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Esclavos de nosotros mismos y de nuestro cuerpo. Rehenes de los estereotipos de belleza. Eso es lo que elegimos ser. Decidimos ser presas de la talla 0, de las opiniones de los demás, viles sirvientes de la ensalada y el atún y tener como Big Brother a los medios de comunicación que nos dicen cómo debemos ser bellos.
¡Qué maldita manía tenemos los hombres y mujeres con la figura y los kilos distribuidos en nuestro cuerpo! He sido testigo de llantos desconsolados cuando llega ese “triste momento” en que se pasó de la talla 7 a la 9, o a la 12 o qué se yo.
Es una verdad inventada y aceptada por la sociedad que para ser considerado bello, tienes que ser una persona súper súper delgada. Si tus facciones son” finas”, mucho mejor. Pero ¿a poco no han escuchado de alguien cercano ‘a nadie le gusta una/o gorda/o? O ese mito, porque SI ES MITO, ¿de que a todas las mujeres nos atraen los hombres musculosos? Utilizando el lenguaje de ahora, mi respuesta es #FAIL.
Primero, dejemos las cosas claras. Preocuparse por la salud y no contaminar nuestros órganos con productos y sustancias cuyo único objetivo es el placer momentáneo —sin importadas la inevitable condena de largas temporadas de problemas en riñones, corazón y páncreas— sí debería ser una prioridad. La obesidad mórbida es un tema preocupante pero no considero correcto la preocupación de nuestra salud por vernos “bien” en unos jeans.
¿Alguna vez nos hemos preguntado para quién o por qué nos volvimos esclavos de un esteorotipo de belleza? ¿Por nuestra satisfacción personal? ¿O para que los demás nos acepten porque hay reglas de cómo debes lucir para ser aceptado? Qué triste, y aún más triste es que si no somos una versión muy región 4 de Bar Rafaeli, parece que se escucha un detonador para ser tratados diferente e incluso, cruelmente.
Bien, sé qué es difícil, pero ¿la verdad? Sugiero que al demonio. Lo repito constantemente en mis Opiniones y ahora mismo lo vuelvo a repetir. Sí, vivimos en una comunidad, sí, necesitamos los unos de los otros, pero cada persona es capaz de observar lo que pasa y elegir que es lo ideal para su propia vida. Recordemos: los demás no nos dan dinero para vivir si nos regalan comida como para permitir que palabras virulentas nos afecten.
Si no nos gusta algún aspecto, podemos hacer algo para cambiarlo y nada justifica el destruirnos en el intento (trastornos alimenticios, depresiones, intentos de suicido). Desgraciadamente, esto ya no es una simple manía, es una enfermedad con consecuencias mortales.
Podemos evitar llegar a ese punto crítico, pero debemos aceptar que es un trabajo que requiere sacar lo mejor de nosotros, los integrantes de la sociedad. Propongo pensar un poquito más y aprender a sacar conclusiones propias, reflexivas. Es decepcionante que aún el aspecto físico pese sobre la mente, y no al revés. Bah, les puedo asegurar que cuando conoces a alguien, no olvidará cómo estaban vestidos, si son delgados , si se depilan las cejas o no y muy poco recordará de su trabajo, estudios o de otra cosa. Así ya nos programamos todos.
Ah, y para aquel “hermosito” o “hermosita” (como decimos en estos lares yucatecos) que desprecia a un ser humano como él por no ajustarse a los estereotipos de belleza, antes de decir algo que se mire en un espejo y recuerde que como juzga, lo juzgarán. Y sí, las latinas, por supuesto entre ellas las yucatecas, somos caderonas. No veo cómo alguien se puede ofender sí es la realidad de nuestra fisonomía.
Por si algo importante, estamos hablando de homo sapiens con sentimientos, que dicen por ahí que es lo que realmente importa aunque pocos lo llevan a cabo en la realidad. Yo sueño con una sociedad que sepa trabajar junta pero sin perder su individualidad, respetando los valores universales. La talla 0 y los brazos de Sylvester Stallone pueden abrirnos algunas puertas, pero son las que se cierran más rápido.
¿Por qué las personas somos tan incongruentes? Es un fastidio escuchar y leer: “Lo importante es el interior”, cuando en la realidad le damos importancia a todo lo contrario.