1446 palabras
MADRID, 9 de abril.- Hoy en Madrid se producían dos despedidas para una misma persona: primero, la Gran Vía, arteria de la vida cultural de la ciudad, se engalanaba para darle el último adiós a Sara Montiel, la gran estrella, y minutos después, se enterraba de manera sobria a María Antonia Abad, una mujer no menos inolvidable.
El desbordante periplo vital de "Saritísima" , como la apodó Terenci Moix, exigía una división que separara el mito, que ella misma alimentaba, de la persona, que pocos conocían.
"Sabré marcharme cuando me dé cuenta de que la gente empieza a cansarse del mito" , había dicho en vida. Pero ese momento nunca llegó y permaneció activa hasta que ayer fallecía, pese a sus 85 años, de manera totalmente imprevista, antes de un viaje a Oviedo para una consulta oftalmológica.
Nacida en Campo de Criptana (Ciudad Real) , Sara Montiel se sentía universal, pero también tan madrileña como "La violetera" , una de sus películas más recordadas y que se proyectó en la Plaza de Callao para deleite de los cientos de personas que se arremolinaban al paso de la comitiva fúnebre.
Once coches, dos de ellos repletos de coronas de flores, recorrieron la capital desde la sala de velaciones de San Isidro hasta la Gran Vía, como si fuera una romería dedicada a la diosa del cuplé.
Y el que más lloró no era español. Fue Giancarlo Viola, su compañero sentimental durante gran parte de su vida. El italiano viajó a Madrid nada más conocer la noticia, y una vez en el cementerio no quería separarse del ataúd.
Sarita trabajó con Giancarlo Viola en La mujer perdida y La dama de Beirut. Enlace a Giancarlo Viola: "Sara Montiel es la mujer de mi vida".
Un sacerdote negro, «como a ella le hubiera gustado», según la actriz Loles León, los versos de «La sirena», de Ramón Alarcón, y el dolor de unos 200 admiradores han escoltado a Sara Montiel en su sobrio entierro en la Sacramental de San Justo, en la misma sepultura donde reposan su madre y su hermana.
"¡Viva Sara!", "¡Olé, Sara!" o estrofas de algunas de sus canciones más célebres han acompañado en su dolor a Thais y Zeus Tous, sus dos hijos adoptivos, visiblemente afectados. Pero la reunión de admiradores hablaba de la amplitud del calado de la Montiel.
Por un lado, vecinos de su pueblo natal, como Antonio Carreras y su esposa Pilar, o mujeres del extrarradio madrileño que vivieron el estreno de sus películas más famosas. "Ha sido muy querida y no me importa pasar frío" , decía Ascención, de Móstoles.
Por otro, jóvenes que la reivindicaron como icono de la modernidad más "kitsch" y como musa del colectivo homosexual. Así, Ruben, Aitor y Joan, hablaban de la cantante de "Fumando espero" como "una actriz completa" y se indignaban de ver que la muerte de Margaret Thatcher le ha eclipsado en las portadas de los periódicos.
Incluso un transformista enseñaba una foto de sí mismo caracterizado como Sara Montiel en su última época, cuando incurrió en la autoparodia y se convirtió en reina de las revistas del corazón.
Fuera de la pompa, el exceso y el barroco que acompañaba a la gran Sara Montiel, de los relatos en tono de leyenda sobre su relación con James Dean, Marlon Brando o Gary Cooper (con quien protagonizó Veracruz, de Robert Aldrich) , la intimidad y la sencillez se apoderaron de la Sacramental de San Justo, recordando que bajo las túnicas de Sara Montiel seguía existiendo la manchega hija de labriegos, María Antonia Abad.
Junto a Giancarlo Viola, su examante, abriendo entre lágrimas la comitiva al sepulcro que ella misma había mandado construir para su madre, apenas 200 personas, muchas de ellas de los medios de comunicación, despidieron a la protagonista de "El último cuplé" y pionera en el desembarco español en Hollywood.
Un ataúd color caoba rematado con un Cristo y una docena de claveles rojos acercaban a la cotidianidad su adiós, que fue oficiado por un sacerdote negro que la recordó primero como María Antonia Abad para luego añadir que era "más conocida como Sara Montiel" .
Españoles esperan el paso del cortejo fúnebre. Enlace a la última entrevista a Sarita Montiel.
A Sara Montiel le sobrevino la muerte haciendo una maleta. Iba a viajar este mismo martes a Oviedo, donde se iba a someter a una revisión oftalmológica. Sufrió un desvanecimiento y cuando su médico particular acudió al domicilio, ya había fallecido.
Cientos de personas han recibido en la Plaza de Callao de Madrid el coche fúnebre de Sara Montiel que ha recibido un último homenaje frente a los cines.
Durante toda la mañana el cine Callao de Madrid ha proyectado películas en homenaje a la artista, quien decía de sí misma: "Soy una mujer normal. Bueno, normal no."
Los seguidores de la artista reciben el coche fúnebre que portaba una fotografía de Sara Montiel en la Plaza de Callao.
El coche fúnebre de Sara Montiel abandona la Plaza de Callao.
Un grupo de personas aplaude al paso del coche fúnebre con los restos de la actriz Sara Montiel a su llegada a la Sacramental de San Justo, para ser enterrada en la misma sepultura donde reposan su madre y su hermana. Y ahí ocurrió el cuasi colapso de Giancarlo.
"Llegó por el de Marzo un día y se marchó por el mar/. Se llevó como recuerdo un beso, no pidió más" eran los versos de "La sirena" , de Ramón Alarcón, que se recitaron antes de dejar definitivamente a la actriz y cantante junto a su hermana, Elpidia, y su madre, María Vicenta, sobre cuya lápida dormía ella con su visón para llorar su muerte.
"No molestó mucho, dos suspiros y hala" , decía Loles León, que junto a Boris Izaguirre o el productor Enrique Cerezo fueron algunos de los rostros conocidos en este acto fundamentalmente familiar, con sus hijos al frente, así como la gobernanta, quien descubrió ayer junto a Thais el cuerpo sin vida de Montiel.
Tras la ovación, los asistentes de manera espontánea comenzaron a cantar "La violetera" y a lanzar claveles a la tumba. Así se despedía para siempre a la que consiguió, sin duda, su principal objetivo en la vida: "Me juré no tener ningún amo, ser pájaro libre y lo he cumplido" , había dicho. (EFE)