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CIUDAD DE MÉXICO, 6 de enero.- Una sociedad sexualmente represora como la mexicana, tiende a hacer que sus integrantes no tengan inteligencia sexual, lo que genera no sólo complicaciones psicológicas, sino también físicas, afirmó Julián Alcalá, profesor de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM.
La inteligencia sexual, explicó, se basa en la medición de la capacidad erótica de las personas, pues se considera que el principal órgano vinculado es el cerebro; es ahí precisamente donde se configuran el placer y el deseo.
Por lo general, en el país las condiciones apuntan a que los individuos no tengan desarrollada esta aptitud, y en buena medida se debe a que el erotismo y el sexo aún son considerados temas prohibidos para los grupos conservadores, subrayó.
No obstante, se debe reconocer que existen aspectos de la sociedad civil en los que se ha avanzado; por ejemplo, hoy se habla de derechos sexuales y reproductivos, y los adolescentes, sin permiso de los padres, pueden recibir orientación en materia de anticoncepción.
El sexólogo mencionó que “la gente piensa con frecuencia que nuestra capacidad para ser atractivo o tener el poder de seducción es cuestión de suerte o del sex-appeal, y habría que decir que no es así, porque en realidad es una expresión de la inteligencia sexual”.
De hecho, destacó, si alguien posee esa capacidad no tiene relaciones destructivas, ni se permitirá acercamientos afectivos y sexuales con quien potencial o realmente le pueda hacer daño.
Es una herramienta para decidir sobre la sexualidad, si se quiere o no, y de qué manera; así, las decisiones siempre irán acompañadas de gusto, consenso y satisfacción, apuntó.
Este concepto surge de recuperar los distintos tipos de inteligencia (lingüística, lógica-matemática, artística, kinestésica, intrapersonal, interpersonal, social y naturalista), que en los años 80 el psicólogo Howard Gardner puso a discusión.
Esta diversidad dio cabida a la llamada inteligencia emocional que, al juntarla con la social, hizo que Shere Conrad y Michael Milburn, de la Universidad de Massachusetts, empezaran a trabajar en la de tipo sexual.
Esta habilidad, precisó, brinda la oportunidad de tener una sexualidad plena, y una capacidad de relacionarnos con nosotros mismos y con los otros, lo que contribuye a la salud física, psicológica, y a ser felices en lo posible.
Si no se encuentra desarrollada, conlleva ciertos riegos, como enfermedades, dolor físico y emocional, e incluso padecimientos psicosomáticos; “esto, desafortunadamente, domina mucho en nuestra sociedad”, destacó.
Ante la miseria sexual se busca mejorar esta capacidad, y como todos los tipos de inteligencia, se puede desarrollar para lograr el placer y convertirse en fuente de salud.
La inteligencia en este ámbito se cimienta sobre tres columnas: la primera tiene que ver con el conocimiento científico, humano y fundamentado de la sexualidad.
La segunda, es lo que se llama el yo sexual; es decir, la reflexión honesta que uno hace en términos de “qué me gusta, qué deseos tengo, o no me asusta que algunas personas tengan otro tipo de prácticas o fantasías”.
La tercera es el vínculo con la pareja o con otros, que en este caso incluye relaciones no sólo coitales, sino emocionales. En ese sentido, se vincula a la inteligencia social, “porque implica respetar a quienes no comparten mis ideas”, precisó.
Una persona que posee información y orientación en la materia, y se percata de que es homosexual, puede hacer una reflexión de lo que ello significa y buscar espacios donde pueda relacionarse con otros que tengan su misma orientación y, además, tener mayor cuidado para su protección.
“La sexualidad es algo de lo que debemos sentirnos orgullosos, ésa es una primera estrategia que debe seguir quien desee tener inteligencia en esta materia”, sostuvo.
Asimismo, se puede buscar orientación personalizada para encontrar “las piedritas que obstaculizan el camino, y a partir de ahí, con educación, vivencias e inteligencia social, reconocer el momento de acercarnos o alejarnos de quien nos pueda hacer daño”.
Los individuos que no han desarrollado su inteligencia sexual, emocional y social, no disfrutarán; además, se exponen a relaciones no deseadas y al abuso.
Las personas que son forzadas a tener relaciones, se exponen a contraer infecciones de transmisión sexual, embarazos no deseados, o a ser víctimas de violencia psicológica y/o física. Además, si el problema crece, se puede perder la salud y es probable que se empiecen a tener dolores musculares, articulares, dificultad para dormir, aumento de peso o anorexia, entre otros síntomas, alertó.
Por ello, en los talleres siempre se trabaja con dos aspectos: la autoestima y la asertividad, capacidad de tomar decisiones adecuadas; estos aspectos son importantes para proteger y potenciar a las personas, concluyó. (Campus México)