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En Yucatán, como en otros estados de la Republica Mexicana, numerosos niños, jóvenes y adultos con una gran fe y devoción por la virgen de Guadalupe peregrinan en estos días recorriendo cientos de kilómetros del territorio peninsular hasta llegar a su destino final.
Santa María de Guadalupe, Reina de México y Emperatriz de América
Durante la marcha de los peregrinos yucatecos en las diferentes comunidades mayas, le rindieron culto a la Guadalupana que se encuentra por estos lugares. Desde el cuatro de diciembre, numerosas familias se organizaron para hacer de estas celebraciones una fiesta comunitaria.
En los últimos días, los efectos de los frentes fríos y los inclementes rayos del sol durante el mediodía de diciembre, fueron implacables para los peregrinos, pero la fe mueve montañas y hermana los corazones de miles de yucatecos por la Virgen que apareció un martes del año de 1531 en el cerro del Tepeyac.
Este acontecimiento, que celebran cientos de mexicanos y por el que jóvenes antorchistas se muestran dispuestos a correr o caminar sin importar las distancias, es tradicional.
El hecho de recorrer poblados y lugares con la antorcha, es un símbolo de la luz de la esperanza de un pueblo cansado de injusticias y con esperanzas de un mundo mejor, que se ha convertido en una costumbre que se une a muchos en nuestro país y que seguirá viva, mientras exista la fe de un pueblo con ganas de luchar, a pesar de la opresión que ha existido desde el día de la aparición de la Virgen de Guadalupe que para paliar los padeceres de su gente mencionó: "¿no estoy yo aquí, que soy tu madre?"
Recordemos que fue el 9 de diciembre de 1531, cuando Santa María de Guadalupe,se le apareció por primera vez a Juan Diego, oriundo del pueblo de Cuautitlán, ubicado a unos 22 kilómetros al norte de la ciudad de México. Dado su origen indígena, es fiel representante de las diversas culturas que existen en México, siendo el protagonista de las apariciones de la Virgen de Guadalupe.
De acuerdo con la información que se tiene al respecto, Juan Diego, guiándose por un canto muy hermoso, subió a lo alto del cerro del Tepeyac. Cesó la música y en seguida oyó una dulce voz procedente de lo alto de la colina, llamándole: Juanito; querido Juan Dieguito.
Juan subió presurosamente y al llegar a la cumbre, vio a la Guadalupana enmedio de un arco iris. A sus pies estaba la representación de la luna. La Señora se hallaba ataviada con esplendor celestial. Su hermosura y mirada bondadosa llenaron su corazón de gozo infinito, cuando escuchó las palabras que ella le dirigió con ternura. Ella le habló en náhuatl: Ve a ver al obispo y dile que aquí en el llano me edifiquen un templo. Le contarás cuanto has visto y admirado y lo que has oído.
Esta aparición, tuvo lugar en una colina cerca de la ciudad de México llamada cerro del Tepeyac, lugar que coincidentemente era considerado sagrado y mágico por los pobladores de la región. Los aztecas habían construido en ese mismo lugar, un santuario dedicado a la diosa india Tonantzin, deidad de la fertilidad, a la que llamaban "nuestra madre".
Durante cuatro días, la Virgen se había comunicado con Juan Diego hablándole en su propia lengua, el Náhualtl. Al identificarse, María usó la palabra Coatlallope.
Coatlallope en lengua náhuatl, quiere decir la que aplastará la serpiente, un sustantivo compuesto formado por coatl que significa serpiente, la preposición a y llope, aplastar; es decir, se definió como la que aplasta la serpiente.
La serpiente, para las culturas prehispánicas significaba una alta sabiduría y culto y no precisamente representa al demonio. Veamos en tal sentido, la representación que tiene Kukulkán en las zonas arqueológicas mayas de Yucatán, como es el caso de Chichén Itzá y Uxmal.
Sin embargo, hay otros registros que señalan que se reconstruyó el nombre que pronunció la Virgen, como Tlecuauhtlapcupeuh que significa: La que procede de la región de la luz como el águila de fuego. De todas formas, el vocablo náhuatl sonó a los oídos de los frailes españoles como el extremeño Guadalupe.
Los frailes españoles sorprendidos, se preguntaron la razón y el origen de este nombre español, pero los hijos predilectos de América, conocían bien el sentido de la frase en su lengua nativa. Así fue como la imagen y el santuario adquirieron el nombre de Guadalupe, título que ha llevado por cuatro siglos.
Por tanto, detrás de este fervor mariano, se encuentra una parte de la historia de México, que relata la veneración que tenían los aztecas a su diosa madre llamada Tonantzin. La imagen de Guadalupe evoca pues, el sincretismo entre la deidad de los antiguos mexicanos, Tonantzin y María, la Virgen, madre del Redentor, según la religión católica.
Tonantzin representa la parte femenina de la teogonía, la madre. Ella es Cihuacóatl (mujer de la culebra), del mismo modo que la Virgen de Guadalupe representa a la Virgen María del Cristianismo. Después de la aparición de la Virgen a Juan Diego, la casa de Tonantzin se convirtió en la Basílica de la Guadalupana, lo que hizo que también se convirtiera en Nuestra Madre. Así, poco a poco Tonantzin y Guadalupe se fundieron en una sola.