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La tercera entrega de La familia de mi novia ahora titulada "Los pequeños Focker" revela que la fórmula cómica protagonizada por Ben Stiller está totalmente degastada. Los chistes son los mismos de hace 10 años y ni su apabullante elenco de superestrellas es suficiente para levantar una trama carente de ideas frescas.
El argumento es mera extensión de la segunda entrega y adolece de situaciones originales que puedan darle un nuevo impulso a la historia. Todo sigue igual, a salvedad que Gaylord "Greg" Focker (Ben Stiller) tiene que lidiar con una sexy compañera de trabajo (Jessica Alba) en la promoción de un medicamento contra la disfunción eréctil. Además, Jack Byrnes (Robert De Niro) tiene problemas cardiacos y piensa que Greg puede ser el nuevo líder de la familia.
Robert De Niro sigue siendo el espíritu de esta cinta de enredos y malos entendidos. El amplísimo registro dramático del actor le permite buenos resultados a pesar de la simpleza de su personaje y el estancamiento del guión. Dustin Hoffman y Barbra Streisand repiten papeles como los padres de Greg, aunque esta vez con apariciones muy limitadas y desaprovechadas. Otro grande que se queda en la banca es Harvey Keitel que se limita a servir de comparsa para Stiller y De Niro.
Aunque divertida —por momentos— "Los pequeños Focker" no es ni la sombra de las dos cintas anteriores. Su situación es tan crítica que tiene que recurrir a gags anticuados como caídas, peleas en toma subjetivas y hasta parodias de "El padrino" y "Tiburón". Sus chistes se limitan a lo sexual y lo escatológico. Sobreexplotando su propio repertorio de gases, vómitos y chistes fálicos.
Lo mejor: Robert De Niro como el exasperante y controlador Jack Byrnes.
Lo peor: la gracia de los Focker ya no dan para más.