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LONDRES, 7 de enero.- Sara Ege, de 33 años, ha sido condenada a cadena perpetua por haber asesinado a palos a su hijo Yaseen, de siete años, por no ser capaz de memorizar los versículos del Corán. Los hechos ocurrieron en los suburbios de Cardiff, la capital de Gales, sacudida en julio del 2010 por el cruel suceso.
El cuerpo sin vida del pequeño Yaseen fue encontrado quemado entre los restos calcinados de lo que en principio se pensó que pudo ser un fuego doméstico. El forense determinó sin embargo que su fallecimiento fue anterior al incendio y encontró indicios de malos tratos. El padre del niño, Yousuf Ege, se confesó en primera instancia como autor del asesinato, para luego culpar a su propia esposa.
La filicida Sara Ege. (THE SUN)
En su declaración polical, Sara Ege -nacida en India y diplomada en Matemáticas- reconoció que había golpeado a su hijo "como un perro" y que había quemado su cadáver para ocultar las pruebas. La madre se desmayó en el momento de la sentencia, que podría verse reducida a 17 años de cárcel.
El padre de Yaseen, taxista, acogió la decisión judicial entre lágrimas y pidió permiso para leer unas palabras en homenaje a su hijo: "Los recuerdos que tengo de él son los de un pequeño y precioso niño, un pequeño muy feliz que siempre se comportó de un modo decente y cortés. Es muy difícil para mí describir el amor que sentía por él. Todo el mundo le quería y apreciaba su naturaleza amable y su alto rendimiento académico".
Durante el juicio afloraron sin embargo los antecedentes de violencia doméstica en el hogar de los Ege. La madre alegó que su comportamiento violento con su hijo fue en respuesta a lo que ella misma había padecido. Sara Ege, que de pequeña ganó varias competiciones de memorización del Corán, reconoció sin embargo que su indignación había crecido con la incapacidad creciente de su hijo para aprender los versículos.
La mujer declaró a la policía que empezó a maltratar a su hijo tres meses antes de su muerte. "Me enfadaba con frecuencia, le gritaba y le golpeaba en la espalda como si fuera un perro", llegó a confesar. Sara Ege reconoció que hizo varias veces propósito de enmienda, pero que se sentía "poseída por los malos espíritus" y fue incapaz de parar.
Varios profesores del colegio de Yaseen se había percibido ya de los malos tratos: el niño empezó a escribir con la izquierda por las heridas infligidas en su mano derecha. Un día llamaron a casa de la escuela alegando que el niño no se podía sentar por los dolores causados por una paliza. Su respuesta fue cambiarle de colegio.
La mujer admitió que el niño intentó complacerla memorizando el Corán, y que precisamente estaba recitando varios versículos cuando le dejó "respirando y medio dormido, murmurando las mismas palabras una y otra vez". "Pensé que estaba cansado", dijo. Cuando volvió a verle estaba ya muerto.
En su sentencia, el juez Wyn Williams determinó que el pequeño Yaseen había sido víctima de "crueldad prolongada" antes de su muerte violenta. Ni la violencia doméstica sufrida por la madre, ni sus síntomas de depresión cuando ocurrieron los hechos sirvieron de atenuante. Pese a su confesión policial, Ege acusó a su marido de golpearla sistemáticamente y de haber sido "el asesino real" de su hijo. Yousuf Ege, sin embargo, fue exculpado por el tribunal. (EL MUNDO)