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La foto es pública, para que el que así lo desee la use en lo que mejor le parezca. El evento es históricamente interesante y puede ser respuesta a muchos otros eventos que hemos vivido recientemente en Yucatán.
Recibió la visita de Salinas de Gortari. Fluyen las especulaciones políticas en relación a cuál pudo haber sido el tema tratado. Se trata de la gobernadora del estado de Yucatán. El que esto escribe tiene la certeza de que las elecciones no fueron ganadas por ella. Por alguna razón que algún político algún día nos explicará en sus memorias, se le dejó ocupar el gobierno de Yucatán quizás como "castigo" al panismo de la región —que sufría una crisis de madurez política al no ser aceptados, por puro berrinche incivilizado de una de las partes, los resultados de la elección interna.
Alguna vez quien esta nota escribe pudo vislumbrar, en un informe de Patrón Laviada, en el Congreso, la mirada adusta de esa mujer que parecía contener dolor, reflejado en una aparente seriedad de oficio. No aplaudió una sola vez. Su cara reflejaba un profundo desprecio por quien estaba informando —aparentemente, con total veracidad— las cosas que había hecho bien. Hoy ella está en el lugar de aquel: alguna vez le comenté a sus invitadores que "como mujer fuerte y decidida" merecía el respeto de todos. Hoy le agrego: "así como los yucatecos merecemos el respeto de los gobernantes, ella incluida". Se trata de ese respeto que ella no le dio a Patrón Laviada —de hecho intentó incriminar a sus hermanos a cómo diera lugar— ni, por lo visto, al resto de los que hoy, por menjurjes nada limpios entre políticos, le tocó "gobernar". Calderón Hinojosa no tiene la más remota idea de lo que esta mujer significa en la historia negra de Yucatán.
Se le acusaba al gobernador Patrón Laviada de haber "impuesto a su delfín". Este ex gobenador nos ha "confesado" que Abreu no sólo no era su delfín, sino que tenía otro —Luis Correa Mena— del cual ahora no siente orgullo alguno. ¿Por qué no hacer ahora "el trato"? Entonces los que pagaron la factura fueron los yucatecos, toditos ellos, a pesar de que no fueron ellos quienes efectivamente colocaron a la señora en el cargo.
Las encuestas previas a la elección indicaban que el PAN ganaría el gobierno de Yucatán por 25 o 30 puntos sobre el PRI. Este partido, sabio en sus decisiones de colmillo largo, le entrega la "candidatura" de unidad a Ivonne Ortega Pacheco, probablemente a sabiendas de que era prácticamente imposible lograr la proeza. Apostaban a la atracción del "voto joven", basando su campaña en el "Corazón" —símbolo de amor o cariño— que apelaría al sentimiento y no al raciocinio. En esa forma podrían bajar bastante esos 25 o 30 puntos, pero jamás ganar.
Al final, para obtener el resultado que se hizo oficial por siempre —con un increíble apoyo incondicional del Diario de Yucatán y varios de sus editorialistas no huéspedes— que 15% de las casillas totales resultaron teniendo niveles de participación arriba de 100%: es decir, fue a votar más gente de la que estaba inscrita en el padrón. El organismo local aceptó la jugada, incluso con la venia de emblemáticos representantes panistas quienes, "sabiamente" razonaron: "ya le toca al PRI"... Y a quien le toca, desde luego, no tenía nada qué ver con lo que la ciudadanía decidiera.
El capítulo que le jugaron a Yucatán fue sucio. Le arrebataron, los "organizados" hacia la manipulación y el control social, a los ciudadanos individuales: gente que no responde hoy ni respondió ayer a llamados corporativos o de grupo, gente básicamente independiente, para la cual el gobierno sólo significa que alguien haga un trabajo que en forma colectiva todos necesitan resolver.
Muchos de los incluidos en el movimiento de individuos cayeron en las "garras" de la maledicencia calumniosa. Tal parece que alguien quería el espectáculo que hemos visto durante los años que han transcurrido desde que regresamos al sistema de las componendas, de las tranzas, de las negociaciones bajo la mesa, de las burlas a la ley, de los atracos extra legales para amedrentar a los que insisten en creer que aún es posible provocar que Le Ley se obedezca. Retrocedimos. Eso es todo.
Por otra parte, nos dimos cuenta —con la actitud de Ana Rosa Payán, de insistir en que se le imponga desde el centro, aunada a la actitud de Luis Correa Mena, de solicitar que el gobernador lo imponga— que aún no habíamos avanzado ni lo que creíamos.
La cuenta pendiente de Ana Rosa Payán no tiene visos de quedar saldada. Ella no tenía derecho a provocar el desastre cívico del PAN. Ambos tenían la obligación cívica de levantarle la mano al que demócraticamente, yendo a buscar cada voto, los había vencido justamente en las urnas internas.
Recordar, recordar y colocar las fichas en su lugar. Dejar de especular: saber quiénes son los verdaderos culpables y por qué. Hoy tanto ella —porque se fue o fue expulsada por traición— como el "apoyo" cupular que buscaba —Manuel Espino— están fuera del instituto político. "No te hagas bolas, ciudadano". Vale la frase del innombrable.
Y no me vengan con los argumentillos de que "aquel tuvo tal pecado de omisión" y "el otro el pecado de ignorancia" y el que le sigue "el pecado de ingenuidad"... porque todos esos pecadillos juntos se convierten en virtudes cuando se les compara con la porquería que ahora estamos viviendo.
Pero, ¿1500 en el movimiento cívico? ¿Qué nos pasa? Y luego les extrañan los retrocesos...