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El toque femenino da identidad al rancho Aurora de Conkal, donde 25 mujeres impulsan la cría de chivos como una alternativa de alimentación saludable para sus hijos y nietos, pero también como una futura fuente de ingreso a la economía familiar.
Galileo, Temo, Paquita la del Barrio, son algunos de los nombres de las 20 cabras que viven en este incipiente rancho caprino. Todos y cada uno de los integrantes de este rebaño tienen nombre, revelan el interés de las mujeres por la farándula, sus luminarias y sus chismes.
Es una tradición que nació hace 63 años, cuando a sus 12 años María Luisa Juárez López se hizo responsable de un puñado de chivas, en la colonia Carranza de la capital yucateca. Mientras carga a uno de sus nietos, doña María regala pedazos de su memoria:
Me iba con mi rebaño de chivas por la colonia Itzminá, hasta la Estación Central de Ferrocarril. Vendía el cuartito de leche fresca a 25 centavos; algunas mamás preferían que sus hijos bebieran la leche directamente de las ubres. En el parque Carta Clara, los trabajadores que resentían la resaca de la borrachera anterior me compraban la leche para curar la cruda.
Las chivas son muy inteligentes. Marchan en fila india, sin perder el orden; siempre obedientes. Por esos tiempos había muchas cuevas por la Carranza y por Itzimná, en algunas de esas cuevas se guardaban las cabras cuando iban a parir. Son tan inteligentes, que con sólo escuchar su nombre salían. Acechaban cuando escuchaban ¡Rarotonga!, ¡María Félix!... Todas tenían nombre...
Llevaba de un lado a otro a mis chivitas cuando conocí a Pedro Infante, desde su motocicleta saludaba, siempre amable. También me saludó el entonces presidente Miguel Alemán, en una visita a Yucatán, el mandatario venía de Campeche, cuando vio mis chivitas en la avenida Pérez Ponce detuvo su Jeep y saludó.
Doña María heredó su pasión por las cabras a su hija Aurora Paredes Juárez, quien estudió la licenciatura en Administración de Empresas, pero siempre estuvo convencida que la cría de cabras es una opción real de combate a la desnutrición y de fuentes de ingreso a las familias de escasos recursos de Yucatán.
Aurora Paredes relató que, en 2009, convenció a un grupo de mujeres para sumar esfuerzos en la búsqueda del bien común: Poco a poco el grupo creció y finalmente se integró con 25 mujeres y 14 hombres. Escogimos esta ganadería porque las chivas son dóciles, fáciles de manejar, ocupan menos espacio y para su alimentación aprovechamos las matas de la región.
Desde hace más de un año participamos en una serie de cursos para elaborar quesos y dulces a base de leche de cabra, y empezamos a preparar el terreno. Ya tenemos suficiente preparación y sabemos que este proyecto se concreta poco a poco, pero como vi que algunas de las compañeras se empezaron a impacientar, compré hace unos tres meses las primeras 20 cabras, a un productor de Sucilá.
Los animales que me vendieron no tienen gran calidad genética pero lo importante era sembrar confianza en las mujeres, que ellas desecharan la creencia de que sólo les ofrecí ilusiones. Afortunadamente, la confianza creció cuando el 15 de enero nació Rarotonga y doce días después nacieron Temo y Galileo.
Temo nació en la mañanita, estaba blanco, blanco y uno de los compañeros lo bautizó así en alusión al futbolista Cuauhtémoc Blanco. Por la tarde nació su hermano; pensamos que era hembra y le pusimos Galilea por Galilea Montijo, ex pareja del Cuauhtémoc Blanco... pero luego vimos que era machito y le cambiamos el nombre a Galileo.
Añadió que ese grupo productivo supo que la Fundación Produce Yucatán impulsa la cría de chivas y que una de las personas más conocedoras del tema era precisamente un vecino del municipio, don Rafael Martín Gutiérrez, fundador de la Asociación Ganadera Local especializada en Caprinocultura.
Nos pusimos en contacto con don Rafael, quien sin pedir nada a cambio nos ofreció su experiencia, su asesoría y su gran voluntad. Luego, nos pusimos en contacto con la Fundación Produce, pues nos enteramos que estaba en la búsqueda de una raza mestiza para mejorar la producción de carne y leche de cabra.
El coordinador del proyecto caprino de la Fundación (Porfirio Héctor Sobrino Navarrete), se puso en contacto con nosotras y de inmediato ofreció incluirnos en el proyecto. Nos proporcionará un semental de la raza Saanem, para reproducir, con mejor calidad genética, los animales que compramos en Sucilá.
Sobre el mismo tema, José Alberto Caballero Cruz, un joven universitario meridano que tiene un rancho de chivas lecheras, recibió inesperada visita este día: a nombre de la Fundación Produce, Porfirio Sobrino le llevó a su ranchito doméstico de la calle 5 No. 114, entre 4 y 6 de la colonia Felipe Carrillo Puerto, a Wili, un semental de la raza Saanem.
La Fundación Produce rotará entre los productores que integren la red caprina dos sementales Saanem, Wili y Porfisboy, los cuales fueron donados por un empresario convencido que las chivas son una alternativa real de combate a la desnutrición y fuente de ingresos para las familias de comunidades marginadas.
El presidente de la Fundación, Pedro Cabrera Quijano, indicó que paso a pasito, de manera callada, un grupo de empresarios, productores y asociaciones civiles se suman al diseño de un proyecto con gran impacto social, que arrancará en los próximos meses.