1474 palabras
En nuestra cultura han existido mujeres de enorme talento y fina sensibilidad. Las artes plásticas no son la excepción y entre ellas siempre brillará la pintura de Frida Kahlo como también la de María Izquierdo o Cordelia Urueta. En esa tradición de mujeres mexicanas que decidieron pintar, Martha Chapa ha inscrito su compromiso existencial y creativo. A través de esta charla, nuestra entrevistada manifestó el anhelo de compartir con los lectores de Artículo 7 sus sueños e inquietudes como pintora.
Martha Chapa Benavides, la pintora de las manzanas
Nacida en Monterrey en 1944, Martha Chapa es una artista de la plástica contemporánea de México; su creatividad y obra abarcan diversos temas, texturas y materiales, pero en sus pinturas siempre aparece como un icono esa legendaria fruta que es la manzana. Ella eligió la manzana como tema exclusivo de su pintura, porque aprecia en este fruto su condición de testigo presente en la creación de la humanidad y señala, con este símbolo, los estados límite a los que llega el hombre.
Martha Chapa comenzó su fecundo quehacer artístico en la década de los sesenta. Su obra está conformada por óleos, dibujos, gráficas, arte objeto y escultura. En años recientes ha pintado sobre láminas viejas, oxidadas, carcomidas, rescatándolas de su destrucción final para darles vigencia. En el mundo del arte ha logrado conjuntar 250 exposiciones individuales y un sinfín de colectivas, realizadas tanto en México como en Europa, Estados Unidos y diversos países de América del Sur, Centroamérica y el Caribe.
De su pintura surgen igual montañas, magueyes, colibríes, búhos, guadalupanas o volcanes, junto a notables temas abstractos. Ha incursionado además, desde 1984, en la investigación gastronómica, siendo autora de treinta libros, especialmente sobre cocina mexicana —varios de ellos premiados en México y en el extranjero.
Ha impartido conferencias en Estados Unidos, Europa y México —según nos comentó. Los temas abordados en sus conferencias abarcan un amplio espectro: arte, cultura y gastronomía.
Destacó que participa como articulista de temas políticos y culturales en diversos periódicos y revistas y, desde 2007, conduce una serie de televisión llamada El Sabor del Saber, cuyos ejes son el arte, la cultura y la gastronomía, tareas a las que ha sumado su activismo y lucha solidaria por los derechos de la mujer y a favor de grupos con alta marginación social.
Sencilla en extremo, Martha Chapa es una artista de dimensión internacional y valor auténtico de la cultura contemporánea, con cuatro décadas de trayectoria en la plástica mexicana.
Destacó que, en ocasiones, pudiera parecer que busca la aceptación de coleccionistas y también de críticos de arte, persiguiendo que comenten de manera positiva su obra y tal vez hasta la elogien. Pero para ella representa una necesidad ese afán de comunicar sus más profundos sentimientos y transmitir las formas y sensaciones de las realidades que percibimos.
Reiteró que nunca se le ha ocurrido pensar, mientras desliza el pincel y "cristaliza uno más de mis sueños", en el valor material que pudieran alcanzar "esos lienzos en los que vierto mi alma". "Tampoco pienso en el aplauso", afirmó, "... mi conciencia está abstraída cuando mi espíritu se eleva. A través de mi trabajo convoco a que el público se asome a mis universos, vea cómo brotan mis emociones y sentimientos y comparta conmigo la alegría de un alma que vibra y se expresa alentada, alentada por el amor, el arte y el humanismo".
—A la gente que ama el arte siempre le pido con insistencia que me acompañe en este tránsito, conozca mis pinturas y siga compartiendo los espacios que me regala el universo para acomodar mis manzanas, ese que llaman, "fruto prohibido", pero que finalmente es bendito —manifestó.
