se llamaban Melchor, Gaspar y Baltasar.
Algunos evangelios apócrifos -relatos muy antiguos sobre la vida de Jesús que la Iglesia no admite como inspirados por Dios- ya refieren los tradicionales nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar. Tras estos apelativos se esconden mensajes profundos, sobre todo si tenemos en cuenta que los nombres de las personas, en la tradición oriental, refieren el sentido o la misión de la vida de cada uno. Melchor, al que se atribuye origen europeo, significa en hebreo “rey de la luz”. Gaspar proviene del persa “kansbar” y significa “administrador del tesoro”. En el caso de Baltasar se distinguen orígenes hebreos, babilónicos o asirios, pero ambos remiten al mismo significado: “protegido por el Señor”. Los tres regalos que presentan a Jesús también encierran un fuerte contenido simbólico: oro (para expresar la realeza del Niño), incienso (material que se usaba en ritos religiosos y que remarca la divinidad de Jesús) y mirra (un ungüento usado para curar heridas, que remite la humanidad y a su futura muerte dolorosa).
7. Que la rosca de Reyes se inventó para esta fiesta.
Los romanos ya elaboraban tortas redondas con higos, dátiles y miel para las "saturnalia", fiestas que se cristianizaron para convertirse en la Navidad que conocemos hoy. Se sabe que en el siglo III existía la costumbre de introducir un haba seca en el interior de la torta. Quien la encontraba era el afortunado. Una vez más, la dulce tradición gastronómica se fue adaptando "al signo de los tiempos", conservando el carácter lúdico y dulce del momento.
¿Por qué la Iglesia ha permitido algunas de estas manifestaciones sin verdadero origen religioso? Porque las entiende como expresiones culturales que no dañan el mensaje evangélico. Incluso sirven para comprenderlo mejor. Esta relación del Evangelio con la cultura e historia de los pueblos recibe el nombre de “inculturación”. El fenómeno de la “inculturización de la fe” ha acompañado desde siempre al cristianismo. Fue definido como Juan Pablo II como la “encarnación del Evangelio en las culturas autóctonas y, a la vez, introducción de éstas en la vida de la Iglesia” (ver encíclica "Slavorum Apostoli", 1985).