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CIUDAD DEL VATICANO, 6 de marzo.- Un príncipe de la Iglesia, monseñor Philippe Barbarin, arzobispo de Lyon, captado en inusual medio de transporte entre los de su jerarquía al salir de la Sala del Sínodo, donde terminó la cuarta congregación de cardenales para preparar el cónclave que elegirá al nuevo Papa.
Si la intención del Cardenal era pasar desapercibido y romper el asedio de los medios de comunicación, desesperados a la búsqueda de filtraciones, la maniobra resultó contraproducente: fue acosado por reporteros, fotógrafos y camarógrafos, tal vez con la esperanza de que la desenvoltura del Purpurado en la elección de vehículo correspondiese a una simplicidad que les permitierse sacarle algún detalle sobre las reflexiones hechas por el Colegio Cardenalicio en el Aula del Sínodo.
Pero esta esperanza de los periodistas fue vana, porque no pudieron sacarle ni una palabra a Monseñor Barbarin.
Como muchos cardenales se inscribieron para poder exponer una comunicación en las Congregaciones generales, se estableció el límite de los cinco minutos para cada una de estas exposiciones. En cambio, para saber la fecha del Cónclave habrá que esperar todavía. Se hace cada vez más evidente la impresión de que los cardenales no tienen prisas y quieren tomar el tiempo necesario para discutir, reflexionar y orar. Mañana, la reunión se llevará a cabo tanto por la mañana como por la tarde.
Basta de conferencias de prensa paralelas organizadas por la Iglesia estadounidense desde su cuartel general en el Gianicolo, el North American College: la noticia, después de una decisión que tomaron los purpurados estadounidenses esta mañana, se difundió mientras el portavoz del Vaticano, el padre Federico Lombardi, se reúne con los periodistas para hablar sobre las Congregaciones generales.
El anuncio provoca sorpresa en los más de 5 mil periodistas acreditados para seguir el Cónclave, sus preparaciones y aderezos. La decisión de los purpurados estadounidenses de reunirse cotidianamente con los medios parecía indicar una nueva manera de apertura y de confianza, para establecer con la prensa una relación más transparente, sin recurrir al tradicional artificio de las fuentes anónimas que domina en el aire.
“Durante las Congregaciones Generales se expresó la preocupación por las noticias filtradas a la prensa italiana sobre las discusiones reservadas. Como precaución, los cardenales decidieron no dar más entrevistas”, indicó la vocera de los religiosos estadounidenses, sor Mary Ann Walsh.
El jesuita Thomas Reese, ex director de la revista America que llegó a Roma para seguir el Cónclave para el National Catholic Reporter, dijo que se trataba de una “bofetada” a los purpurados estadounidenses. “No diría que se trata de censura”, añadió. Los cardenales estadounidenses se han convertido en una especie de “chivos expiatorios” con su transparencia, explicó, aunque los verdaderos responsables de las fugas de noticias son los cardenales italianos, que hablan con los periodistas anónimamente. (AP / La Repubblica / Vatican Insider)