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Purificación Carpinteyro Calderón, ex directora del Servicio Postal Mexicano y ex subsecretaria de Comunicaciones y transportes, manifestó que la acusación realizada en su contra por revelar secretos de interés público, es una cortina de humo que tendió en su contra Luis Téllez Girón, ex secretario de Comunicaciones y Transportes, para desviar la atención de los auténticos temas torales: la competencia televisiva y el servicio de comunicaciones por fibra óptica.
Purificación Carpinteyro
La oposición de Téllez. Carpinteyro Calderón manifestó que fue condiscípula del presidente Calderón en la Escuela Libre de Derecho y gracias a esta relación, fue contemplada dada su trayectoria y especialización en el sector de las comunicaciones, para entrar como subsecretaria del ramo. La sorpresa fue que el Secretario Luis Téllez, manifestó oposición al respecto y pensaron en ofrecerle la Dirección Jurídica General de la Secretaría, que no aceptó porque, a pesar de ser abogada, su carrera y trayectoria no se habían dado en el ámbito jurídico y no se trataba de ocupar un puesto por ocuparlo, sino de ubicarse en donde pudiera aportar a favor de la dependencia. Por ello declinó esta posibilidad y surgió la ocasión de dirigir el Servicio Postal Mexicano.
Téllez se opuso a mi llegada por ser parte del grupo de Carlos Ruiz Sacristán, ex secretario de comunicaciones en el sexenio de Zedillo. Nunca me vio bien por la denuncia que puse en su período contra Telcel por prácticas monopólicas y la secretaría no quería abrir el área, por ir contra los intereses del Telmex. Me pusieron, pues, en la lista negra. Asegura que Téllez nunca olvidó esto.
El panorama de Correos, desolador. El panorama del Servicio Postal Mexicano era desolador. Cuando tuvimos oportunidad de cambiar el panorama del sector de las comunicaciones por escrito, se intentó. Ahora dudo que sea posible hacerlo. Estamos hablando de una empresa de 20,000 trabajadores distribuidos por toda la república mexicana, que han estado en el olvido por décadas y prácticamente se encuentran esperando la muerte de la empresa. Mi llegada les dio esperanzas de que las cosas iban a cambiar pero, lamentablemente, todo acabó como consecuencia de mi salida. Hubo una verdadera "cacería de brujas" en mi contra. Intentaron el menor indicio de irregularidad para procesarme.
Mala fama. Correos de México podría convertirse en una empresa redituable, sin necesidad de subsidios del estado. Todos los correos a nivel mundial tienen una función importante dentro de sus comunidades. Los sistemas postales americano y francés son ejemplos. En México, desafortunadamente, las clases medias y altas que tienen la posibilidad de pagar, debido a que el correo siempre ha sido muy malo, ya no lo utilizan. Prefieren las empresas privadas de mensajería. No obstante, hay mexicanos que viven en comunidades aisladas y que sólo son atendidos por correos. Estas personas requieren el servicio para no quedar incomunicados.
Clientes. Los principales clientes de Correos son los bancos y Teléfonos de México. Con todo y esto, la empresa opera con números rojos. No hay ingresos suficientes para cubrir todas las necesidades. Cuando se pierdan estos clientes, la desaparición de esta entidad sería un hecho consumado, toda vez que implicaría la quiebra total.
Habría que pensar en propiciar que el correo compita con las empresas de mensajería en rapidez y precios. Se requeriría una operación eficiente: una carta no debería demorar más de tres días en llegar a su destino.
Ni vehículos, ni combustible. Cuando llegué a la dirección de correos, me encontré con que el parque vehicular de motocicletas para prestar el servicio estaba hecho un desastre. Desde luego, no había presupuesto para repararlos. A veces 6 carteros debían compartir 1 vehículo. Lógicamente, las cartas no se entregaban a tiempo. La gasolina es otra cuestión crítica: los vales se vuelven moneda de cambio, prestándose a corrupción.
El escándalo. Un miércoles, Carmen Aristegui saca a la luz pública unas grabaciones en las que Luis Téllez, entonces Secretario de Comunicaciones, afirmaba que el ex presidente Carlos Salinas de Gortari, "se había robado la mitad de la partida secreta", partida prevista para casos de desastres naturales, entre otras cosas. Tradicionalmente, la dicha partida había sido manejada de manera discrecional por los presidentes. Carmen Aristegui obtiene la grabación de una mujer con la que el ex secretario tenía una relación sentimental, como revela la propia periodista. Esa grabación nada tiene qué ver conmigo. Lo que sucede es que las grabaciones que entregué al presidente —coincidentalmente un par de días después— aparecen divulgadas. Las mías contenían, además de lo referente a Salinas, otra en que Téllez afirmaba que tuvo que pretextar un "hoyo financiero" de $1000 millones en el correo para poder meter a su gente.
