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Mucho es lo que criticamos a la actual administración estatal, fundamentados en sus magros resultados y sus hechos y no por su extracción partidista. Quienes creemos en la democracia, pensamos que los equilibrios y contrapesos son indispensables en la práctica cotidiana de la política.
Creemos también que quien participa en estos menesteres para vindicar agravios personales y cobrarse con ventaja añejas cuentas, no llegará lejos. Estamos ciertos que las pasiones obnubilan la capacidad de análisis y el juicio, sabemos que las ambiciones y la soberbia son enemigos naturales del bien común y que no se puede procurar la felicidad de la mayoría basándose en el odio particular.
Así, rechazamos tajantemente a aquellos que nos tildan de parciales, amargados, rencorosos y sectarios. No son visiones tan estrechas, posturas tan mediocres las que nos mueven. Empero, criticamos con fuerza, con acritud aquello que nos parece indebido, indigno de figurar en el acontecer de nuestro país y nuestro estado, toda vez que los involucramos en un proceso de evolución política y social que ya no se puede detener y que no estamos dispuestos a permitir que nada ni nadie lo haga retroceder.
Criticamos y nos oponemos a los actos de intransigencia, de autoritarismo y de barbarie, rechazamos las prácticas viciosas y viciadas, cargadas de prepotencia, infectadas de despotismo, preñadas de iniquidad. No admitimos un régimen basado en la injusticia, no queremos un gobierno sordo, intolerante y represor, que pierda el tiempo retroalimentándose engañosamente, quemando incienso inmerecido y desperdiciando irresponsablemente aquellos bienes que por definición, es su tarea y su deber cuidar.
Estamos ciertos que el propio Víctor Cervera, con todos los defectos que le conocimos, hubiera repudiado y reprimido muchas de los hábitos acostumbrados hoy día, pues con todo y su actitud cerrada, con su talante autocrático, con su irascibilidad de genio, jamás habría consentido se atropellasen tan arteramente los derechos de los más débiles, de aquellos que no pueden defenderse.
Estoy seguro, no me cabe la menor duda, que hubiera reprendido con severidad y castigado a gente como Luis Hevia, al enterarse del abuso de poder cometido. Tengo la plena convicción que a puñetazos le habría reclamado al oficial mayor la cobardía de cebarse en un humilde artesano, que forzado por la necesidad se vio en el trance de recurrir a sus autoridades para obtener ayuda y que de suyo es malo no recibirla, pero peor aún resulta ser abofeteado y amenazado pistola en mano por tener la integridad de requerir respeto por el trabajo y a la dignidad como persona.
No podemos sino denunciar estos y otros hechos similares: el encarcelamiento de Eduardo Chuc y el brujo Tzab, las golpizas a Ismael Peraza, a Pepe Ayala, la persecución contra Rafael Gamboa, contra los muchachos que vendían camisetas, la simulación que tiene injustamente preso a Wafé Kuri, el derroche, el dispendio, el enriquecimiento escandaloso de muchos que se han hecho notorios por ello y que no cabe siquiera mencionar.
No somos enemigos de Yucatán, no nos obstinamos en destruir un desempeño edificante, no nos guiamos por intereses facciosos, no nos pervierte el egoísmo. Una vez más llamamos a la prudencia, a la mesura, a la conciliación, antes de que se agote el tiempo y no solamente se cancele la continuidad de un régimen, sino que el pueblo hastiado, se decida a tomar la revancha por la fuerza. No estamos para ello, Yucatán es hoy una olla de vapor a la que urge retirar presión o tendremos un estallido de consecuencias incalculables. El que tenga oídos para oír, que escuche...
Dios, Patria y Libertad