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Se dice que "El rito" es casi un remake de "El exorcista" y me parece que, a pesar de la similitud del tema, hablamos de argumentos diferentes. El relato de una niña poseída poco tiene que ver con el de un joven seminarista cuestionando la existencia del diablo. Con todo que "El rito" termina siendo una cinta sobre exorcismos, hay diferencias palpables.
Anunciarla como "basada en hechos reales" es algo tan trillado que no garantiza nada, más aún si consideramos que casi el 70% de las cintas de Hollywood usan el mismo eslogan publicitario. "El rito" tiene mejores cosas para ofrecer que una supuesta veracidad de hechos.
Michael Kovak (el debutante Colin O'Donoghue) es un seminarista forzado a aceptar un viaje a Roma para entrenarse en ritos de exorcismo. En Roma conoce al Padre Lucas Trevant (Anthony Hopkins), un especialista en el arte de expulsar demonios con métodos poco ortodoxos. Michael cuestiona la veracidad del trabajo de Lucas, pero una serie de sucesos reveladores despejan sus dudas: el demonio existe y quizá está más cerca de lo que imagina.
Kovak carga con culpas pasadas; se sabe que lleva un oscuro secreto, un hecho vergonzoso que el diablo usa para atormentarle. El filme manifiesta, de manera velada, que el joven cometió un acto de necrofilia. Una pulsera es el objeto que empleará el demonio para recordarle a Novak el desliz que intenta olvidar. Una escena que se
repite, su padre dándole un amoroso beso de despedida al cadáver de su madre, brinda información de la psique del personaje y sustenta sus acciones más privadas.
Relato inteligente que deposita en el personaje de Michael un conjunto de temas y cuestionamientos más profundos de lo que aparentan. El hecho que Kovak sea hijo de un taxidermista y haya crecido entre muertos, tratados como objetos que se deben decorar, provoca en él dudas espirituales. Un padre autoritarito y la temprana muerte de su madre, condicionan al protagonista para estar a la búsqueda de respuestas liberadoras.
Para Novak el sacerdocio no es un asunto de vocación, es una vía para escapar del patriarcado, una búsqueda de respuestas que calmen su alma y apacigüen su conciencia. Es por ello que el personaje cuestiona muchos argumentos del catolicismo y encuentra, en la liberalidad de Lucas, un reconfortante sustituto paterno.
El talento de Hopkins es suficiente para convencernos de una posesión diabólica. Lo objetable es que Lucas no está tan desarrollado como personaje en comparación con Michael. Su función es conducir a la historia por acciones propias del género e infundirle acción a la trama.
A pesar de lograr una atmósfera psicológica en casi toda la película, es una pena que se hayan incorporado algunos efectos digitales —especialmente en el clímax. La sola mirada de Hopkins era suficiente para persuadir al espectador y no hacían falta rayitos corriéndole por el rostro.
La resolución de los conflictos principales —el espiritual de Michael y el demoniaco de Lucas— toma, al final, una salida fácil y previsible. Inclusive el elemento musical se vuelve redundante de la acción y el diálogo. Håfström termina haciéndole un exorcismo a su propia película, la libera de demonios y la condiciona a un final genérico.
Lo mejor: el guion fluye de manera precisa, la actuación de Hopkins, Michael Novak es un personaje complejo e interesante, y los toques de humor negro en algunos diálogos del padre Lucas.
Lo peor: los planteamientos iniciales resultan más interesantes que los últimos.