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David Fincher sigue demostrando que es una de las mejores aportaciones de la década de los 90's al cine hollywoodense. Pocos recuerdan que comenzó su carrera realizando destacados comerciales para Revlon, Pepsi y Levi's, además de videoclips para estrellas como George Michael, Aerosmith y Rolling Stones. Pero quizá sus trabajos más recordados sean: "Express Yourself" y "Vogue", dos de los mejores
videos de la cantante Madonna.
Su debut en el cine también fue a lo grande, "Seven" (1995) fue un trancazo de taquilla y crítica. Luego cimentó una gran reputación con cintas como "El juego" —ese intrincado thriller con Michael Douglas—, "La habitación del pánico" y —la ahora cinta de culto— "El club de la pelea". Su última producción, "El curioso caso de Benjamin Button", compitió por el Oscar y recibió comentarios favorables.
Con "La red social", Fincher ratifica su talento como director y consigue la película más valerosa de su filmografía. Haciendo una revisión a la vida de Mark Zuckerberg, el joven y multimillonario creador de Facebook, el cineasta evita caer en el cliché de hacer un biopic que enaltezca el ciber-sueño americano, por el contrario, Fincher va desnudando con inteligencia aspectos ideológicos de un sistema que forza a métodos despiadados y poco éticos para obtener dinero y aplastar a la competencia.
El espectador es testigo de la acelerada escalada económica de Mark Zuckerberg, desde sus años en Harvard, su talento informático y la creación de la herramienta que lo llevará a la cumbre: Facebook. La trama es fluida, dinámica y clara; los personajes están construidos con fuerza y hay una gran cantidad de elementos de análisis. Fincher nos muestra, con mordaz ironía, la vida de alguien trepa en lo económico y que, al mismo tiempo, se degrada moral y espiritualmente. El protagonista no es más que la víctima de un esquema de reglas maquiavélicas: aplastar o ser aplastado.
La envidia, la venganza, la traición y la deslealtad son los elementos que utiliza esta aguda crítica al modelo económico norteamericano. Zuckerberg aprenderá traicionar amigos, sobornar a la corte y entablar contratos tramposos para defender su empresa de los tiburones que amenazan con destazarla. Particularmente con demandas por derechos, acciones y robo de ideas.
Hay otros aspectos interesantes abordados en el filme como el poder adictivo del Facebook en una generación dependiente de la conexión en línea. Las nuevas clases sociales del mundo ahora están medidas por su capacidad tecnológica y comunicativa y, este sentido, Zuckerberg se plantea como un visionario en la satisfacción de las necesidades emocionales de identidad e integración en el ciberespacio.
El concepto de red social no solo se refiere al internet, también se aplica al mundo real. En este caso, el protagonista es un sujeto inadaptado que solo logra "ser" a través de un monitor, ya que en el ejercicio social es torpe e inexperto. Fincher nos muestra sarcásticamente como el hombre que creó la red social más grande del mundo no fue capaz de entablar lazos afectivos con nadie. Las relaciones terminan deshumanizadas en una ideología que solo conoce la utilidad dentro del aspecto monetario.
El rol protagónico es interpretado de forma extraordinaria por Jesse Eisenberg. Aparecen también Justin Timberlake y Andrew Garfield haciendo papeles bastante decorosos. Se agradece un texto sólido que armoniza con maestría el drama, la ironía y el humor negro. Una historia en apariencia sencilla pero con ideas profundas y brillantes. Una estructura acronológica con giros dinámicos que atrapan al espectador. Aderazado con diálogos perspicaces, humorísticos y sutiles.
La banda sonora es mayormente melodías electrónicas que van muy ad hoc con la historia, el tema y el ritmo. Otras veces utiliza música de contrapunto como en la fantástica escena de la regata de canotaje, donde la cámara también hace delicias con sus emplazamientos.
David Fincher merece ovaciones de pie por haber logrado una película tan redonda, compleja, inteligente y valerosa. Además de poner a discusión el sistema de la libre empresa, es un retrato de cómo los seres humanos han sido rebasados por su propia tecnología, señalando que monitor y teclado se han vuelto mediadores de la acción social. Mark Zuckerberg, al igual que sus usuarios de Facebook, sólo quiere amar y ser escuchado. Aún con artilugios y banda ancha, las necesidades afectivas de Mark siguen a muchos más terabytes de ser resueltas.
Lo mejor: su guión brillante de ideas profundas, personajes complejos y estructura precisa.
Lo peor: que hubiera tan poca gente en la sala.