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A sólo unas semanas que Zacil Canto Ureña, presidenta del Patronato del Centro Histórico de Mérida, fuera arbitrariamente detenida por elementos de la Policía Federal (antes Policía Federal Preventiva) en el aeropuerto internacional de esta ciudad, por supuestamente intentar sacar del País más de diez mil dólares sin declararlo a las autoridades aduanales (acusación de la que después tuvo que retractarse el policía federal que tramposamente "la atrapó"), una nueva actuación —que parece ser recurrente en esos lares— de los elementos de la Policía Federal Ministerial (PFM) dependiente de la Procuraduría General de la República en el aeropuerto internacional de Cancún, evidencia las frecuentes arbitrariedades que ambas corporaciones policiacas federales cometen en contra de los ciudadanos —nacionales y extranjeros— con el pretexto de velar por la "seguridad" de las terminales aéreas, espacios que son de su jurisdicción.
Siguen las policías federales haciendo de las suyas en los aeropuertos. En esta ocasión fue la recientemente creada Policia Federal Ministerial (antes AFI) la que intentó ejercer ilegalmente funciones aduanales en el aeropuerto de Cancún.
Con la finalidad de llamar la atención de su "superioridad" para fines correctivos y prevenir a otros ciudadanos a este respecto para que tomen las providencias necesarias y no se dejen sorprender, a continuación narro mi experiencia personal acaecida el pasado fin de semana con estos malandrines, supuestos garantes del orden:
Regresaba de un viaje al extranjero. Después de pasar migración y recoger mi equipaje del carrousel asignado y reconociendo que las compras que realicé en mi viaje excedían la suma de la "franquicia" permitida de trescientos dólares americanos por persona y el "ajuar personal" a que tenemos derecho los viajeros —por cierto cada vez más amplio y "acomedido" con los mismos—, pagué en la aduana el monto correspondiente al IVA de las compras por las que a mi leal saber y entender me pasé. Habiéndome quitado de la cabeza la preocupación de una multa de hasta el 115% sobre el valor de las mercancías compradas en exceso —ni siquiera evitable aún dejando las mercancías en la garita— más el impuesto correspondiente, me encaminé al área de revisión aduanal.
Es importante señalar que antes de llegar en sí al área aduanal, hay un puesto de revisión de equipajes. Ahí, las maletas, bolsas, mochilas y todo equipaje de mano pasa por equipos láser que buscan evitar la internación a nuestro territorio de armas, explosivos y cualquier sustancia peligrosa. Esta importante función que está dentro de las competencias legales de la Policía Federal, paradójicamente, es realizada por elementos de seguridad privada de la terminal aérea. Habiendo demostrado a los policías privados que una pesada bolsa de chocolates era eso precisamente y no explosivo plástico o algo similar, pasé sin problemas este escaño.
Inmediatamente llegué al semáforo aduanal. Con la tranquilidad que me daba mi declaración pagada, a una señal del agente accioné el semáforo y el mismo me señaló un amable color verde que significó mi paso sin ninguna interrupción por la aduana —y por ende, tampoco ninguna actuación del agente aduanal.
Hasta aquí debo reconocer que salvo un sonoro eructo que uno de los agentes migratorios lanzó justo al momento en que los pasajeros del vuelo en que llegué estábamos entrando a la gran sala en la que ellos se encuentran, todo estuvo muy bien y los servidores publicos (agentes migratorios, aduanales y policías privados) se portaron como éso precisamente, con verdadera actitud de servicio.
No se relaje cuando le toque verde en el semáforo aduanal del aeropuerto de Cancún. Afuera del recinto aduanal está la PFM para revisarle nuevamente si hace falta...
Pensando que ya había pasado el trago amargo, salí del recinto aduanal sólo para encontrarme de frente con dos elementos de la Policía Federal Ministerial (PFM) que me indicaron pasara con ellos a una mesa que tenían dispuesta para la apertura de los equipajes de los viajeros que a su criterio ellos decidieran revisar.
Consternado por esta nueva revisión que se me hizo completamente arbitraria y fuera de lugar —literalmente—, le hice ver a los "oficiales" que la revisión del equipaje para efectos de seguridad ya se había realizado adentro en los equipos láser referidos, a lo que uno de ellos me indicó que esta revisión no era por motivos de seguridad, sino en ejercicio de sus facultades de revisión de la actuación de los agentes aduanales (sic), supuestamente contenida en el artículo 22 de la "Ley de la Policía Federal Ministerial" —que desconocemos cuál sea, toda vez que la creación de esa corporación se dio en las reformas a la Ley Orgánica de la Procuraduría General de la República del 30 de mayo del 2010, donde tampoco se asienta esa atribución. Argumenté que esas atribuciones correspondían a la Secretaría de la Función Pública y al Órgano Interno de Control de Aduanas... fue en vano, la prepotencia e ignorancia de los "oficiales" fueron mayores.
Investido con estas inéditas atribuciones aduanales, los policías federales ministeriales —por mis airadas quejas ya eran tres en ese momento— me pidieron mi identificación y las notas que demostraran todas las compras que hubiera realizado en el extranjero. Les señalé que ya había yo realizado mi declaración aduanal y que ahí estaba la información que debía yo rendir ante las instancias pertinentes, amén de que me había tocado semáforo verde y, por tanto, los agentes aduanales no habían realizado actuación alguna en mi caso, por lo que no procedía la revisión que ellos pretendían.
Ante su insistencia cada vez más exigente y el riesgo para mi persona que significaba mi retiscencia —de hecho algunos empleados de los mostradores de las alquiladoras de coches que ahí están me dieron a entender con señas que me tranquilizara pues "los policías tenían la sartén por el mango"— le proporcioné mis identificaciones y las notas. Mientras uno de ellos revisaba las maletas, otro mis notas y el tercero me "fichaba" con los datos de mis identificaciones en una libretita tipo agenda personal —con claras intenciones de amedrentar sentí yo— seguí argumentando —más respetuosamente, debo reconocer— mi inconformidad y les indiqué que como periodista que soy, habría de reportar la situación próximamente. De repente, como por arte de magia, el hostigamiento cesó y me indicaron que me podía retirar...
Afuera, al comentar lo que me de sucedió y el amargo sabor a corrupción que esa situación me dejó, un empleado de una empresa de transporte me indicó con gran puntualidad y certeza: "se están recuperando de la sequía que les causó la COP XVI..." JECM