—Por esta razón —subrayó— siempre estoy en la búsqueda de nuevos métodos, texturas y técnicas. La pintura y en general el arte son infinitos aunque de alguna manera siempre volvemos a nuestros orígenes, describimos un círculo existencial y a veces hasta una elipse: el eterno retorno al que aludía Borges —acotó.
—A la manzana permanente, a la tradicional, siempre añado el resultado de una indagación dentro de mí misma —afirmó. Representa una alusión a las grandes transformaciones de las escuelas tradicionales; un afán de interpretarlas e innovar cuando las sigo y quizá correspondan al espíritu indómito del creador que desea hundir su huella en la tierra.
Martha y Carlos Monsivais
—Movida por este afán es que intento cosas nuevas. Así, la legendaria fruta se fue a implantar a nuevas texturas: láminas viejas, oxidadas, carcomidas, restos de estufas y de tinas, vestigios de lavadoras y anafres, que requieren con generosidad rescatarlas de su fin y llevarlas al mundo de lo eterno. Asombrosas texturas con la pátina del tiempo, que acunan a la manzana, otorgándole fondos insospechados, ya sea como fantasmas, ya sea como bosques ocres y otoñales. A veces parece perdida, algunas ocasiones ilumina la oscuridad, otras se ensombrece, pero siempre refulge, como también se adhiere a texturas abstractas, donde casi es inadvertida —expresó.
Manifestó haber pintado manzanas de mil formas, de mil colores; interpretarla por dentro y por fuera, metamorfoseándola: convirtiéndola en pescado o serpiente, en mariposa, en caracol... Expresó que la manzana es un símbolo que evoluciona y cambia y que, por tanto, a veces la mira blanca, como símbolo de inocencia; también dorada, plateada, cobriza... A veces la coloca en diferentes lugares: en una barda, en la cama, en el vano de la ventana, en el filo de una mesa... En ocasiones considera que proyecta la forma de una espada o la sombra de una mano. "También la aprisiono con cadenas o la obligo a volar como ave. En fin adquiere rostros múltiples", reflexionó.
—Por esas razones, todas las mañanas tomo mis pinceles y emprendo el esbozo de una manzana: la que fascinó a Eva, la que perdió a Atlanta, la que hipnotizó a Cezanne, la que en este momento se está gestando en un árbol. Es una cuestión casi obsesiva. Insisto en cada día saber que, antes de pintarla, esa manzana puede ser todas las manzanas. Aunque adivino sus posibilidades plásticas, sé muy bien que incluso ya pintada, el misterio subsiste —afirmó.
—Cada vez que me siento frente a un lienzo, lo hago con paciencia, esfuerzo y pasión. Considero que existir es una inacabada tarea cotidiana. Pienso en mi pueblo lleno de energía, en la existencia de los niños que me miran con sus ojos, en el ritmo que canta en la risa de las mujeres y se construye en las manos de los seres que siembran frutos y soles; porque tenemos la conciencia que el arte existe como punto de encuentro, apuntala la vida, refuerza el amor a la patria. En él se afirma y se acrecienta el respeto a la libertad, a la soberanía, a la verdad —destacó.
De la obra de Martha
—El arte promueve todos los valores en nuestra sociedad y contribuye al noble propósito de sensibilizar el alma humana, la principal forma, sin duda, de construir la gestación del hombre pleno, sensible, que todos deseamos como ideal y esperanza para enfrentar el futuro. También tiene la finalidad de buscar luz en las sombras de la vida. Buscarla y dar con ella ha constituido la máxima dicha; en esos instantes confirmo la existencia de seres de luz. Desde mi experiencia, confieso que despierta, dormida, o en duermevela he vivido, vivo, viviré hasta el último momento de mi existencia, para así intentar cumplir con el rumbo que me han marcado mis estrellas —filosofó.
—A través de estas cálidas lineas, ofrezco a los lectores de Artículo 7, un fervoroso testimonio de agradecimiento por reconocer y apoyar mi trabajo en esta larga pero maravillosa travesía existencial —finalizó.