Las grabaciones me las proporcionó el presidente de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones, Héctor Osuna —a quien le llegaron de manera anónima. Me las hace llegar en su carácter de subordinado y mi obligación era hacer lo propio con el presidente. Yo llevo las grabaciones a una audiencia que yo había solicitado, para presentarle mi renuncia debido a las tensiones con Téllez. Yo esperaba encontrarme con él para plantearle mi percepción: que Téllez lo estaba engañando. Pero me encontré con la mitad del gabinete: allí estaban el secretario de gobernación, Fernando Gómez Mont, el consejero Jurídico Miguel Alessio Robles, el propio Téllez, la jefa de la oficina de la presidencia —Patricia Flores— y, a los ojos de todos, entregué las grabaciones.
Demandada. Unos veinte días después de dicha reunión, en la que renuncié, salieron esas grabaciones al aire y me responsabilizaron a mí de haberlas hecho públicas, a pesar de que Ramón Alberto Garza —responsable de Reporte Índigo, que las da a conocer— expresó que no había sido yo quien se las hizo llegar. Tras esta situación, soy demandada por Téllez y me toca enfrentar un proceso legal del que no me cabe duda saldré bien librada, toda vez que soy inocente de lo que me acusan. Se trata de una vendetta política y nada más. No tienen ningún elemento en mi contra y confío en el poder judicial.
Cortina de humo. La realidad es que el asunto de las grabaciones es una cortina de humo. Lo importante son las discusiones que habían por detrás en cuanto al sector de las telecomunicaciones y en las que mi posición era sentar las bases para que hubiera verdadera competencia, tanto en telecomunicaciones como en televisión. Lo anterior hizo que las presiones y los medios se conjugaran hasta convertirse en una verdadera red de intrigas para buscar mi renuncia.
El poder televisivo. Las televisoras son todopoderosas. Ni los diputados ni los senadores escapan a su influencia. Las televisoras son hoy un poder por encima de todos los poderes, capaces de presionar para que los políticos sientan que pueden obtener beneficios, o bien, que no pueden ser perjudicados. Una campaña de descrédito emprendida por Televisa contra cualquier político es mortal. Ante cualquier campaña negativa contra cualquier persona, lo primero que habría que preguntarse es "qué le hizo a Televisa".
La actualidad. No milito en ningún partido político. No creo en la partidocracia. Actualmente colaboro con el periódico Reforma y con algunos portales de Internet. Aparezco como colaboradora en algunos noticieros, como el de Ciro Gómez Leyva. Aparte me dedico a la consultoría, con un tiempo a la parte académica, escribiendo ensayos.
La ex directora de correos
Limitar la influencia de las televisoras. A menos que la clase política tome cartas en el asunto, haciendo a un lado las presiones de los grandes participantes, a menos que se tenga la capacidad de crear competencia en la televisión y las telecomunicaciones, no sólo la economía del país seguirá paralizada, sino que nuestra democracia está en riesgo. Hoy por hoy, las televisoras, sobre todo Televisa, tienen el poder de forzar o imponer o impedir que una ley pase, que algo se apruebe, que un proyecto no avance. Y en la medida que esto ocurra, se puede hasta determinar quién será el candidato y eventualmente quién será el presidente. Mientras no hagamos algo para controlarlo, estamos perdiendo al país.
Encuestomanía. Hasta antes que el PRI perdiera la mayoría legislativa con Ernesto Zedillo, las televisoras sabían que dependían del gobierno y que podían tener consecuencias muy negativas: sabían que el estado tenía poder para retirarles la concesión y, por ende, había un contubernio. Cuando otros partidos y otros políticos comienzan a tomar relevancia, se dan cuenta que podían obtener más poder si se aliaban con Televisa y empezaron a tratar de quedar bien con esta empresa. Televisa, al percatarse de esto, invirtió el orden establecido, pues ya no era el estado quien tenía el poder sobre las televisoras, sino al revés. Ahora sabemos que la clase política en general lo que busca es tener como aliado a Televisa; de lo contrario no sólo significa no aparecer en la pantalla —lo que es crítico hoy por hoy, dado que estamos en la época de la encuestomanía, en la que para ser candidato hay que ser encuestable y para esto hay que aparecer en televisión— sino que, además, puedes ser víctima de una campaña de desprestigio, que en unos segundos acaba con tu reputación.
El factor Televisa. Desde mi punto de vista, Televisa es quien determina para dónde se va el barco. Esto es merced a su nivel de audiencia, dado que 70% de los mexicanos sigue las transmisiones de esta empresa. Televisa se ha alineado ya con un candidato: todos sabemos quién es, pero no tiene ideología; simplemente actúa conforme a su propia conveniencia. Empero, no pierdo las esperanzas de que se decida enfrentar este monstruo y, con ello, se dé la aparición de una tercera cadena televisiva. Las condiciones están dadas para ello; es sólo cuestión de voluntad.