662 palabras
La fecha quedará grabada para siempre en el padrón de la infamia y es que todos los yucatecos recordaremos como la gobernadora y los diputados del PRI nos traicionaron y apuñalaron por la espalda, aprobando una desmesurada alza de impuestos y tarifas en los servicios brindados por el estado y autorizando la contratación de un crédito por dos mil seiscientos millones de pesos, que nos constriñe a pagar los próximos veinticinco años.
Lo peor de todo esto es que el esquema de pagos de la deuda es creciente, lo que quiere decir que la administración actual no sufrirá gran afectación por cumplir los compromisos derivados de este servicio, pero los gobiernos venideros se verán notoriamente impactados en sus finanzas con este motivo.
Impotencia y furia fueron los sentimientos encontrados que experimentamos los ciudadanos que tuvimos oportunidad de presenciar la aciaga sesión del congreso del estado en la que se dio luz verde a semejantes desatinos, rabia contenida al ver como los diputados tricolores, serviles balbuceaban y echaban mano de todas las falacias a su alcance para justificar lo injustificable, que le permite a la pandilla en el poder proseguir el saqueo sistemático del erario que a la fecha realizan, toda vez que no es posible tildar de otra forma el despilfarro que en nuestra entidad ocurre.
Desaliento fue lo sentido cuando advertimos que la fracción del PAN no tuvo en el magín creatividad suficiente para externar el descontento ciudadano: no hubieron pancartas, no realizaron plantones ante la sede del legislativo o ante la residencia de alguno de sus homólogos priistas para ponerlos en el cepo de la censura de sus vecinos y la reprobación social, no convocaron a los diversos grupos sociales a la cámara a externar su repudio, en fin, resultaron una oposición muy cómoda, como la que todos los tiranos quisieran encontrarse, una oposición que se concreta a expresar el rechazo únicamente en la formalidad oficial y que descarta el activismo y la movilización ciudadanas como instrumentos de resistencia pacífica.
Una profunda tristeza fue lo que nos invadió cuando reflexionamos que los siguientes veinticinco años serán de penurias y carencias, que tendremos que extremar medidas de austeridad y ser infinitamente cuidadosos si queremos referir algún avance digno de consignarse en la marcha de nuestra entidad.
Consecutivo a todo esto es el desencanto producto de entender que por desgracia, los medios de comunicación, los que debían de ser los encargados de denunciar este abuso, de procurar infundir en el pueblo la certidumbre de que fue víctima de un atraco, de un ataque alevoso, a traición, callarán cobardes, emasculados de todo rasgo de dignidad y honradez.
¿Dónde estaban, me pregunto, las trece asociaciones u organismos que se ostentaron públicamente contrarios a esta canallada?, ¡qué fácil es hacer vibrantes declaraciones para la foto! Hace falta tomar cartas en el asunto, son inaceptables las excusas de cualquier índole. Hubiera sido interesante encontrarlos en la sede del legislativo en su papel de voceros de la ciudadanía, aunque fuera para abuchear la atrocidad por consumarse.
Hace falta enfatizar las consecuencias de lo acontecido y los futuros atentados que aún le quedan pendientes a la gavilla en el poder por perpetrar contra los habitantes de este sufrido estado. Por mi parte lo único que me atrevo a sugerir es involucrarse directamente en los negocios concernientes a la cosa pública y hacer patente nuestro descontento; si así no sucediera, habría que admitir entonces que somos dignos de las calamidades que nos afligen. Un pueblo que se deja someter, merece ser esclavo.
Dios, Patria y Libertad
Guillermo Barrera Fernández